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¡La paz!... ¡no acababa de perderla? ¡No la .
buscaba con ansia? Y un momento de calma
¿no es la dicha mas suprema despues de la
tempestad? ¿Por qué, pues, no habia de en-
trar en aquella morada que se la ofrecia?
Entró en efecto, El convento, cualquiera
que sea la opinion que se tenga sobre la san-
tidad y la vida contemplativa, era entonces
un refugio que buscaba con afan el hombre
á quien acosaba la desgracia. El silencio, la
religion , la quietud y el apartamiento de los
negocios mundanos los presentaban como una
isla de salvacion en medio del agitado océano
de la vida, y el corazon, maltratado por la
fortuna (dorada palabra que esconde la des -
- lealtad, la ingratitud y la perfidia del hom-
bre) iba á buscar allí, y encontraba á menu-
do, el bálsamo del olvido. Entre los raros
acontecimientos de mi vida jamás se borrarán
de mi memoria los ocho dias que quise pasar
en un monasterio. La incomparable situacion
del convento y la vista de la fecunda riqueza
de los valles y montañas circunvecinas , con-
tribuyó sin duda á restituirme la tranquilidad
que iba á buscar en el claustro; pero bajo
aquellos pórticos silenciosos, y por aquellos
interminables corredores poblados de seres,
al parecer tan diferentes de los que solemos
encontrar en el mundo, presentábase sin ce-
sar á mi imaginacion el recuerdo de Dante
Alighieri, cuando errante como yo, despues
de abandonar como yo los objetos mas queri-
dos, e indispuesto con su patria y sus com-
pañeros de infortunio, se sentó para meditar
e«Én uno de los conventos de la diócesis de
Luni, Un fraile que le vió inmóyil y absorbi-
do en profunda meditacion, se acercó á él y
le dijo: — ¿Qué buscais aquí, buen hombre?
ó lo cual respondió el gran poeta: — La paz.
En las paredes laterales del convento don=
de entró Buonvicino se veia la historia ver-
dadera ó fabulosa de la institucion de los Umi-
liati, Los que admiran hoy dia en aquel pala-
cio las grandes obras de los maestros antiguos
y modernos, apenas podrian formarse una
idea de la rudeza de aquellas pinturas al
fresco de personajes mal delineados, sin movi-
miento ni sombra, sin fondo ni perspectiva.
Adivinar lo que significaban aquellas compo-
siciones hubiera sido empresa harto dificil si
algunos epígrafes mal versificados y tan gro-
seros como las pinturas, no hubieran ayuda-
do á explicarlas. Veíanse á la derecha ruinas
de casas y paredes de iglesias, y la palabra
Milan indicaba que aquellas ruinas eran las
de la ciudad cuando Barbaroja la habia de-
vastado con sus confederados, la mayor par-
te italianos. En medio del cuadro se veian al-
gunos personajes en traje de duelo, de rodi-
¡las y con las manos juntas, los cuales repre-
MARGARITA PUSTERLA.
sentaban los caballeros milaneses que, segun
dice la tradicion , hicieron voto de consagrar-
se á una vida de penitencia y de santidad :
esto mismo indicaba la inscripcion siguiente
colocada encima del cuadro y groseramente
versificada:
Como diruto Mediolano de Barbarogas
cum la mano, :
Li militi se botano á Maria, ke lau -
data sia (1),
Al otro lado se veian casas, las unas con-
cluidas, las otras en estado de construccion,
para representar á Milan que, despues de ha-
ber sido destruida por las disensiones lombar-
das, fué reconstruida por. la fraternidad de
todos los ciudadanos. Una docena de damas
y caballeros con los brazos y los hombros
cargados de sus riquezas, se dirigian hácia una
iglesia inmediata sobre la cual aparecia entre
una porcion de nubes la Virgen María con
una inscripcion que decia:
Questi enno li militi Umiliati quali in
epsa civitati
Solvono li boti cinceri. Diceti un Ave, ó
passagieri (2)!
La rudeza de esta poesía y de aquellas pin-
turas no chocaban á Buonvicino, que á decir
verdad, no estaba acostumbrado á ver otra
cosa mejor. Aunque ya en aquella época Dan-
te y Giotto, los padres de la poesía y de la
pintura, habian aparecido en el mundo artís-
tico y literario, aunque los cantos del prime-
ro eran ya leidos públicamente y comentados
en Lombardía, y á pesar de que Giotto habia
ya pintado para la corte de Azona' Visconti,
el gusto, sin embargo, no se habia generali-
zado todavía y no era ciertamente ni aun el
último de los discípulos de Andrino de Edes-
sa, de Pavía, el que habia compuesto los rús-
ticos cuadros que acabamos de pintar,
Por lo demás, el asunto que representaban
respondia maravillosamente á las disposicio-
nes interiores de Buonvicino, el cual perma-
neció largo tiempo abismado en una religiosa
y muda contemplacion. Angel Gabriel de
Concorezzo, el hermano portero, se hizo 4
un lado cuando le vió acercarse al umbral, y
le dijo:
—La bendicion del Señor sea con vos,
Buonvicino entró en un patio donde erecia
la yerba: en el centro habia un pozo sobre
(1) Despues de la destruccion de Milan por
Barbaroja y su ejército, los soldados se con-
sagran á María, que para siempre sea ala-
bada,
(2) Estos son los soldados Umiliati que en
esta misma ciudad cumplen votos sinceros.
Pasajeros, rezad una Ave María.