Full text: 2.a série, tomo 7 (1866) (1866,7)

  
  
  
EL SECRETO. dd o 
mas y mas su imaginacion, y acabó por dete- 
nerse sin saberlo en un terreno desnudo de 
vegetacion, que ya en otro tiempo habia sido 
un sitlo despejado entre dos bosquecillos cui- 
dados con esmero, desde cuyo sitio se abar- 
caba con la mirada todos los aposentos que da- 
ban al norte. 
-—¡Por qué, sin embargo, estoy obligada á 
poner ese papel en manos del señor! se decia 
4 sl misma, leyendo y releyendo la carta que 
arrugaba distraidamente entre sus dedos. La 
señora ha muerto sin haberme obligado á ju- 
rar eso. Con tal de que yo cumpla estricta - 
mente lo prometido bajo juramento, ¿con qué 
pretexto podria venir á atormentarme? ¡Qué 
mas puede exigirse de mi! ¡Y no puedo ar- 
riesgarme á arrostrar todo lo peor que pueda 
sucederme , con tal de que haya cumplido las 
obligaciones que me he impuesto al dar mi 
palabra, con la mano puesta sobre la Biblia ? 
De este modo razonaba, sin atreverse á 
mas; porque al aire libre, á la luz del sol, 
sus temores supersticiosos la dominaban aun, 
como le habia sucedido por la noche en su 
aposento. Se detuvo pues en sus deducciones, 
y desarrugando la carta, leyéndola de nuevo, , 
repasaba en su memoria los terminos en que 
mistress Treverton habia exigido de ella el . 
solemne compromiso. 
¡¿ En qué consistia este 9 Habia ofrecido no 
destruir aquel escrito y no llevarle consigo en 
el caso de abandonar el servicio de la familia. 
Verdad es que, ho podia desconocer el yoto 
formado por mistress Treverton de que aquel 
documento fuese entregado á su esposo; pero, 
este voto ¡obligaba á la persona que era de- 
positaria del expresado documento ? Segura- 
mente que sí, hasta cierto punto | ¿La obli- 
gaba aquel juramento prestado por ella, aten- 
dida la forma en que esto se habia verificado! 
Ciertamente que no. 
Al llegar á esta conclusion, Sarah levantó 
los ojos, que se detuvieron naturalmente en 
aquella fachada que revelaba tantas señales 
de abandono como hemos dicho ya anterior - 
mente; poco á poco, sus miradas se fijaron 
por una especie de atraccion en una de las 
ventanas , la del centro del cuarto bajo, mas 
grande que las otras y de aspecto ¡mas seve- 
ro, De repente sus ojos se animaron resplande- 
ciendo como si hubiera cruzado una idea por 
su imaginacion. Se estremeció; un ligero car- 
min apareció en sus mejillas y Se adelantó con 
paso precipitado hácia las paredes del antiguo 
edificio. 
Los vidrios de la gran ventana empañados 
por el polvo y la humedad, estaban irregu- 
larmente cubiertos por las telarañas. Debajo 
de la expresada ventana y encima de un pe- 
queño otero que habia sustentado en otro 
«E? 
tiempo algunos mazorrales de flores Ó de ar- 
bustos, se habia ido acumulando un monton 
de pedazos de yeso y otros varios restos del 
ruinoso edificio. Una orladura irregular for- 
mada por yerbas malas y plantas parásitas di- 
señaba todavía la forma oblonga del antiguo 
acirate. Con paso todavía indeciso, Sarah 
Leeson dió la vuelta al mismo, mirando á ca- 
da paso la ventana, al llegar bajo .la cual se 
detuvo. Luego, dirigiendo una rápida ojeada 
á la carta que tenia en la mano: 
—Voy á arrostrar las consecuencias, dijo al 
fin con breve acento. 
Apenas habian salido estas palabras de sus 
labios, cuando volviendo á ganar la parte ha- 
bitada del antiguo edificio, siguió el corredor 
subterráneo que conducia al cuarto del ama de 
gobierno, entró resueltamente en él y descol- 
gó un manojo de llaves que pendia de un cla- 
yo. Aquel manojo tenia una tablita de marfil 
en la cual estaban escritas estas palabras : 
Llaves de los aposentos del norte. 
Dejó las llaves encima de un escritorio in - 
mediato á ella, tomó una pluma, y en el espa- 
cio que habia quedado en blanco de la carta 
escrita por mandato de su ama, añadió estas 
líneas : 
«Sialguna vez se descubriera el paradero de 
este papel (lo que no creo que suceda, sien- 
do este mi mas vehemente deseo), quiero que 
se sepa que me he decidido á ocultarle porque 
no tengo valor para presentar á mi amo la 
declaracion que encierra, aunque este escrito 
ya dirigido á él. Al obrar de este modo, aun 
cuando lo hago contrariando el supremo deseo 
de mi ama, no falto al juramento que me ha 
hecho prestar solemnemente en su lecho de 
muerte. Este compromiso me obliga á no des- 
truir este documento y á no llevarlo conmigo 
si salgo de la casa. Yo no haré seguramente 
ni lo uno ni lo otro, siendo solo mi designio 
ocultarle en el sitio mas recóndito que me 
ofrezca una seguridad de que jamás pueda 
ser hallado. Todos los inconvenientes, todas 
las desgracias que puedan resultar de este 
fraude, que es solo mio, sobre mí sola deben 
recaer. Otros, mi conciencia me lo afirma, 
ignorando para siempre el secreto que este es- 
crito debia revelar, no serán sino muy dicho- 
S08.» 
Puso su firma al pié de estas líneas , pasó 
rápidamente por el escrito el papel chupon 
que habia encima del bufete, dobló la carta, 
la cogió, y haciendo lo mismo con el manojo 
de llaves, no sin dirigir en derredor suyo una 
mirada inquieta como si temiera verse espia - 
da, salió del aposento. Desde el momento 
en que atravesó el umbral del mismo , todos 
sus actos fueron repentinos y precipitados, 
  
  
 
	        
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