970 LA CIEGA DEL MANZANARES.
Cuando Antonio y Manuel quedaron solos, éste.
exclamó:
—¡Ahí tiene usted lo que es la curia!
—No, amigo mío; no culpe usted á la curia de
estos males; ella no es responsable, porque el pe-
cado se origina y prospera en lo alto, al calor y
con la luz de un sol esplendoroso, y no en las tene-
brosas cuevas donde la curia suele estar alojada.
—Dispense usted que le diga que ha echado so-
bre sí una muy pesada carga. ¡Defender á la cu-
ria! ¿En este mismo caso no ha tenido usted una
muestra palpable de lo que es?
Yo he oído infinitas relaciones de gran número
de picardías y bribonadas; he leído con todos lo co-
lores de la verdad noticias de grandes escándalos y
abusos increíbles, y ante estos hechos, ¿cómo se
atreve usted á defenderla?
—¿Cómo? Como la razón y la justicia se defienden.
Yo creo que se habla muy mal de los curiales, como
se habla mal de las suegras, por cierta tradicional
convencionalidad, y que ha perdido la gracia y
hasta el buen gusto el género de chistes que con
tal materia se urdían. |
-- —Ya sabe usted. amigo mio, que cuando el río
suena... |
- —Sí, lo sé, y por esa misma razón no sería yo
quien, al que quisiera dedicarse al estudio de edi-.
ficantes modelos de virtud, le encaminara á una es-
cribanía, por ejemplo, por si acaso pudiera hallar
allí cosa muy diferente de la que buscaba; que en