Full text: 2.a série, tomo 7 (1866) (1866,7)

  
a 
EL SECRETO. 215 
aposento de los Mirtos, le preguntó Ros- 
munda. Al levantarse habia hecho firme pro- 
pósito ; para llegar al descubrimiento del gran 
secreto, de no desaprovechar ninguna de las 
probabilidades que pudieran ofrecerle sus fre- 
cuentes preguntas hechas á diestro y sinies- 
tro, en toda la vecindad. 
El jardinero que fué el primero á quien se 
«dirigió vino á proporcionarle aunque incierto 
algun dato. 
—Nunca he oido semejante cosa, señora, 
«contestó aquel hombre ; pero el nombre pue- 
de no estar desprovisto de fundamento, aten- 
dido que los mirtos llegan á ser muy hermo- 
sos en estos sitios. 
—¡ Hay mirtos en la parte de los jardines 
“situados al norte ? preguntó Rosmunda , heri- 
da por el pensamiento de que tal vez descu- 
briria el misterioso aposento buscándolo no en 
el interior sino en el exterior del edificio... 
(Quiero decir, tened atencion, cerca de las 
paredes 6 debajo de las ventanas... 
—Desde que sirvo en la casa, yo no he 
«visto debajo de las ventanas mas que yerbas 
malas y montones de basura, contestó el 
jardinero. 
En este mismo momento llamaron para el 
«desayuno. Rosmunda volvió á la casa, muy 
resuelta á explorar el jardin del norte, y si 
encontraba en él algunos restos de una plan- 
tacion de mirtos tener buen cuidado en fijar 
la atencion en la ventana que estuviera enci- 
ma, para hacer abrir inmediatamente el apo- 
sento al cual diera luz aquella ventana. Par- 
ticipó á su marido este nuevo plan, él la fe- 
licitó por su idea , confesando no obstante , 
que segun lo que el jardinero habia dicho to - 
cante á las malas yerbas y al monton de es- 
<ombros, no debia confiar mucho en las pes- 
quisas practicadas en el exterior del edificio. 
En cuanto se terminó el desayuno , Kos- 
munda tocó la campanilla para que se presen» 
tase el jardinero que debia acompañarla , y 
para pedir las llaves de los aposentos del nor- 
te. Al campanillazo se presentó el ayuda de 
cámara de M- Frankland , llevando en la ma- 
mo la correspondencia que el cartero acababa 
de entregarle, la cual se habia recibido aque- 
lla mañana por el correo, Rosmunda recorrió 
rápidamente el sobre de las cartas, y se 
abalanzó á una de ellas dando un grito de ale- 
gra. 
—El sello de Long-Beckley !... dijo al mis- 
mo tiempo á su marido... Al fin el cura da 
«señales de vida !... 
Abrió la carta , que devoró si así puede de- 
cirse en un abrir y cerrar de ojos, la dejó 
luego caer sobre sus rodillas, y con las meji- 
llas encendidas : — Lenny, le dijo, con estas 
.moticias hay motivo para perder el juicio... 
La carta del buen cura, te lo aseguro, me 
ha cortado literalmente la respiracion. 
—Léemela ! dijo M. Frankland ; te lo rue= 
go , léemela en seguida | 
Rosmunda satisfizo inmediatamente este de= 
seo, con acento vacilante y voz poco firme. 
El doctor Chennery anunciaba , al principio, 
que su carta á Andrés Treverton habia que- 
dado sin contestacion, pero añadia que sin 
embargo , aquella habia dado un resultado 
que jamás se podia haber previsto. Para po- 
ner ásus comitentes al corriente de este resul- 
tado , les remitia adjunta la copia de una co- 
municacion que habia recibido de su agente 
de negocios en Londres, la cual llevaba la 
fórmula sacramental : Para él solo. Esta car- 
ta contenia una relacion muy detallada de una 
entrevista que habia tenido lugar entre el cria- 
do de M. Treverton y el mensajero encarga- 
do de ir 4 buscar la contestacion á la carta del 
doctor Chennery. Shrowl, segun parecia, em- 
pezó por trasmitir literalmente á aquel hom- 
bre la mala acogida que su amo habia dispen- 
sado al mensaje; en seguida exhibió la carta 
del sacerdote , hecha pedazos, y la copia del 
plano sacada por él del modo que ya hemos 
referido ; finalmente se habia mostrado dis- 
puesto á entregar aquella copia en cambio de 
un billete de banco de cinco libras esterlinas. 
El mensajero habia contestado á su véz que 
de la compra del documento no se hablaba en 
sus instrucciones , y aconsejó al criado de M. 
Treverton que se entendiera directamente con 
el agente del doctor Chennery. Despues de al- 
gunas dudas y vacilaciones, Shrowl se decidió 
á ello, bajo pretexto de cualquiera comision 
de la que se decia encargado ; vió al agente, 
quien le preguntó de qué medios se habia va- 
lido para llegar á ser dueño de la copia en 
cuestion, y viendo que no obfendria el pre- 
cio que pedia por ella si no contestaba á las 
preguntas que se le hacian, acabó por relatar 
todas las circunstancias que habian acompaña- 
do ála ejecucion de su trabajo. Una vez al 
corriente de todo lo antes citado el agente se 
habia comprometido á pedir instrucciones in- 
mediatamente al doctor Chennery á quien en 
consecuencia habia escrito , teniendo cuidado 
de mencionar por Postdata , que habia visto 
el plano de donde se habia sacado la copia, 
asegurándose de que aquel plano indicaba la. 
posicion relativa de puertas , escaleras , apo- 
sentos , etc... con la designacion de cada lo- 
calidad. 
Volviendo luego á tomar la palabra por su 
propia cuenta , el doctor Chennery dejaba en- 
teramente á M. y mistress Frankland el cui- 
dado de decidir lo que restaba que hacer. Se= 
gun su modo de ver, se habia comprometido 
ya aunque ligeramente dirigiéndose á M, Tre- 
 
	        
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