Full text: Tomo 2 (002)

970 LA CIEGA DEL MANZANARES. 
Cuando Antonio y Manuel quedaron solos, éste. 
exclamó: 
—¡Ahí tiene usted lo que es la curia! 
—No, amigo mío; no culpe usted á la curia de 
estos males; ella no es responsable, porque el pe- 
cado se origina y prospera en lo alto, al calor y 
con la luz de un sol esplendoroso, y no en las tene- 
brosas cuevas donde la curia suele estar alojada. 
—Dispense usted que le diga que ha echado so- 
bre sí una muy pesada carga. ¡Defender á la cu- 
ria! ¿En este mismo caso no ha tenido usted una 
muestra palpable de lo que es? 
Yo he oído infinitas relaciones de gran número 
de picardías y bribonadas; he leído con todos lo co- 
lores de la verdad noticias de grandes escándalos y 
abusos increíbles, y ante estos hechos, ¿cómo se 
atreve usted á defenderla? 
—¿Cómo? Como la razón y la justicia se defienden. 
Yo creo que se habla muy mal de los curiales, como 
se habla mal de las suegras, por cierta tradicional 
convencionalidad, y que ha perdido la gracia y 
hasta el buen gusto el género de chistes que con 
tal materia se urdían. | 
-- —Ya sabe usted. amigo mio, que cuando el río 
suena... | 
- —Sí, lo sé, y por esa misma razón no sería yo 
quien, al que quisiera dedicarse al estudio de edi-. 
ficantes modelos de virtud, le encaminara á una es- 
cribanía, por ejemplo, por si acaso pudiera hallar 
allí cosa muy diferente de la que buscaba; que en 
    
  
  
  
  
  
     
     
 
	        
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