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bastaria para ello la memoria de un doctor,
Recuerdo, sin embargo, haber visto al que
vos acabais de indicar,.. sí... un hombre de
treinta y cinco años:., ¿no es verdad ?
—No, no; mucho menos; ni aun veinte
años... ojos grises... E
—Tampoco : ojos negros , mas alto que yo,
muy apuesto... es imposible haberle visto
sin acordarse de él,
—¡ Diablo ! hay tantos asnos que se pare-
cen !
Diciendo esto varó la barca en la opuesta
orilla; gratificó Ramengo al batelero y pro-
siguió de nuevo su camino sin direccion al-
guna.
De aldea en aldea fué preguntando á cuan-
tas personas encontraba al paso; y todos con-
testaban que habian visto efectivamente pa-
sar por allí multitud de milaneses, pero igno-
raban gus nombres y el objeto de su viaje.
Unicamente sabian que esta emigracion era
el resultado de las/persecuciones de Luchino.
Otros tiranos dominaban al mismo tiempo
en diferentes puntos: en Rimini los Malates-
ta; los Ordelaffi en Forli; Francisco de Man-
fredi en Faenza y en Ravena los Palenta. Ro-
ma lamentaba su viudez desde que refugia-
dos los papas en Aviñon, la habian abando-
nado á la tiranía de sus barones , contra los
cuales debia levantarse algunos años despues
la generosa aunque impotente voz de Cola de
Lieuri. Bolonia recogía la vida y el esplendor
, de quince mil italianos y alemanes que cur-
saban en su universidad , orgullosa con el alto
título de docta , titulo conservado hasta nues -
tros dias, así como ha conservado en sus cró-
nicas la palabra «libertad,» aunque ya en
aquella época sufria la dominacion de los
obispos de Roma. Atravesando luego los Ape-
ninos entró Ramengo en la hermosa Toscana.
Hallábase aquí por entonces tan consolidada
la libertad , que solo se habian observado al-
gunos excesos de poca trascendencia, promo-
vidos por varios señores de la Romaña y de
Lombardía.
Los pueblos supieron defender con tante
brio sus privilegios, que no bastó el poder
de uno solo, por fuerte que se presentase,
bae imponerles la coyunda de la esclavitud,
ero ¿Cómo es posible conservar pura una
vírgen en medio de una turba de cortesanos
corrompidos? Los abyectos vecinos de esta
república, no atreviéndose á atacar abierta -
mente la libertad de la Toscana, preparaban
su caida por medio de la corrupcion y de las
discordias civiles , cuya explosion agitaban de
una manera infatigable. Atizando el fuego de
los ambiciosos , habian conseguido extender
los rencores de ciudad en ciudad y de pueblo
en pueblo;"de modo que las parcialidades de
MARGARITA PUSTERLA.
gúelfos y gibelinos, que en otros países ha-
bian perdido su significacion , conservaban en
los dominios que rodeaban á Toscana una te-
naz vitalidad, Pisa y Arezzo seguian la ban-
dera de los gibelinos; y los giielfos domina-
ban en Pistoya, Prato, Volterra, Samminia-
to, Sienna, Perusa, y principalmente en
Florencia.
Léjos estcs pueblos de conservar puro el
espíritu de nacionalidad , capaz de salvarles
algun dia, asesinábanse, por el contrario,
unos á otros, y alimentaban con furor la
guerra civil, No habia otra patria que el rin-
con donde cada uno habia nacido. Llamaban
extranjeros y enemigos á los que no pisaban
su territorio, y acallaban sus mutuas querellas
impetrando la intervencion, todavía mas fu-
nesta, de los que creian sus amigos y aliados.
Notábase á pesar de este desórden una ac-
tividad sorprendente, ejercitándose en todos
los medios que podian hacerles mas fuertes en
union con sus conciudadanos. El comercio, la
agricultura y las artes habian llegado á un
grado de perfeccion que apenas podemos cor-
prender en nuestros dias, al paso que la pin-
tura, la escultura y la arquitectura ofrecian
brillantes modelos, que la posteridad ha de-
bido respetar. La lengua sobre todo, nacida
en los escritos de Dante Alighieri, muerto
veinte años antes, y perfeccionada por Pe-
trarca y Bocacio , jóvenes todayía , adquirió
esa supremacia sobre los demás dialectos de
Italia, que ninguno de sus literatos le podrá
ya disputar,
Semejante á la Grecia , con quien la Italia
conserya tantas analoglas, que olvidaba sus
sangrientas cuestiones políticas para celebrar
sus juegos olímpicos, asi la Toscana veia
reunidos los pueblos para gozar de las es-
pléndidas fiestas consagradas á sus santos pa-
tronos. Precisamente en la época que descri-
bimos habia conseguido Pisa grandes victo-
rias sobre los moros, que lanzados desde las
costas de Africa , infestaban de continuo los
mares de Italia. Con el objeto, pues, de ce-
lebrar estos triunfos y la presa de algunas ga-
leras , se habia prolongado el carnaval hasta
la fiesta del Puente; de modo que Ramengo
no oia hablar en toda la Toscana mas que de
los preparativos de esta festividad. Todos los
que podian dispon'anse para concurrir á ella,
al mismo tiempo que otros se desesperaban
porque no podian ir: « Y ¿por qué no he de
hallarme yo tambien alli? se preguntaba Ra-
mengo, Tal yez en medio de tan inmensa
concurrencia encuentre al que busco con tan-
to afan.»
Con efecto, se dirigió hácia Pisa”, ciudad
notable que se hallaba entonces en el apogeo
de su grandeza. A proporcion, era en aquel