LA CIEGA DEL MANZANARES. 97
Nuevamente se abrazaron lós dos amigos, y Lan-
daburu partió con dirección á la calle, quedando
Lorenzo como petrificado en el sitio en que se ha-
llaba cuando le gritaron ¡detente!
——m———
Difícil, borrascosa y llena de peligros gravísi.
mos era la situación por que atravesaban el Gobier-
no, la corte, el ejército y el país en general, en la
paca en que tienen ofecto los SuCesos que rese-
ñamos.
Los mantenedores del as constitucional, se-
de parados por pequeñas rencillas, combatíanse ruda-
mente cuando más precisa se hacía la unión entre
ellos para COLA LESA los esfuerzos del enemigo
común.
España hs de nuevo, si acaso pudiera
decirse que su desgracia había cesado por un ins-
tante, á envolverse en el manto de horror de una
guerra civil.
Los defensores del altar y del trono, que pe
nombre se dieron los absolutistas, aprovechándose
de las divisiones que existían entre los liberales,
habían levantado partidas en varias regiones.
- Eroles, Miralles, el fraile trapense Marañón; to-
dos lot al frente de fuerzas considerables, iban
poblands: la montaña de Cataluña al eo de ¡Viva |
el rey absoluto!
-Rochapea, Goróstidi y ma, invadían él te- e
rritorio de Aragón y la a y en vano á. éstos, eo
TOMO NA da ' Ce