Full text: 2.a série, tomo 7 (1866) (1866,7)

  
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¡La paz!... ¡no acababa de perderla? ¡No la . 
buscaba con ansia? Y un momento de calma 
¿no es la dicha mas suprema despues de la 
tempestad? ¿Por qué, pues, no habia de en- 
trar en aquella morada que se la ofrecia? 
Entró en efecto, El convento, cualquiera 
que sea la opinion que se tenga sobre la san- 
tidad y la vida contemplativa, era entonces 
un refugio que buscaba con afan el hombre 
á quien acosaba la desgracia. El silencio, la 
religion , la quietud y el apartamiento de los 
negocios mundanos los presentaban como una 
isla de salvacion en medio del agitado océano 
de la vida, y el corazon, maltratado por la 
fortuna (dorada palabra que esconde la des - 
- lealtad, la ingratitud y la perfidia del hom- 
bre) iba á buscar allí, y encontraba á menu- 
do, el bálsamo del olvido. Entre los raros 
acontecimientos de mi vida jamás se borrarán 
de mi memoria los ocho dias que quise pasar 
en un monasterio. La incomparable situacion 
del convento y la vista de la fecunda riqueza 
de los valles y montañas circunvecinas , con- 
tribuyó sin duda á restituirme la tranquilidad 
que iba á buscar en el claustro; pero bajo 
aquellos pórticos silenciosos, y por aquellos 
interminables corredores poblados de seres, 
al parecer tan diferentes de los que solemos 
encontrar en el mundo, presentábase sin ce- 
sar á mi imaginacion el recuerdo de Dante 
Alighieri, cuando errante como yo, despues 
de abandonar como yo los objetos mas queri- 
dos, e indispuesto con su patria y sus com- 
pañeros de infortunio, se sentó para meditar 
e«Én uno de los conventos de la diócesis de 
Luni, Un fraile que le vió inmóyil y absorbi- 
do en profunda meditacion, se acercó á él y 
le dijo: — ¿Qué buscais aquí, buen hombre? 
ó lo cual respondió el gran poeta: — La paz. 
En las paredes laterales del convento don= 
de entró Buonvicino se veia la historia ver- 
dadera ó fabulosa de la institucion de los Umi- 
liati, Los que admiran hoy dia en aquel pala- 
cio las grandes obras de los maestros antiguos 
y modernos, apenas podrian formarse una 
idea de la rudeza de aquellas pinturas al 
fresco de personajes mal delineados, sin movi- 
miento ni sombra, sin fondo ni perspectiva. 
Adivinar lo que significaban aquellas compo- 
siciones hubiera sido empresa harto dificil si 
algunos epígrafes mal versificados y tan gro- 
seros como las pinturas, no hubieran ayuda- 
do á explicarlas. Veíanse á la derecha ruinas 
de casas y paredes de iglesias, y la palabra 
Milan indicaba que aquellas ruinas eran las 
de la ciudad cuando Barbaroja la habia de- 
vastado con sus confederados, la mayor par- 
te italianos. En medio del cuadro se veian al- 
gunos personajes en traje de duelo, de rodi- 
¡las y con las manos juntas, los cuales repre- 
MARGARITA PUSTERLA. 
sentaban los caballeros milaneses que, segun 
dice la tradicion , hicieron voto de consagrar- 
se á una vida de penitencia y de santidad : 
esto mismo indicaba la inscripcion siguiente 
colocada encima del cuadro y groseramente 
versificada: 
Como diruto Mediolano de Barbarogas 
cum la mano, : 
Li militi se botano á Maria, ke lau - 
data sia (1), 
Al otro lado se veian casas, las unas con- 
cluidas, las otras en estado de construccion, 
para representar á Milan que, despues de ha- 
ber sido destruida por las disensiones lombar- 
das, fué reconstruida por. la fraternidad de 
todos los ciudadanos. Una docena de damas 
y caballeros con los brazos y los hombros 
cargados de sus riquezas, se dirigian hácia una 
iglesia inmediata sobre la cual aparecia entre 
una porcion de nubes la Virgen María con 
una inscripcion que decia: 
Questi enno li militi Umiliati quali in 
epsa civitati 
Solvono li boti cinceri. Diceti un Ave, ó 
passagieri (2)! 
La rudeza de esta poesía y de aquellas pin- 
turas no chocaban á Buonvicino, que á decir 
verdad, no estaba acostumbrado á ver otra 
cosa mejor. Aunque ya en aquella época Dan- 
te y Giotto, los padres de la poesía y de la 
pintura, habian aparecido en el mundo artís- 
tico y literario, aunque los cantos del prime- 
ro eran ya leidos públicamente y comentados 
en Lombardía, y á pesar de que Giotto habia 
ya pintado para la corte de Azona' Visconti, 
el gusto, sin embargo, no se habia generali- 
zado todavía y no era ciertamente ni aun el 
último de los discípulos de Andrino de Edes- 
sa, de Pavía, el que habia compuesto los rús- 
ticos cuadros que acabamos de pintar, 
Por lo demás, el asunto que representaban 
respondia maravillosamente á las disposicio- 
nes interiores de Buonvicino, el cual perma- 
neció largo tiempo abismado en una religiosa 
y muda contemplacion. Angel Gabriel de 
Concorezzo, el hermano portero, se hizo 4 
un lado cuando le vió acercarse al umbral, y 
le dijo: 
—La bendicion del Señor sea con vos, 
Buonvicino entró en un patio donde erecia 
la yerba: en el centro habia un pozo sobre 
  
(1) Despues de la destruccion de Milan por 
Barbaroja y su ejército, los soldados se con- 
sagran á María, que para siempre sea ala- 
bada, 
(2) Estos son los soldados Umiliati que en 
esta misma ciudad cumplen votos sinceros. 
Pasajeros, rezad una Ave María. 
  
  
 
	        
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