Full text: 2.a série, tomo 7 (1866) (1866,7)

  
EL SECRETO. 
«en seguida sin hacer ninguna objecion sobre 
los motivos que le impulsaban 4 un deseo se- 
mejante ; pero Rosmunda , cuya curiosidad se. 
despertó de pronto, quiso saber porqué el 
tio Joseph preferia esperar en la fonda. 
—Ese hombre no me inspira simpatia, 
contestó el anciano. Cuando habla de Sarah , 
sus expresiones, su fisonomía, parece que 
indican que no espera verla jamás restableci - 
«da. Despues de esta breve contestacion, se 
dirigió hácia la ventana con una especie de 
disgusto, y como felicitándose por no haber 
dicho mas. 
La morada del médico estaba algo distante, 
¿paro M, y mistress Frankland llegaron á ella 
antes de una hora , y todavía le encontraron en 
casa. Era el facultativo un hombre jóven de 
fisonomía dulce y grave á la vez , respirando 
en sus maneras calma y reserva. El contacto 
diario con el pesar y el sufrimiento habian, 
tal vez prematuramente , enfriado, entriste- 
cido su carácter. Presentándose simplemente 
Rosmunda y su marido como dos personas 
que se interesaban vivamente por mistress Ja- 
mes, la primera dejó á Leonardo que hiciese 
las preguntas relativas á la salud de aquella 
madre á quien volveria á ver bien pronto, 
A la contestacion del doctor sirvieron de 
exordio algunas palabras corteses, pero de 
mal augurio, que tenian al parecer por ob- 
eto preparar á sus oyentes á pronósticos me- 
nos fayorables de los que podian haber con- 
cebido al ir á encontrarle. Omitiendo con 
cuidado todos los términos, todas las deduec- 
ciones técnicas, les dijo que su cliente estaba, 
sin ningun género de duda, atacada de una 
afeccion al corazon verdaderamente grave. En 
cuanto á la naturaleza exacta del mal, reco- 
nocia lealmente que podian existir dudas y 
que entre varios médicos seria posible que no 
la apreciaran todos de la misma manera. En 
cuanto á él, su opinion personal , formada en 
vista de los síntomas que habia observado con 
atencion , era que la enfermedad residia en la 
arteria que trasmite la sangre á todo el orga- 
nismo al salir del corazon. Habiendo contes- 
tado siempre la enferma con marcada repug- 
nancia á las preguntas que le habia hecho so- 
bresu vida pasada , todo lo mas que podia 
hacer era conjeturar que el orígen de su mal 
se remontaba á una fecha bastante remota ; 
segun todas las probabilidades , debia haber 
sido producido por algun gran sacudimiento 
moral seguido de prolongadas ansiedades, te- 
naces , fatigosas (de las cuales por otra parte 
se advertian las huellas en su semblante); 
este mal se habia agravado luego con las fa- 
tigas del viaje á Londres, que ella confesaba 
haber emprendido en ocasion en que su gran 
«decaimiento nervioso hubiera debido impe- 
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dirle ponerse en camino. Mirada la cuestion 
bajo este punto de vista, el doctor obedecia 
á un deber penoso, añadió, declarando á los 
amigos de la enferma que toda emocion vio- 
lenta pondria indudablemente la vida de Sa- 
rah en peligro. Por otro lado, si las ansieda- 
des mentales, de que padecia entonces, po- 
dian calmarse, si era posible trasladarla al 
campo en compañía de personas que se dedi- 
caran á mantener en rededor de ella una 
completa calma, proveyendo además á todas 
sus necesidades, no era de todo punto imposi- 
ble esperar que se atajarian los progresos del 
. mal y podria prolongar todavía por algunos 
años su existencia, 
El corazon de Rosmunda contristado al 
principio , se ensanchó ante la perspectiva de 
ese porvenir que le hacian entrever las últi- 
mas palabras del médico. — Gozará de todo 
lo que decís que le es indispensable, y mu- 
cho mas , si es necesario , contestó con impe- 
tuosidad , antes de que su marido pudiera usar 
nuevamente de la palabra... ¡Oh! caballero,, 
si no necesita mas que reposo rodeada de per- 
sonas poseidas de abnegacion por ella, si es 
eso lo que hace falta á esa pobre naturaleza 
aniquilada, á Dios gracias, todo podemos 
nosotros facilitarlo, 
—Ciertamente así es, dijo Leonardo, com- 
pletando el pensamiento de su mujer, si el 
señor doctor autoriza ciertas explicaciones con 
su cliente; explicaciones que deben acabar con 
todas sus inquietudes , pero que es necesario 
añadir no está en manera alguna preparada á 
recibirlas. 
—¡Puedo yo saber, Uijo el doctor, á quien. 
corresponde la responsabilidad de las expli- 
caciones que pueden dársele en ese sentido? 
—Dos personas se hallan en igual disposi- 
cion de encargarse de ellas , contestó Leonar- 
do. Una esel anciano á quien habeis visto ya 
á la cabecera de su lecho, la otra es mi mu-: 
Jens ; 
—En ese caso, contestó el doctor, mirando 
á Rosmunda, no debo vacilar en decir que 
de las dos, esta señora no será la mejor in- 
termediaria... Se detuvo , reflexionó un ins- 
tante y luego añadió: ¿Puedo no obstante in- 
formarme antes de dar consejo respecto á la 
eleccion , si esta señora es conocida familiar- 
mente por la enferma , y si tiene con mistress 
James tanta intimidad como el buen anciano de 
quien acabais de hablarme? 
—Bien á pesar mio , debo contestar nega-. 
tivamente á esta doble pregunta, dijo Leonar- 
do. Y tal vez creo prudente añadir al mismo 
tiempo, que vuestra enferma cree á mi mu- 
jer en el fondo del Cornouailles. Su aparicion 
súbita podria pues causar á mistress James 
una gran sorpresa y hasta presumo que po- 
  
  
 
	        
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