LA CIEGA DEL MANZANARES. 885
de su matrimonio, una sombra de tristeza perma-
nente diríase que se reflejaba en su rostro como
huella profunda de un pesar que hubiera lacerado
un día su alma, robándole para siempre la alegría.
Amalia había sido una de las infinitas víctimas
de esos matrimonios llamados de conveniencia, y
que, en la mayoría de los casos, tan tristes conse-
Cuencias acarrean.
Dada la importancia de este personaje, ha de
permitirnos el lector que retrocedamos algunos
años para hacer su historia. |
Amalia era hija de un rico comerciante retirado
de los negocios, y. de una virtuosa dama á quien
aquél había escogido uta BEpaña, y á la cual una
vu
“terrible enfermedad la había llevado al sepulcro
cuando Amalia apenas contaba seis años,
A consecuencia de aquella terrible desgracia, la |
pobre niña quedaba expuesta á recibir su educa-
ción en manos de doncellas ó institutrices ó á ver
sustituídas las caricias de su madre por los trata-
mientos, noO si empre buenos, de una madrastra.
Su padre reflexionó seriamente acerca de este
particular, y con muy buen acuerdo pensó en
reemplazar á la compañera de su vida con una
hermana de ésta, que, separada de su marido, vi-.
vía en Madrid bajo el amparo y OO do los
| padre es «de Amalia, a ! E
- Ramón, que así so llamaba, no! ivaciló en poner 3
| en práctica esta idea, y consultó á Elisa, su cuña-
> a que se POROS: á li la proposición.