Full text: 2.a série, tomo 7 (1866) (1866,7)

   
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bastaria para ello la memoria de un doctor, 
Recuerdo, sin embargo, haber visto al que 
vos acabais de indicar,.. sí... un hombre de 
treinta y cinco años:., ¿no es verdad ? 
—No, no; mucho menos; ni aun veinte 
años... ojos grises... E 
—Tampoco : ojos negros , mas alto que yo, 
muy apuesto... es imposible haberle visto 
sin acordarse de él, 
—¡ Diablo ! hay tantos asnos que se pare- 
cen ! 
Diciendo esto varó la barca en la opuesta 
orilla; gratificó Ramengo al batelero y pro- 
siguió de nuevo su camino sin direccion al- 
guna. 
De aldea en aldea fué preguntando á cuan- 
tas personas encontraba al paso; y todos con- 
testaban que habian visto efectivamente pa- 
sar por allí multitud de milaneses, pero igno- 
raban gus nombres y el objeto de su viaje. 
Unicamente sabian que esta emigracion era 
el resultado de las/persecuciones de Luchino. 
Otros tiranos dominaban al mismo tiempo 
en diferentes puntos: en Rimini los Malates- 
ta; los Ordelaffi en Forli; Francisco de Man- 
fredi en Faenza y en Ravena los Palenta. Ro- 
ma lamentaba su viudez desde que refugia- 
dos los papas en Aviñon, la habian abando- 
nado á la tiranía de sus barones , contra los 
cuales debia levantarse algunos años despues 
la generosa aunque impotente voz de Cola de 
Lieuri. Bolonia recogía la vida y el esplendor 
, de quince mil italianos y alemanes que cur- 
saban en su universidad , orgullosa con el alto 
título de docta , titulo conservado hasta nues - 
tros dias, así como ha conservado en sus cró- 
nicas la palabra «libertad,» aunque ya en 
aquella época sufria la dominacion de los 
obispos de Roma. Atravesando luego los Ape- 
ninos entró Ramengo en la hermosa Toscana. 
Hallábase aquí por entonces tan consolidada 
la libertad , que solo se habian observado al- 
gunos excesos de poca trascendencia, promo- 
vidos por varios señores de la Romaña y de 
Lombardía. 
Los pueblos supieron defender con tante 
brio sus privilegios, que no bastó el poder 
de uno solo, por fuerte que se presentase, 
bae imponerles la coyunda de la esclavitud, 
ero ¿Cómo es posible conservar pura una 
vírgen en medio de una turba de cortesanos 
corrompidos? Los abyectos vecinos de esta 
república, no atreviéndose á atacar abierta - 
mente la libertad de la Toscana, preparaban 
su caida por medio de la corrupcion y de las 
discordias civiles , cuya explosion agitaban de 
una manera infatigable. Atizando el fuego de 
los ambiciosos , habian conseguido extender 
los rencores de ciudad en ciudad y de pueblo 
en pueblo;"de modo que las parcialidades de 
MARGARITA PUSTERLA. 
gúelfos y gibelinos, que en otros países ha- 
bian perdido su significacion , conservaban en 
los dominios que rodeaban á Toscana una te- 
naz vitalidad, Pisa y Arezzo seguian la ban- 
dera de los gibelinos; y los giielfos domina- 
ban en Pistoya, Prato, Volterra, Samminia- 
to, Sienna, Perusa, y principalmente en 
Florencia. 
Léjos estcs pueblos de conservar puro el 
espíritu de nacionalidad , capaz de salvarles 
algun dia, asesinábanse, por el contrario, 
unos á otros, y alimentaban con furor la 
guerra civil, No habia otra patria que el rin- 
con donde cada uno habia nacido. Llamaban 
extranjeros y enemigos á los que no pisaban 
su territorio, y acallaban sus mutuas querellas 
impetrando la intervencion, todavía mas fu- 
nesta, de los que creian sus amigos y aliados. 
Notábase á pesar de este desórden una ac- 
tividad sorprendente, ejercitándose en todos 
los medios que podian hacerles mas fuertes en 
union con sus conciudadanos. El comercio, la 
agricultura y las artes habian llegado á un 
grado de perfeccion que apenas podemos cor- 
prender en nuestros dias, al paso que la pin- 
tura, la escultura y la arquitectura ofrecian 
brillantes modelos, que la posteridad ha de- 
bido respetar. La lengua sobre todo, nacida 
en los escritos de Dante Alighieri, muerto 
veinte años antes, y perfeccionada por Pe- 
trarca y Bocacio , jóvenes todayía , adquirió 
esa supremacia sobre los demás dialectos de 
Italia, que ninguno de sus literatos le podrá 
ya disputar, 
Semejante á la Grecia , con quien la Italia 
conserya tantas analoglas, que olvidaba sus 
sangrientas cuestiones políticas para celebrar 
sus juegos olímpicos, asi la Toscana veia 
reunidos los pueblos para gozar de las es- 
pléndidas fiestas consagradas á sus santos pa- 
tronos. Precisamente en la época que descri- 
bimos habia conseguido Pisa grandes victo- 
rias sobre los moros, que lanzados desde las 
costas de Africa , infestaban de continuo los 
mares de Italia. Con el objeto, pues, de ce- 
lebrar estos triunfos y la presa de algunas ga- 
leras , se habia prolongado el carnaval hasta 
la fiesta del Puente; de modo que Ramengo 
no oia hablar en toda la Toscana mas que de 
los preparativos de esta festividad. Todos los 
que podian dispon'anse para concurrir á ella, 
al mismo tiempo que otros se desesperaban 
porque no podian ir: « Y ¿por qué no he de 
hallarme yo tambien alli? se preguntaba Ra- 
mengo, Tal yez en medio de tan inmensa 
concurrencia encuentre al que busco con tan- 
to afan.» 
Con efecto, se dirigió hácia Pisa”, ciudad 
notable que se hallaba entonces en el apogeo 
de su grandeza. A proporcion, era en aquel 
  
  
  
 
	        
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