Full text: 2.a série, tomo 7 (1866) (1866,7)

   
mantes y una bolsita que contiene dos cartas. 
Es la herencia de su madre. 
-—¡ Vengan esas dos cartas! exclamó Ra- 
mengo con voz de trueno. Sus ojos arrojaban 
chispas. ¡ Dos cartas de Rosalía! ¡Dónde es- 
tánt ¡Vengan , las quiero! quiero verlas. 
Dádmelas pronto, 
Los dos ancianos deliberaban si accederian 
ó no á los deseos de aquel furioso, y durante 
su indecision la Nena habia sacado del cofre 
las dos cartas y acabó por entregárselas , di- 
cióndole al mismo tiempo que le miraba con 
ojos de desconfianza: 
—Pero habeis de prometerme que me las 
velvereis, — Antes de responder Ramengo le 
habia arraneado los papeles de la mano y 
cestiprimido el anillo con un temblor eonyul- 
sivo: aquella sortija era la de sus nupcias con 
Rosalía. Hizo un movimiento para acercarla 
á sus habios, pero arrebatado por la cólera la 
awrojó léjos de si; mientras que la Nena la 
reeogia se puso á leef los dos pedazos de per- 
gama no : y 
« Pues que el destino de nuestra patria está 
desidido, me alejó de tí y voy á combatir á 
los imíieles. Mi único sentimiento es el apar- 
taeme de ti á quien amo como á nadie en el 
mundo; cinco dias me restan de que disponer 
antes de mi partida; si puedes burlar la vigi- 
lancia de tu marido, haz que pueda una yez 
todavía verte y abrazarte. El criado que te 
lleva esta carta volverá mañana á la noche 
por la respuesta. Cualesquiera que sean los 
riesgos á que deba exponerme, yo los arros- 
traré con placer con tal que pueda decirte 
cuénto te adora tu tierno hermano.» 
Ramengo deseaba encontrar las pruebas de 
ua crímen y solo veia las de la inocencia de 
Rosalía, Quizá la otra carta le proporcionaria 
lo que buscaba; pero era de la misma mano 
y bé aquí su contenido : 
«Todos estos dias he estado esperando inú- 
tilmente al criado con la respuesta. ¡(Qué mis- 
terio es este! Parto, pues, sin volverte á 
ver, hermana querida; pero en cualquier lu- 
gar donde me halle, cualquiera que sea “la 
suquíe que me espera, siempre te llevaré gra- 
bada en mi corazon y rogaré al Señor para 
que te conceda la felicidad que yo no debo 
esperar en este mundo. Adios, » 
=— ¡ Con que era inocente! exclamó Ramen- 
o eon una voz que hizo estremecer á la fa- 
milia del molinero, y se puso á recorrer la 
cesa á pasos precipitados, blasfemando y 
arrojando gritos inarticulados: de repente hun- 
dió de un puntapié la puerta de la cabaña y 
salió precipitadamente. 
La noche era tenebroza y negra como sus 
peasamientos: la lluvia caia con violencia 
aceuapañada de truenos y relámpagos, Ra 
342 MARGARITA PUSTERLA. 
mengo no veia ni escuchaba la lluvia ni el 
viento, ni las iras del cielo. Donnino que le 
siguió de léjos algun tiempo, le vió atravesar 
á largós pasos la campiña: cuando le perdió 
de vista volvió á la cabaña y recordaba con 
admiracion las locuras y la agitacion del des- 
conocido, exclamando : 
—Ese hombre debe estar malo de la ca- 
beza. 
Entretanto, Ramengo que llevaba un in- 
fierno en el corazon, continuó su marcha er- 
rante, : 
El haber muerto á una mujer inocente y 
de aquella manera tán atroz justificaria sufi- 
cientemente los arrebatos de aquella desespe- 
racion én un alma menos criminal, Pero en la 
_de Ramengo no eran los remordimientos los 
que luchaban, sino,la cólera mas espantosa; 
porque aquel corazon depravado no podia re- 
solverse á reconocer sus faltas y encontraba 
en sus propios crímenes un poderoso estimulo 
para cometer otros nuevos. Cáliz corrompido ' 
donde el mismo rocío se corrompe : serpiente 
cuyo seno convierte en ponzoña hasta la miel. 
Y sin embargo, habia amado á aquella mujer 
y le habia hecho experimentar las dulzuras 
de un amor correspondido... pero á pesar de 
todo la habia muerto y se habia privado de la 
sola felicidad pura que gustára en este mun- 
do. —¡Oh! si hubiera vivido ¡cuán diferente 
se deslizara mi existencia tranquila en el se-, 
no de mi familia! Yo hubiera sido el padre de 
unos hijos adorados... ¡Padre! ¡ser padre!... 
¡Oh ! yo he gozado de ese consuelo, pero so- 
lamente lo preciso para poder sentir con mas 
viveza la maldicion de verme privado de él 
eternamente, Si ella hubiera vivido ¡qué me 
importaba el orgullo de Margarita? ¡qué te- 
nia yo que envidiar en la felicidad de Pus- 
terla? ¡Pusterla!... ¿y quién ha causado to- 
das estas desgracias sino él!,.. ¡Maldito sea ! 
él ha emponzoñado la copa de mi existencia... 
¡Oh! pero si tú me has arrebatado las dulzu- 
ras del amor, al menos me procurarás las de 
la venganza!... ¡Rosalía! ¡Rosalía! yo te lo 
juro; ¡serás vengada ! : 
De este modo el sentimiento de su, crimen 
le excitaba á cometer otros nuevos, semejan- 
te á aquel que en la confusion de un incendio 
arroja nuevos alimentos á la llama creyendo 
de esta suerte sofocarla. 
Calló de repente y prosiguió su carrera co- 
mo un insensato al través de aquellos eriales 
pantanosos ; hundiéndose en los charcos y sal- 
tando los fosos. A veces abria la mano y mi- 
raba los pedazos de aquellas dos cartas 
que habia destrozado, — ¡Ay! exclamaba, 
¡cuántas veces las habrá besado y cuántas ro - 
ciado con sus lágrimas! ¡Ella habrá muerto 
estrechándolas contra su corazon y pronun- 
  
  
SA 2 
  
 
	        
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