Full text: 2.a série, tomo 7 (1866) (1866,7)

  
EL SECRETO. 
tú ? Verdades formidables que caian sobre mi 
corazon , mientras hablaba, como la aplastado- 
ra roca «bajo la cual quedó sin vida aquel pa- 
dre á quien no has conocido jamás, 
— No hablemos ahora de todo eso, dijo Ros- 
munda. No volvamos áacordarnos de lo pasa- 
do!.... Sé sobre ese particular todo cuanto es 
necesario que sepa, todo lo que deseaba sa- 
ber, Hablemos de nuestro porvenir, madre 
mia, y de las mayores felicidades que nos es- 
tán reservadas, Mirad, hablemos de mi queri- 
do esposo. Si pudiera encontrar palabras bas- 
tante elocuentes para elogiarle como se mere- 
ce, para bendecirle como debe serlo, esas son 
las que yo emplearia, querida madre, y de 
ellas querriais tambien serviros despues. De- 
jadme que os cuente lo que pasó entre nos- 
otros cuando procedí á la lectura de la carta 
hallada en el aposento de los Mirtos...¡ Oh ! 
si, dejadme que os lo cuente todo | 
Puesta sobre aviso por las últimas adverten- 
cias del médico, que le acudian á la memoria, 
y poseida de un secreto temor, porque bajo su 
mano sentia latir el corazon de su madre, 
cuyos latidos eran irregulares, fuertes, peno- 
- sos, y veia sucederse rápidamente en su ros- 
tro á una extrema palidez un vivo carmin, y 
á este una lividez mortal, formó propósito de 
no dar lugar por medio de su conversacion, á 
que la asaltara el recuerdo de penas pesadas, 
de años trascurridos sin gozo ni esperanza. 
Despues de haber referido minuciosamente á 
su madre todos los detalles de la visita que habia 
contribuido al descubrimiento del secreto, y 
de las explicaciones que 'se habian seguido, 
la hizo pasar de este asunto sin transicion nota- 
ble, 4 los proyectos formados para el porvenir 
por los jóvenes esposos, para la época en que 
podria soportar las fatigas de un viaje; en la 
felicidad que se prometian al volver juntos al 
Cornouailles, asistiendo á la sencilla fiesta 
que organizarian en la morada del tio Joseph 
al pasar por Truso; y en el viaje que un po- 
co mas adelante harian hasta Porthgenna..... 
á menos que se eligiera un sitio donde nue- 
vos paisajes, nuevas compañías, ayudaran á 
olvidar endo posible, lo que era necesario re- 
legar al rango de recuerdos perdidos en la no- 
che de los tiempos. 
Mientras Rosmunda hablaba todavía relati- 
vamente á todos estos proyectos, y su madre 
la escuchaba tambien, interesándose mas y 
mas á cada palabra nueva, volvió ú entrar el 
tio Joseph. Traia consigo una canastilla de 
flores y otra de frutas, que depositó con aire 
de triunfo al:pié de la cama de su sobrina. 
—He ido 4 calentarme un poco á ese her- 
moso sol, querida niña, le dijo, y he tardado 
todo el tiempo necesario para que tu rostro re- 
cobre.su aire de felicidad. De este modo es 
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como yo deseaba verlo á mi vuelta, y como 
deseo verlo de hoy en adelante, »hasta el fin 
de mi vida....¡ Ah, Sarah !.... no me lo nega- 
rás... Yo soy el que ha hallado para ti el ver- 
dadero médico, añadió jovialmente, designan- 
do con la mirada á Rosmunda..... Ella te ha 
vuelto ya al buen camino.... Dale un poco 
mas de tiempo, y este doctor te sacará del le- 
cho, con las dos mejillas sonrosadas, el cora- 
zon aligerado, la lengua tan avispada como 
mis mejillas, mi corazon y mi lengua... Con- 
templa por un momento estas hermosas flo-* 
pla p 
res y estas excelentes frutas que he comprado 
para ti... Aquí tienes con que regocijar la vis- 
ta y el olfato... luego, lo que es mejor, el pa- 
ladar... Hoy es dia de fiesta en nuestra casa, 
y es preciso que brille, que brille, que bri- 
lle... ¡ Ah ! sí... como si estuviera dorada.... 
Luego te se entrará la comida..., He visto ya 
en el plato.... un cuarto de pollo, como un ro- 
llo de manteca... luegó echarás un sueñecito, 
que arrullará la Berceuse de nuestro amigo 
Mozart... y te velaré.... hasta el momento en 
que sea necesario bajar á buscar el tó para mi 
sobrinita, la cual habrá vuelto .á abrir sus 
hermosos ojos...¡Ah! hija mia, ¡cuán agrada- 
ble es haber llegado por fin á este dia de sa- 
tisfaccion !» . 
Con las dos manos llenas de flores , y diri- 
giendo 4 Rosmunda una brillante mirada, se 
separó de la cama para decorar á su gusto la 
habitacion. En cuanto á su-sobrina , excep- 
tuando el momento en que le dió gracias por 
sus regalos, no habia cesado, mientras. él 
hablaba , de contemplar el rostro de su hija, 
de lo que no se veia nunca satisfecha. Y cuan- 
do el buen anciano cesó en su charla, las 
primeras palabras que pronunció fueron solo 
para Rosmunda. 
-—Mientras yo gozo aquí de la presencia de 
mi hija , le dijo, te retengo egoistamente le- 
jos del tuyo. Y sin embargo yo deberia ser la 
última que os tuviera separados así tanto 
tiempo. Vuelve pues, querida mia, al lado de 
tu marido, al lado de tu hijo. Déjame, en 
medio de mis agradables pensamientos, soñar 
en la felicidad que me espera de hoy en ade- 
lante. : 
—Por.amor de vuestra madre, haced lo que 
os ha dicho, añadió el tio Joseph , antes que 
Rosmunda pudiera contestar... El doctor pre- 
viene que es necesario el reposo durante el 
dia, tanto como durante la noche. Y ¡cómo 
conseguiré que cierre los ojos , si estais ahí 
para que los tenga abiertos para miraros ? La 
tentacion seria irresistible. 
Rosmunda comprendió la justicia del con- 
sejo , y consintió en volver á la fonda por al- 
gunas horas, bajo condicion expresa de que 
por la noche volveria á ocupar su puesto á la 
  
  
 
	        
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