asunto desde que oí citar vuestro nombre),
este testimonio, digo, es una garantía sufi-
ciente, y si de algo se os debiera hacer un
Cargo seria solamente por imprudencia y lo-
cura, pero no por cosas mas graves. En es-
tas condiciones completamente honrosas para
vos, no tengo el derecho, ni el deseo de pre-
guntaros mas. Mañana, segun toda probabi-
lidad, os mandaré llamar,
Luego, con un signo de cabeza, en el que
podia leer una perfecta benevolencia , mi je-
fe me despidió.
Mientras me dirigia 4 casa, resonaban en
mi oido, como se comprenderá, estas pala-
bras.
Me habia visto en otra esfera social.
¡En dónde me habia pues conocido 1
Esta es la cuestion, como dice Hamlet.
Excavando profunda y escrupulosamente
mis recuerdos, recordando que habia visitado
muy raras veces á Londres durante el tiempo
de mi prosperidad, y que en las cortas apa-
riciones que allí hacia, nunca me presentaba
en el mundo, fuf conducido por los mojones
que mi memoria habia plantado en el cami-
no de mi pasado, á creer que si en efecto
M.*** me habia visto y oido nombrar, no po-
dia ser sino en provincia,
Al entrar en casa, relaté esta conversa-
cion á mi mujer, á fin de que juntando sus
recuerdos 4 los mios llegásemos 4 un resul-
tado,
Entonces mi mujer me recordó que M,**>
habia estado una vez en Doncaster durante
las carreras de caballos, en las que yo habia
ganado una suma considerabie con apues-
tas Lábilmente empeñadas.
A pesar de haberme anunciado M.*** la pro-
babilidad de un mensaje para el dia siguien -
te, pasáronse tres dias sin que oyese hablar
de nada,
En fin el cuarto dia se me mandó una in-
vitacion para pasar á su despacho.
Supe entonces con satisfaccion y pero no
sin sorpresa, que iba á ser empleado inme-
diatamente para una comision que los oficia-
les de los tectives (1) mas sagaces y expe-
(1) Llámase oficiales de los tectives, segun
creo, á los agentes encargados de seguir la
pista 4 los grandes criminales en todas las
clases de la sociedad; este cuerpo de policia
forma una rama particular de la fuerza mu-
nicipal. Compónese de pocos hombres, pero.
superiores, de buena presencia, de esmerada
educacion, que hablan tres 6 cuatro idiomas
y tienen el aspecto de ocupar una posicion
«lesahogada, Estos oficiales cobran buen sa-
lario,
2 MEMORIAS
rimentados hubieran tenido á honor el em-
prender.
—Hé aquí, me dijo M.*** presentíndome
una lista de nombres con observaciones escri-
tas en el márgen de cada nombre, hé aquí
un estado exacto de los personajes que com-
ponen esa banda de jugadores, estafas y fal-
sarios, que, hace mas de un año, sumergen
á Londres en la mayor desolacion. Vuestra
tarea será descubrir las guaridas de esos ban-
didos y apoderaros de una prueba de tal evi-
dencia legal que pueda, delante de un tribu-
nal, conyencer de su culpabilidad. Hasta aho»
ra hemos sido burlados por la. destreza de
esos pícaros; pero opino que lo hemos sido
tambien por el excesivo celo de los agentes ,
de policía que hemos empleado. Es preciso
ho caer en la misma falta, mi querido señor
Waters; mis recomendados son tunantes re-
matados, y, os lo prevengo, necesitareis mu-
cha paciencia y sutileza para sorprendernes
en sus Chiribitiles y ponerles en manos de la
. justicia.
—Haré cuanto pueda, contestó con una
modestia que pareció de buen augurio 4 M.**> -
—Una de sus mas recientes víctimas , CON-
tinuó, es el jóven Merton, hijo del primer
matrimonio de la viuda lady Everton; su se-
ñoría se ha dirigido á nosotros para que la
ayudemos á sacar á su hijo de las garras de
esos miserables; hoy á las cinco de la tarde
pasareis á su casa sencillamente en traje de
calle, y obtendreis de ella todos los informes
que podrá proporciónaros relativos 4 este
asunto, Acordaos de noticiármelo todo direc-
tamente y de no dirigiros mas que á mí para
todo lo que podais necesitar,
Provisto de estas instrucciones y de otras
menos interesantes, que es inútil mencionar,
fuí despedido por M.***
Por difícil, y diré hasta peligrosa que fuc-
se la tarea que se me acababa de confiar, la
acogí como un alivio y una distraccion á la
monotonía de mi servicio diario,
Apresuréme en consecuencia á llegar 4 ca-
sa , y como, gracias á la prevision de mi mu-
jer, la mayor parte de mis trajes se habian
felizmente salvado del naufragio de mi fortu-
na, vestíme con toda la elegancia posible y 4
las cinco en punto me dirigí al palacio de
lady Everton.
Indudablemente se me esperaba, pues no
tuye mas que pronunciar mi nombre, y al
instante fuí conducido al salon , en donde en-
contró á su señoría y 4 su hija, jóven bella
y elegante, :
Las dos esperaban, en efecto, mi llegada,
Lady Everton mostróse asombrada á mi a5-
pecto. Yo habia frecuentado siempre la bue-.
na sociedad, y en estas cireunstancias ho)