LA CIEGA DEL MANZANARES.
—Señor... vamos por mal camino.
—¿Qué dices? —le preguntó Luis.
—Que usted es el responsable de todo lo que
pasa, el autor de su propia desdicha, por no obe-
decer las órdenes, mejor diré, los deseos de su se-
hor tío, que sólo se encaminan á su bien.
Luis, distraído con sus tristes pensamientos, no.
prestaba oídos á sus palabras; pero Mauricio, Cre-
- yendo lo contrario, prosiguió su sermón de moral,
prometiéndose un gran resultado. on
—Un tío es un tío --decía,—un hombre 4 quien
la naturaleza ha dado derechos indiscutibles sobre
todos los sobrinos que pueda tener; pero si á los
lazos del parentesco reune la cualidad de ministro
de de la Corona y miembro de. un Gabinete elegido.
1. por la opinión, entonces el tío adquiere la sagrada
|. investidura de padre, que le reviste de toda clase
de derechos, uno de los cuales, acaso el más pode-
roso, es el derecho á ser obedecido en todo lo que
disponga, ordene y mande.
Esto proporciona infinidad de ventajas á los so-
brinos juiciosos que no descuidan su porvenir,
que es lo primero: á que el hombre debe atender |
en la vida.
-— Secasan con la mujer que el tío les propofojatds da
que puede ser fea, pero que indudablemente lleva
un buen dote con el que disfraza su fealdad: ad-
quieren posiciones envidiables; pueden ser llama-
dos alguna vez á los consejos de la Corona. . qui- !
zás presiden un Gabinete, andando el tiempo, e