LA CIEGA DEL MANZANARES, 1
—Y eso que yo hago todo lo posible para no de-
jarlos solos. | ¡
—Mira; Casimiro, con su honradez estúpida, es
un Verdadero estorbo en casa; no es la vez primera
que nos ha estropeado un negocio, y debieras po-
nerle en la del rey.
—En efecto; ese chico nos deshonra... el caso
es, que con su exterior humilde y simpático pu-
- diera servirnos de mucho; nadie sospecharía de él
en ciertos negocios. GO
—Es preciso que le hables, y si no se decide á
entrar en la cofradía, que tome el tole; ¡me revien-
tan las gentes gazmoñas!
—No parece hijo de su padre.
—Ni hermano de su hermano. | E
—¡Demonche, qué mañana! No puede estar más
perra... apenas anda gente por la calle.
—Yo necesitaba dinero.
—Pues lo que es hoy, la limosna que recoja-
mos... y de lo Otro, no se da un golpe.
—El oficio se va poniendo que...
—Va á ser preciso buscar otro más decorativo.
La Tuerta, sin. duda, quiso decir «luerativo. »
León la interrumpió , pisándola einer nos |
un pie.
-—¿Qué es eso?—dijo,
—Qalla. | ip
- En aquel momento se codeó. con ellos, que ocu- Ea
paban la acera, una señora envuelta en un lujos
Des de e terciopelo, forr ado de pieles. :