Full text: 2.a série, tomo 7 (1866) (1866,7)

  
EL SECRETO. 
primera y principal, Andrés era el único 
miembro que existia de la última generacion 
que habia habitado en Porthgenna-Tower en 
la época en que las tradiciones relativas á los 
“aposentos del norte se perpetuaban todavía en 
la memoria de los habitantes de aquella resi- 
dencia señorial. Las gentes que la ocupaban 
ahora eran extranjeros, investidos de sus fun- 
ciones por M. Frankland padre, y los servido- 
res que en otro tiempo habian estado á sueldo 
del capitan Treverton habian muerto Ó estaban 
dispersos. No existia mas que una sola perso - 
na cuyos recuerdos pudieran ser útiles á M. y 
mistress Frankland, y esta persona era, sin 
duda alguna , el hermano del antiguo propie- 
tario de Porthgenna-Tower. 
Además, aun en el caso en que la memo- 
ria de Andrés Treverton no acudiera en au- 
xilio de la curiosidad de Rosmunda, una cir- 
cunstancia favorable podia ofrecerse; y era 
que guardase en su poder algun documento 
impreso 6 manuscrito que ayudaraá encontrar 
el sitio donde estaba situado el aposento de 
los Mirtos. En virtud del testamento de su 
padre, documento redactado cuando Andrés, 
que era todavía muy jóven, iba 4 partir para 
el colegio, y que mo habia sido modificado ni 
en la época en que partió de Inglaterra, ni 
posteriormente en ninguna otra, heredó una 
coleccion de libros muy antiguos que forma- 
ban la biblioteca de Porihgenna. Si aquella 
parte de la herencia paterna estaba todavía 
en su poder, era muy probable que se encon- 
trara en ella algun plano, alguna descripcion 
del castillo tal como era en otro tiempo, y un 
documento de esta clase proporcionaria las in- 
dicaciohes cuya necesidad acababa de revelar- 
se. Razon de mas para creer que si existia 
algun medio para llegar á saber dónde estaba 
el aposento de los Mirtos, nadie mejor que Án- 
drés Treverton estaba en disposicion de pro- 
curarlo. + 
Dado todo esto por seguro, y siendo inevi- 
tablemente necesario recurrir á aquel viejo 
misántropo y mal humorado, nacia otra cues- 
tion. ¿Cómo entrar en relaciones con él? El 
sacerdote se daba completa cuenta que des- 
pues de la inexcusable conducta que habia 
observado Andrés con el padre y la madre de 
Rosmunda, esta no podia, bajo ningun pre- 
texto, escribir directamente á aquel pariente 
desnaturalizado. Pero se vencerá la dificultad 
suplicando al doctor Chennéry que sirva de 
intermediario en estas forzadas relaciones. Por 
insignificante que fuera la simpatia de aquel 
digno eclesiástico hácia la persona de Andrés 
Treverton, y por muy enérgicamente que 
desaprobara los principios de aquel insociable 
viejo, dejaria gustoso á un lado sus objecio- 
nes y repugnancias en interés de sus jóvenes 
La 
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amigos, y declaraba que pondria en planta su 
determinacion inmediatamente si Rosmunda y 
su marido aprobaban aquel paso, reanudando 
por escrito sus relaciones con Andrés Trever- 
ton, apelando á su memoria de otros tiempos 
y pidiéndole bajo pretexto de curiosidad ar- 
queológica, algunos detalles sobre el pabellon 
norte de Porthgenna-Tower: se comprende 
naturalmente que le preguntaría como tratan- 
do de una especialidad , bajo qué nombre par- 
ticular pudieron ser designadas en otro tiem- 
po cada una de las habitaciones del cuerpo 
del edificio. 
Al mismo tiempo que ofrecia sus servicios, 
el doctor no procuraba disimular que contaba 
con pocas probabilidades de recibir una con- 
testacion del viejo atrabiliario. Sin embargo, 
atendido el estado de las cosas no debia re- 
nunciarse á una esperanza por vaga que fue - 
ra, y era de parecer quese debia arriesgar 
una tentativa, con arreglo al plan de campaña 
que acababa de trazar. Si M. y mistresa 
Frankland podian idear un medio mejor para 
ponerse en comunicacion con Andrés Trever- 
ton, 6 lo que es mas, habian descubierto in- 
opinadamente algun modo de obtener los datos 
que les hacian falta, el doctor Chennery es- 
taba dispuesto á subordinar sus cpiniones á 
las de los jóvenes esposos. En todo caso debia 
hacerles presente, antes de terminar, que re- 
cordaran que miraba los intereses de los 
Frankland como los suyos propios, y se po- 
nia á su disposicion para todos los servicios 
que pudieran necesitar de él, 
No fué necesario meditar mucho tiempo so- 
bre esta amistosa epístola para que Rosmun- 
da y su marido se sintieran convencidos de 
que debian, aunque no fuera mas que para 
corresponder dignamente á su amistad, acep- 
tar el ofrecimiento del buen cura, El paso 
propuesto, no habia porque dudar, ofrecia 
pocas probabilidades de éxito; pero por otro 
lado, ¿debia esperarse alguno favorable de 
las investigaciones que podian hacer por si 
mismos y sin auxilio, respecto á Porthgenna! 
A lo menos lo proyectado por el doctor daba 
lugar á una vaga y remota esperanza de que 
tal vez podria producir algun resultado ; pero 
¿qué habia que esperar, para el esclareci- 
miento de un misterio relativo á una sola pie- 
za , de las investigaciones hechas al acaso, 
ignorándose completamente el objeto que se 
descaba descubrir, á través de dos hileras de 
aposentos cuyo número se elevaba ú diez y 
seis ? Cediendo á la influencia de estas consi- 
deraciones, Rosmunda contestó al sacerdote, 
dándole gracias por sus bondades y suplicán- 
dole que entrara en relaciones Con Andrés 
Treverton, tal como lo habia propuesto él 
mismo y esto en el mas breve plazo posible, 
 
	        
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