MARGARITA
cuyos bordes se inclinaba el pomposo follaje
del agnus castus, árbol que se veia con fre-
cuencia en los conventos, porque se le atri-
buia la propiedad de mantener sin 'mancilla |
el voto de castidad. En rededor de aquel pa-
tio se veia un pórtico sostenido por pilastras
de piedra, en el cual llamaban la atencion
cuatro cuadros del mérito de los primeros, que
representaban la vida laboriosa de algunos
santos ; entre los cuales figuraban san Pablo
fabricando cestos, san José manejando el ce-
pillo de carpintero y los padres del desierto
entretejiendo palmas.
¡Apacible mansion! Millares de pajarillos
amenizaban aquel sitio con sus cánticos, mien-
tras la golondrina buscaba un nido entre
aquellos árbolés donde debia pasar la prima-
vera, segura y tranquila. Numerosas y fúne-
bres cortinas tendidas en aquellas vastas sa -
las disponian á la meditacion. De vez en
cuando se veia algun monje cubierto con una
túnica blanca, un capuchon del mismo color,
una cuerda á la cintura, sandalias por calza-
do, y pintada en su rostro la gran tristeza
gue convenia al duelo de tan solemne dia.
Acostumbrados á ver á los forasteros recorrer
su morada, no alababan jamás sus bellezas,
ni preguntaban ni temian nada. La religion
protegía las riquezas que habian reunido é
imprimia su sagrado carácter á los que la de-
vocion ó$ el infortunio habian conducido á
aquel recinto. Cuando pasaban por el lado de
Buonvicino, le decian: Paz vobis, y prose-
uian su camino,
Todo aquel conjunto producia en el alma
de Buonvicino el efecto de un apacible céfiro
sobre las ondas de un lago agitado: vagaba
á la casualidad por aquellos sitios absorbido
en sus reflexiones, y su marcha al principio
inquieta y agitada, se iba calmando poco á
poco y daba indicios de la paz que por mo-
mentos penetraba en su corazon. De repente
oyó un concierto de voces débiles y lejanas y
como saliendo del fondo de un subterráneo,
que entonaban una lúgubre melodía; guiado
por aquel sonido, Buonvicino llegó á la igle-
sia, donde reinaba la mayor oscuridad 4 fin
de que fuese mas profundo el recogimiento.
Ninguna lámpara, ningun cirio brillaba en el
altar despojado; el murmullo de la oracion
que pronunciaban los fieles ocultos en las ti-
nieblas, recordaba los espíritus angélicos que
en semejante dia se oyeron gemir invisibles
en el templo de Jerusalen mientras que espi-
raba su Criador. En el altar, Ó como dicen
los lombardos, en el scuruolo, los sacerdotes
repetian alternativamente las lamentaciones
de Jeremias y la narracion á la yez tan sen-
cilla y tan patética de la muerte del Reden-
tor,
A
PUSTERLA. 293
*Buonvicino avanzó á tientas, y habiéndose
aproximado á una de las diez y seis columnas
que dividian la iglesia en tres naves, encon-
tró un cuerpo sólido que al tacto le pareció
una tumba, sobre la cual habian esculpido la
efigie del personaje que encerraba, y arrodi-
llóse ante aquel mármol que era en efecto la
sepultura de Bertran, primer gran maestre
general de los Umiliatiz aquel que despues de
imponerles su regla se habia dormido en el Se-
ñor en 1257. Buonvicino apoyó su frente en el
mármol del sepulcro y se escaparon de sus
ojos abundantes lágrimas. El pensamiento de
Dios, de los bienes perecederos del mundo,
del justo sufriendo para expiar las faltas del
género humano, y el sentimiento , en fin, de
un dolor universal, habia sustituido en su al-
ma al sentimiento de sus propios infortunios,
6 la idea de sus pasadas desgracias, de su
reciente error, de la patria, de Margarita y
de todo lo que en el mundo le habia hecho
sufrir 6 gozar, ¿Cuál es el goce humano, de-
cia en su interior, que no, termina por la
amargura y el hastío? Aqui por el contrario
“sucederán los dias de alegría 4 la austeridad
de la cuaresma. Pasado mañana al encontrar-
se unos á otros se saludarán con este grito de
gozo: ¡Ha resucitado! ¡Saludable penitencia
que se convierte en inmenso regocijo! :
En medio de estas meditaciones, Buonvi-
cino se sintió arrebatado por un religioso fer-
vor y resolvió retirarse del mundo para con-
sagrarse enteramente á Dios. Llegada la no-
che, se quedó en el convento y pidió ser re-
cibido como novicio: concediósele en efecto y
en breve tuvo lugar su profesion, La comu-
nidad miró como preciosa la adquisicion de
un personaje de tan alto rango, y la fama de
este hecho se esparció bien pronto por Milan
y dió materia 4 las personas virtuosas para
bendecir al Señor, á los amigos de Buonyici-
no para adorarle, y para respetarle á sus su-
periores: hasta los malos' no temiendo ya la
rivalidad del monje, confesaban sus méritos
y virtudes. -
Durante algun tiempo se consagró á los de-
beres comunes de su nuevo estado: degpues
resolvió ordenarse. Tanto para ejercitar su
paciencia cuanto para adquirir una ciencia
buena para todos, pero indispensable á un
sacerdote, se dedicó á interpretar la Santa
Biblia. ¡Oh! ¡qué sabroso pasto encontraron
entonces su inteligencia y su corazon! Ade-
más de las verdades divinas que el libro le
revelaba ¡cómo le fortalecia en medio de sus
sufrimientos, cómo le consolaba, Con qué im-
pulso irresistible le conducia á la verdad! En
los cantos de los profetas sentia arder el amor
de la patria que tanto habia exaltado su co-
razon, En aquel libro está siempre la desgra-
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