LA CIEGA DEL MANZANARES.
—«¿Es joven?
—Bastante..
—¿Tiene simpático aspecto?
-—Mucho.
-—Entonces tenemos ya algo de nuestra parte.
Veremos si lo sacamos absuelto. Hoy ya no se le
podrá ver; pero mañana 4 primera hora iré al Hos-
pital, y tendremos nuestra primera conferencia.
—Excuso, señor de Gómez, hacerle á usted la
más pequeña recomendación en obsequio al proce:
sado. Tengo la seguridad de que cuando usted le
Oiga y se convenza de la bondad que en su alma
- atesora, llegará usted hasta cobrarle afecto. Yo se
lo tengo ya. | :
—Crea usted, caballero, que mi interés ha de su-
perar á sus deseos de usted.
—Así lo espero, y en esta creencia le doy ú un 1m]-
llón de gracias. |
Manuel se ofreció sinceramente al joven; éste le
ofreció su amistad y su Casa, y se separaron.
Manuel quedó muy satisfecho de su entrevista;
- por su parte, el joven abogado, loco de alegría y
| satisfacción, entró en el gabinete en que se halla-
ba su madre, dicióndola:
—Ahora sí que puedo decir que haré mi carrera
Pronto. q
Pues, ¿cómo es es so?—le preguntó la ]
—«¿Sabes qué comisión traía la aiii que aca-
ba de salir?