Full text: 2.a série, tomo 7 (1866) (1866,7)

  
  
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para sacar provecho de lo que ella sabia que 
era una impostura. Esta hipótesis explicaba 
no solo la carta escrita, sino tambien la ocul- 
tacion de la misma, M. Nixon hizo además la 
observacion , respecto á mistress Jazeph , que 
cualquiera declaracion prestada por ella es- 
taria, bajo el punto de vista legal, desprovis- 
ta de todo valor, por la dificultad, la imposi - 
bilidad, decia, de identificar de una manera 
satisfactoria la niña de quien se trataba en la 
carta, con la persona á quien tenia el honor 
de hablar en aquel momento como esposa de 
su jóven amigo M. Frankland, persona que 
estaba en el goce de un estado civil inataca- 
ble, y que ningun documento irregular le po- 
dria hacer mirar jamás bajo otro concepto que 
como la hija del capitan Treyerton, su anti- 
guo amigo y cliente. 
Despues de haber escuchado hasta el fin las 
sabias objeciones del legista, Leonardo admi - 
tió sin trabajo todo el ingenio y especiosidad 
que encerraban en sí, pero se vió obligado al 
mismo'tiempo á confesar que no habian modi - 
ficado en nada sus impresiones respecto á la 
carta, ni sus convicciones relativamente á los 
deberes que el hallazgo de aquel documento 
podia obligarle 4 cumplirs+ Antes de tomar un 
partido decisivo, aguardaria, dijo, la decla- 
racion de mistress Jazeph; pero si esta era de 
tal naturaleza, y se hacia de modo que cesa- 
ra de creer legítimos los derechos de su mu- 
jer á la fortuna de que era posesora, restitui- 
ri inmediatamente esta fortuna á su legitimo 
dueño, M. Andrés Treverton. 
M. Nixon vió evidentemente que todas las 
reflexiones , todes los argumentos de que po- 
dria servirse, no quebrantarian la resolucion 
de M. Frankland, y que,no debia esperar, 
dirigiéndose separadamente á Rosmunda, que 
esta interpusiera su influencia para modificar, 
en su parte absoluta, las determinaciones de 
su marido; bien convencido además, segun lo 
que acababa de oir, de que M. Frankland, si 
se le hacian nuevas objeciones, ó bien se de- 
cidiria á buscar un representante mas dócil, ó 
podria cometer algun error sensible procedien- 
do por sí mismo á la proyectáda restitucion, 
el abogado acabó por consentir, no sin hacer 
algunas reservas, á servir de intermediario, si 
era indispensable, entre su cliente y Andrés 
Treverton. Escuchó con cortés resignacion la 
breve exposicion que hizo Leonardo de las pre- 
guntas que segun su entender debian dirigir- 
.. 'á mistress Jazeph; y cuando le llegó el 
tw. vara hacer uso de la palabra, entregán- 
dose 1. '1 lo menos posible á sus inspiraciones 
sarcástica. Jidálfiplemente que bajo el pun- 
to de vista val eguntas eran en ver- 
dad excelentes + estaciones, añadió, ba - 
plesco, encerrarian sin 
¿NA 
  
     
   
   
   
    
  
EL SECRETO. 
duda mucho interés. «Sin embargo, continuó 
el abogado, como ya sois padre, señor Frank- 
lánd, y es muy posible (perdonad esta alusion 
á los arcanos del porvenir) que se aumente el 
número de vuestros descendientes, cuando 
vuestros hijos lleguen á mayores podrá ser que 
oigan hablar algun dia de la fortuna que po- 
seia su madre, perdida para ellos, y deseen 
algunas explicaciones tocante á ese heróico sa- 
crificio; me parece que seria muy convenien- 
te, no porque pudiera ponerse en tela de jui- 
cio, sino simplemente por el interés de vues- 
tra familia, que obtuvierais de mistress Jazeph, 
además de su declaracion verbal (contra la ad- 
mision de la cual no cesaré de protestar), un 
testimonio escrito, que cuando llegue vuestra 
última hora, podais legar 4 la posteridad, y 
que pueda servir para justificaros á los ojos de 
vuestros hijos, si en algun tiempo llegara á 
ser necesaria semejante justificacion. » 
El consejo era evidentemente muy cuerdo 
para que pasara desapercibido. A peticion ex- 
presa de Leonardo, M. Nixon extendió sobre 
la marcha una fó:mula de declaracion, afir - 
mando la autenticidad de la carta dirigida por 
la difunta mistress Treyerton desde el lecho 
de muerte á su marido, muerto tambien pos- 
teriormente, atestiguando la sinceridad de las 
aserciones contenidas en dicha carta, tanto por 
lo concerniente al fraude cometido y conse- 
cuente engaño del capitan Treverton, como 
por lo que se referia al verdadero origen de 
la niña introducida, á favor de este fraude, en 
el seno de una familia extraña, Previniendo á 
M. Frankland de que deberia hacer justificar, 
or la firma de dos testigos, la que mistress 
Dato seria requerida á continuar al pié de 
este documento, M. Nixon alargó el papel 4 
Rosmunda para que se lo leyera á su marido. 
Luego despues, como no se hizo objecion algu- 
na al escrito y como por otra parte su presen- 
cia no era de:ninguna utilidad, el abogado se 
levantó para despedirse, Leonardo ofreció es- 
cribirle en seguida si algun nuevo incidente lo 
hacia indispensable; entonces el letrado se re- 
tiró, protestando de nuevo contra la irregula- 
ridad legal de semejante negocio y jurando, 
además, que nunca en el curso de su larga 
carrera habia tenido que habérselas con un 
cliente tan obstinado. 
Despues de su partida, trascurrió mas de 
una hora sin presentarse ninguna nueva visi- 
ta. En este momento se dejó percibir cerca 
de la puerta un ruido de pasos que causó una 
agradable impresion á los esposos, y entró en 
el aposento el tio Joseph, a 
La mirada escrutadora de Rosmunda , mu- 
cho mas aguzada por la gran inquietud que 
habia pasado, descubrió , desde el primer mo- 
mento, un cambio notable en la fisonomía y 
  
 
	        
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