974 LA CIEGA DEL MANZANARES.
rosas excepciones—deficientísimos, y que si sus
errores se castigasen, habría pocos que no sufrie-
ran pena por faltas injustas. ¿Usted lo niega? Pues
no discutamos, ni entremos á profundizar hasta
llegar á la raíz del mal, las causas políticas, según
usted. ¿Entiende usted, amigo mío, que el Tribu-
nal que ha juzgado á Casimiro ha cumplido con su
deber? ¿Cree usted que el sumario está bien ins-
truído? :
—No,
—Pues entonces, juzguemos los demás casos por
este, y convengamos en que con una justicia así es
imposible vivir en este país.
—Pero eso es una exageración inadmisible...
—Lo será, pero yo pienso así; ¿y qué le vamos
á hacer? Viviré engañado. Ahora, amigo mío, re-
ciba usted mi enhorabuena por su brillante defen-
sa, y las gracias más sinceras por el interés que se
ha tomado por ese desgraciado.
Y así diciendo, Manuel se despidió del aboga-
do-defensor de Casimiro para dirigirse á la cárcel
3 cumplir el humanitario deber de consolar en su
desesperación al infeliz joven.