914 LA CIEGA DEL MANZANARES.
mi cálculo, de las ganancias; los dos mil quinien-
tos restantes se los entregaré á usted cuando ter-
mine la obra. ¿Está usted conforme?
—Lo estoy de todo punto.
—Pues no hay que hablar más.
—Ya sabía yo —dijo Andrés—que acabarían us- |
tedes por entenderse. Los comerciantes y los ar- A
tistas concluyen siempre así. Conque ahora, que- 7
rido amigo, vamos á la calle, con permiso de mon-
sieur Branet. |
—Vamos, Andrés.
Los dos amigos salieron tan satisfechos del des-
pacho de monsieur Branet, que entraron en una |
cervecería á refrescar. | j
Después de pedir cerveza, nuestros amigos enta-
'blaron el siguiente diálogo: | :
- —Ya estás en camino de hacer fortuna.
—Sí; gracias á tÍ. |
—No negaré que hasta ahora no has hecho más
- que obedecer mis órdenes. ¿Te pesa haberlo he-
cho así? |
—No; pero engañar á ese caballero...
—¿Eso te preocupa? ¡Qué tonto eres! |
¿A él que le importa que tus trabajos hayan
sido apreciados en Inglaterra ó no? |
Lo que él quiere es que le hagas el salón que de- |
sea, y punto concluído.
Yo ya he: hecho en este asunto cuanto podía; |