Full text: 2.a série, tomo 7 (1866) (1866,7)

  
¡ARGARITA 
hemos hablado, se terminó en la córte con un 
espléndido banquete. e 
El obispo Giovanni, todos los embajadores 
de las ciudades, de los príncipes y de los 
grandes señores asistian á este festin, y la 
profusion fué tan grande que Grillincervello 
que contemplaba con admiracion todo aquel 
lujo, djole en voz baja á Luchino: — Amo 
anio, ¿tratas de echar á alguno el anzuelo ? 
Cada servicio era traido al son de trompas 
y otros instrumentos por una porcion de pa- 
jes ricamente vestidos. Grillincervello corria 
entre ellos excitando la risa con sus chistes, 
sus versos y sus canciones, y recibia en cam- 
bio de los convidados los restos de los manja- 
res que iba al mismo tiempo amontonando en 
un escabel diciendo que bastarian para 'ali- 
mentar por espacio de quince dias las nu- 
merosas mujeres y niños que segun el uso 1i- 
bertino de sus semejantes mantenía en su 
casa, 
La conversacion era mas animada entonces 
entre los convidados que lo es hoy dia en las 
mesas de los principes; lo cual era un nuevo 
atractivo para elamor propio de Luchino, pues 
que jamás la alegría del vino suscitaba pala- 
bras que pudieran desagradar al principe. La 
tranquila felicidad de los pueblos, los actos de 
beneficencia, las proezas guerreras, la afrenta 
de los enemigos y la chistosa aventura de algun 
particular , suministraban extensa materia de 
burlas y adulaciones. Tal vezse creerá quelos 
convidados de Luchino debian eyitar cuidado- 
samente le menor alusion á las turbulencias 
del dia y á los desgraciados que gemian en 
sus calabozos mientras que ellos se divertian 
en palacio. Pero ¡ para qué si aquello era un 
nueyo triunfo para Luchino? ¡no era aquel 
un acto de pública justicia, UN peligro evita- 
do ! El podestá y el capitan de justicia colo- 
cados entre otros jurisconsultos , no tardaron 
mucho en tomar estos acontecimientos por ob- 
jeto de conversacion. 
Apenas lo notó , Luchino dirigió la palabra 
á Lucio y le dijo: 
—Vos que conoceis á fondo las leyes y que 
habeis interrogado á todos los oráculos de la 
antigua sabidurla, ; qué pensais de los acon- 
tecimientos que acabamos de presenciar 1 
¡ Qué hubieran dicho á esto los romanos, nues- 
tros ilustres abuelos ? 
La calculada bajeza del capitan llegó á su 
colmo'al ver la distincion de que acababa de 
ger objeto en presencia de toda aquella no- 
bleza, y respondió sin vacilar: 
—¡ Puede dudarse un momento sobre el cas- 
tigo de los traidores á la patria ? En cuanto á 
mí , que estoy acostumbrado á sostener fran- 
camente la justicia y 4 juzgar segun las leyes 
cualesquiera que sean las consecuencias que 
PUSTERLA. 331 
sobrevenirme puedan , digo y sostengo que si 
V. A. se opone al castigo de los culpables, 
faltará á sus deberes y á la suprema autoridad 
que el pueblo le ha confiado. 
¡Qué bien suenan al oido de los tiranos esos 
consejos que les presentan Como un deber su 
crueldad y les incitan á satisfacer sus capri- 
chos] 
Los ojos de Luchino brillaron de gozo y 
continuó dirigiéndose al capitan : 
—Si; pero ¡cómo manejarse con esos hom- 
bres astutos, tan amaestrados en el arte de 
negar los hechos mas evidentes? 
—Principe, enseñadme á vencer al enemi- 
go; mas para hacer hablar á un rebelde:obs- 
tinado , no necesito ir á la escuela: 
De este modo , bajo la máscara de una rús- 
tica franqueza , Lucio ocultaba las mas viles 
adulaciones y disfrazaba su infamia, Alabóse 
de haber conducido 4 buen fin los procesos 
mas difíciles y de haber logrado convencer á 
su modo 4 los mas obstinados en negar Su 
erímen en asuntos que carecian enteramente 
de prueba. La conversacion fué animándose 
mas y mas y duró hasta mucho despues de le- 
vantarse de la mesa. En fin, Luchino llaman- 
do aparte al enpitan , le confió el cuidado de 
dirigir el proceso, y concluyó en estos térmi- 
nos - —Los Pusterla son señores muy Opu- 
lentos: el tesoro tendrá en abundancia los 
medios de recompensar maghíficamente É sus 
fieles ministros. —Esto era lo mismo que dar de 
espuelas 4 un buen caballo: Lueio se dedicó 
desde entonces 4 urdir los hilos de su trama. 
Además de la asamblea general en quien 
residia la suprema autoridad , habia en Milan 
un consejo particular compuesto de veinte 
y cuatro ciudadanos, doce plebeyos y doce 
nobles , los unos jurisperiti, es decir, letra- 
dos y maestros en la ciencia de las leyes, y 
los-otros morum periti ó prácticos en el dere- 
cho consuetudinario y en los códigos. Su car- 
go duraba dos meses, y SU tribunal se llama- 
ba sociedad de justicia : 4 él pertenecia el co- 
nocimiento de los delitos de lesa majestad. 
El juez presidente ó capitan era el mismo 
Lucio, quien se dió buena maña en formar 
su consejo de hombres dóciles y dispuestos á 
secundar sus miras. Sabia además que las 
ventajas de la acusación son grandes en tales 
procesos, y que el que sale de ella sano y 
salvo debe ser un prodigio de inocencia. Y en 
último resultado ¿no podia tambien recurrir 
á los tormentos? 
Despues de haber examinado bien y pesa- 
do todas las cireunstancias de un proceso de 
estado en que los acusadores, los testigos y 
los jueces pueden captarse la voluntad del 
príncipe sobrecargando sus acusaciones, Lucio 
encontró que todo se preparaba á medida de 
  
  
  
 
	        
© 2007 - | IAI SPK
Waiting...

Note to user

Dear user,

In response to current developments in the web technology used by the Goobi viewer, the software no longer supports your browser.

Please use one of the following browsers to display this page correctly.

Thank you.