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hace algunós años, cuando tuve el honor de
presentarme en la Torre. Vuestro talento es.
demasiado notable para que disfrute de él una
sola persona.
—Esa persona no lo puede disfrutar tampo-
co, contestó Ferrol, pues ya porque viene á
consultarme algun amigo literato 6 porque lle-
ga el impresor, ó por otra cosa cualquiera,
me encuentro siempre por demás ocupado
para escuchar con frecuencia la voz de mi es-
posa.
—Pero vos no veis mas que á una 6 dos
personas, entre ellas un tal M. M... que es-
tuvo en vuestra casa la semana última, repli-
có lady Bartlett, sin saber que acababa de
nombrar á uno de los primeros oradores del
dia.
—i Y habeis guardado para vos solo tan
buena fortuna? exclamó lord Ewyas; hubie-
ra sido mas caritativo invitar. á vuestros veci-
tr :
— ¡Para ver á un M. M1 interrumpió
Ferrol sonriendo,
—Es verdad, dijo lord Ewyas devolyión-
dole la sonrisa.
— ¡Qué es verdad? preguntó lady Bartlett.
— ¡Se encuentra ya mejor vuestro mayor-
domo, lady Lucy? interrumpió Ferrol ; femo
que no pueda ya volver á serviros.
—No sé qué pensar; esos malditos anóni-
mos le han hecho perder la cabeza; se leyan-
ta todas las noches para ver si hay agua en
los depósitos y me han dicho que despertaba
á cada momento á la doncella, creyendo sen-
tir el olor del humo,
—¡ Y qué le importa que la casa se que-
me, puesto que no es suya, querida prima ?
dijo lord Ewyas.
—No os comprendo, milord; ¿no se que-
man los inquilinos lo mismo que los propieta-
rios!
— ¡Oh! si tiene miedo de morir asado , no
me extraña que le inspiren' tanto temor esas
cartas,
—Era tal su espanto al traerme la primera
y temblaba de tal modo que casi comprendí
de qué se trataba.
— ¡Y cómo podia él saber cuál éra el con-
tenido? preguntó Ferrol, :
—Probablemente por la escritura del sobre
ó por la forma de la carta.
—¡No habeis recibido otras por el mismo
estilo?
—Sf, el carnicero me dirigió algunas que
no tenian mejor aspecto, “sin hablar de lag
solicitudes en que se me pedia limosna.
— ¡Y no le inspiraban temor aquellas?
—Nunca lo he notado; pero me estais ate-
morizando con esas preguntas cuyo sentido no
comprendo, E
PABLO FERROL.
El señor Ferrol se echó á reir.
—Segura estoy que Pablo teme algun pe-
ligro, pues la idea de 6l le pone siempre de
buen humor, observó la señora Ferrol,
— Y á mi me espanta ver personas que no
se asustan de nada, añadió lady Lucy levan-
tándose de la mesa y haciendo una seña 4 la
señora Ferrol para que pasara al salon.
—Creo, dijo Ferrol, cuando las señoras se
hubieron marchado, que el autor de las tales
cartas es sencillamente el mayordomo.
— ¡Cómo así? preguntó lord Ewyas.
—Estoy intimamente convencido , Tepuso
Ferrol; cuanto mas pienso en ello, mas me
afirmo en mi opinion.
—Pero ¡con qué objeto? ¡Le creeis ca-
paz....?
—No sé nada; ignoro si está fingiendo ese
papel para alejar las sospechas, ó si está loco;
pero él es á no dudarlo el autor de las cartas.
—Me parece que está enfermo,
—Muy enfermo, sobre todo esta noche, y
será bueno vigilarle,
Lord Ewyas comenzaba 4 inquietarse ; pe-
ro Ferrol cambió de conversacion, desplé.
gando tanto talento 6 inteligencia, que no
tardó en cautivar el interés de su oyente, y
ya le habia envuelto en una discusion muy
viva cuando de repente entró el mayordomo
en el comedor y se acercó 4 la mesa. : €
— ¿No habeis llamado, milord 1 preguntó.
—No, contestó lord Ewyas; yo creí que
este buen hombre estaba demasiado malo pa-
ra ser importuno. pa
Y viendo que Didley en vez de irse pare-
cia esperar á que le hablasen, exclamó im-
«paciente:
— ¿Qué se os ofrece!
—Permitidme que pida consejo á vuestra
señoría acerca de un asunto que...
—¡ No podiais esperar á mañana?
—No, milord, es acerca de unas cartas
que ha recibido milady y.. ...
—Y que yos habeis escrito, interrampió
Ferrol,
— ¡Yo, señor! ¡es posible que hayais sos-
pechado.....?
—Estoy seguro; lo sé.
—Pero ¡quién ha podido deciros.....?
—Uno que no se equivoca,
—En ese caso sabe mas. que yO, porque
esas cartas.....
— ¡Con qué objeto las habeis escrito? pre-
guntó lord Ewyas.
—Sobre esto yenia á consultaros, milord,
Haze ya algunos meses que ciertas personas
vienen á mi cuarto contra mi voluntad 5 por
lo general estaban muy tranquilas; pero de
algun tiempo á esta parte han cambiado de
costumbres.