EL SKkCRETO.
tus cartapacios, continuó, fué para mi una
verdadera amiga, en aquellos lejanos tiempos
que yo habitaba en Porthgenna. Permitia que
alguna vez te metiera yo en la cama, Ros-
munda , y jamás me acosaba ni me importu-
naba como los demás con sus preguntas... Su
bondad para conmigo pudo hacerla perder su
colocacion,.. Mi ama siempre tenia miedo de
que yo llegara á descubrir mi secreto y el su-
yo, si frecuentaba demasiado la nursery;
habia dado sus órdenes para que se me impi-
diera penetrar en ella, en atencion, decia,
que no tenia yo nada que hacer allí. Ninguna
otra mujer de la casa se hallaba bajo el peso
de una consigna semejante. Ninguna otra ha-
llaba tantas dificultades para abrazarte , para
jugar contigo, como yo!... Pero aquella bue-
na niñera, de que te hablaba (Dios la habrá
bendecido por esto) siguió, sin embargo,
siendo mi amiga y mi cómplice... Con mucha
frecuencia, cuando mi señora me creia en mi
aposento, ocupada en mi labor, te acostaba
en la cuna, diciéndute Buenas noches, A pe-
sar de que me decias que preferias á la niñe-
ra, jamás, sin embargo, te enfadaste for-
malmente conmigo.... jamás me rechazaste,
cuando te pedi un beso, que juntara tus son-
rosados labios con los mios...
Rosmunda inclinó suavemente su cabeza,
que se encontró de este modo colocada sobre
la almohada , al lado de la de «u madre... —
Vamos, querida mamá , le dijo con insinuan-
te acento, no pensemos tanto en lo pasado!....
Ocupaos mas bien del porvenir... Pensad en
la épeca en que mi hijo os devolverá todos
esos lejanos recuerdos despojados de su amar-
gura... en la época en que le enseñareis á po-
sar sus labios sobre los vuestros, como yo
posaba en otro tiempo los mios.
—Lo intentaré , Rosmunda... pero acuér-
date de que durante infinidad de años, mis
solos pensamientos para el porvenir han sido
que un dia volveríamos á encontrarnos en el
cielo... Si mis pecados son perdonados, ¡de
qué modo volveremos á encontrarnos ?!... ¡Se-
rás allí para esta pobre madre la niña de otro
tiempo?,.. la que dejé de ver cuando tenia
cinco años ?,.. Yo no me admiraria de que la
bondad de Dios quisiera tenerme en cuenta
Duestra larga separacion... No me admiraria
de que me aparecieras , en el mundo donde se
es feliz, bajo tu figura de niña, y que fueras
para mi lo que hubieras debido ser acá en la
tierra... un hermoso angelito que llevara yo
entre mis brazos... Si rogamos todavía en el
cielo, ¿nodeberé encargarme de enseñarte las
plegarias... para consolarme de no habértelas
enseñado aqui?
Cesó de hablar, sonrió tristemente, y con
los ojos cerrados se entregó á los sueños que
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vagaban todavía por su inteligencia apenas so-
segada. Creyendo que tal yez, si no le dis-
traza ningun objeto, podria conciliar el sueño,
Rosmunda no hizo ningun movimiento y no
dijo una palabra mas, Sns ojos, fijos en aquel -
tranquilo semblante, se cercioraron bien
pronto de que la. luz del dia decrecia gradual
y lentamente... Bien segura de que no se
equivocaba , volvió á mirar hácia la ventana,
Los celajes del occidente habian perdido
todo su reflejo luminoso, Estaba anochecien-
do.
Al primer movimiento que hizo en su asien-
to, Rosmunda sintió apoyarse en la espalda
la mano de su madre. Volviéndose hácia el
lado de la cama, vió fijos en ella, enteramen-
te abiertos, los ojos de la enferma... Los vió,
y creyó distinguir en ellos una nueva expre-
sion , la que parece indicar una ausencia mo-
mentánea de las facultades intelectuales.
—¡Qué hablaba yo del cielo ?... dijo de
pronto la enferma, como si murmurara entre
dientes, y muy. bajo, con la cara vuelta hácia
el lado donde se proyectaba la oscuridad...
¿Quién me asegura que iré yo nunca?,., Y
no obstante, Rosmunda, no he violado el ju-
ramento prestado á mi ama... En caso nece-
sario podrias atestiguar que.no he inutilizado
la carta, que no me la he llevado conmigo,
á pesar de haber abandonado la casa... Es
- verdad que he querido retirarla del aposento
de los, Mirtos... pero yo no queria retirarla de
allí mas que para ocultarla en otra parte...
Jamás he pensado en sacarla de la casa... ja-
más he querido faltar á mi juramento...
—Madre mia , va anocheciendo... Permitid
que me leyante para encender las velas.
Lu mano de Sarah se levantó suavemente
hasta el cuello de su hija, y se asió á ella
mas estrechamente que nunca, :
—Yo no juré jamás entregarle la carta, de-
cia,.. en ocultarla no habia ningun crímen...
¡La has encontrado, Rosmunda , detrás de
un retrato ?.,. un retrato que se decia ser el
del fantasma de Porthgenna... ignorándose la
fecha... ni cómo, habia llegado al dominio...
A mi ama le causaba horror , porque aquel
rostro tenia una extraña semejanza con el
suyo... Me dijo un dia, poco despues de mi
llegada á Porthgenna , que lo descolgara y lo
hiciera pedazos... Yo tuve miedo de obede-
cer... Y por esta causa, mucho antes de tu
nacimiento lo escondí en el aposento de los.
Mirtos... Tú has debido encontrar la carta
detrás de ese cuadro, Rosmunda ?... ¿No era
por cierto, sin embargo, un buen escondi-
te 1... Nadie habia descubierto todavía el re-
“ trato... ¿Cómo creer que pudiera ser descu-
bierta la carta escondida detrás de él!
— Permitidme , madre mia, que encienda