938 LA CIEGA DEL MANZANARES.
Elisa, elogiando á Ramírez, sabía que éste, de
por sí mal intencionado, no dejaría de publicar lo
que élla quisiera contarle, y que de este modo era
inminente la ruina de Guzmán.
—¿Luego usted sabe esa historia? —dijo Ramírez.
—Perfectamente. |
—Entonces yo le agradecería que me diese al-
gunos datos.
—Escuchen ustedes, y se informarán de cuanto
yo sé acerca del tal sujeto.
— Ya escuchamos—dijo Ramírez.
—Ese joven ha nacido en Aragón, donde, gra-
- cias á la caridad de una familia, pudo educarse y
llegar á los quince años con algunos estudios he-
chos de dibujo. Su conducta, censurable por más
- de un concepto, hizo que sus POS le aban-
donaran.
Entonces entró en un taller de ebanistería; pero
un día se notó la falta de dinero en la caja, y co-
- motodo hacía creer que el tal Guzmán era la cau-
- sa de aquella falta, fué despedido, pasando del
taller á la cárcel, de donde salió por no haberse
- podido probar su delito.
[Después vino á Madrid y se presentó en una
- Casa diciendo que era pariente de los dueños, y
- que ó le daban dinero ó no salía de alí.
Aquella familia temió un serio disgusto, dada la
«pora del tal sujeto, y le entregó dos mil reales.
Con este dinero se ha equipado, y ya anoche se
Presentó en la alta sociedad, acompañado no sé de