Full text: Tomo 2 (002)

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LA CIEGA DEL MANZANARES. — 869 
—Sin embargo, usted obró en su defensa. ¿Us- 
ted tal vez no quiso inferir mal tan grave á su 
hermano?... 
—¡Mal tan grave! Oh, no, caballero, no; yo no 
quise evitar más que dos cosas: que me matara, y 
que hiciera daño á aquellas pobres niñas... 
Por lo demás, ¿cómo iba yo á procurar su muer- 
te cuando era mi hermano, y, á pesar de sus malos 
_Instintos y de su pésima conducta, le quería co- 
mo á lo que era, como á sangre de mi sangre? 
—Así lo creemos, y por eso nos interesamos por 
usted, tanto el señor director como yo. 
—i¡Gracias, señores! El cielo premiará sus bue- 
nos sentimientos. a 
- —Debo hacerle presente, que no vengo sólo por 
mí, sino á ruegos de dos personas que usted cono- 
ce y que están muy agradecidas. | 
—¿Acaso la cieguecita y su hermana? 
—Las mismas. | 
—¿No me han olvidado? ¡Qué buenas son! 
—;¡Olvidarle! Nada de eso. Usted las salvó á 
ellas ayer. | 
Si cura usted de su herida y sale bien de su cau- 
sa, á ellas deberá usted su libertad y su vida. 
—¡Gracias, almas generosas! Dios quiera que a 
Un día pueda premiarles el bien que me hacen y el 
Consuelo que me prestan. 07 
_—Ahora, Casimiro, nos retiramos. El señor lla | 
- Tector velará por usted, y yo vendré con frecuen: eL 
A 
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
     
	        
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