PABLO FERROL.
guntar dónde estoy, diciendo que yo tenia
- que salir y que le rogué que me aguardase
media hora, pero que trascurrido ese tiem-
po, debia haber vuelto ya. Le contestarán
que no he venido aun, y entonces se irá sin
que nadie se oponga á ello. Pasado algun
tiempo me buscarán, y se probará en la cau-
sa que habian pasado mas de dos horas desde
que salí con el caballero francés, pero que es-
te estaba en mi casa hacia algunos instantes.
Se preguntará : ¡con quién ha subido la señori-
ta Ferrol en el coche?... luego comenzarán á
practicar las diligencias; pero entonces, bien
estemos cerca Ó léjos, nos habremos escapado.
Seguro estoy que el doctor desempeñará su
papel á las mil maravillas, y solo temo que »
se exceda un poco.
—¿ Y si eso sucede ?
—Se sospechará que ha contribuido á yues-
tra fuga , lo cual le importa poco, pues me
ha encargado os diga que no sentirá pasar por
vos algunos dias en la cárcel, si juzgan opor-
tuno detenerle.
—¿ Y vos, caballero? preguntó aun Ferrol,
en quien iba despertándose poco á poco la
idea de vivir. Aira
—Mientras os alejais' en coche, yo me iré
tranquilamente por las calles mas retiradas de
la ciudad; una vez llegado á los arrabales,
cambiaré de traje varias veces, y disfrazándo-
me de modo que no se me reconozca, me di-
rigiré á un puerto para embarcarme en el pri-
mer vapor que salga para América. .
¡Ahora no falta mas que ese caballero de
quien habeis hablado....
¿205 prometo que está en seguridad, con-
testó el capitan ;'es inútil ocuparnos de él.
—No me moveré sin tener sobre este pun-
to úna seguridad mas fowmnal.
—Os doy mi palabra de honor que nada
tiéne que temer ¡0
trá fuga por: un Motivo tan fútil?
—Porque su nombre y su reputacion valen .
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más que mi vida.
AU decir estas palabras, dirigióse Ferrol
al fondo dé su calabozo. te
—¡Padre mio! exclamó Juana con acento
de angustia.
—Puesto que es preciso, replicó el capitan,
revelaré el secreto que me han confiado; hé
aquí una carta que ese caballero me dió para
yos , señorita Ferrol, y que yo creí no debia
entregar sino á vos sola.
Juana abrió la carta, acercándose á su pa-
dre para que la leyese al mismo tiempo.
Hé aquí su contenido :
“"Gómo podeis retardar yues- '
«El dinero del cajon ha bastado para todo '
lo que era preciso hacer, y os remito adjun -
tos los billetes que sobran. Os 'he servido con
todo mi corazon y con todas mis fuerzas,
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pues erais mi único tesoro en este mundo, y
no debeis temer nada por mí, Os digo; esto
porque sabiendo cuánto os ocupais de los de-
más, estoy seguro que huireis mas pronto al
afirmaros que est y al abrigo de toda sospecha.
¡ Que Dios ¿os proteja y os guarde, querida
Juana! »
Un suspiro, Ó mas bien un gemido, se es-
capó de los labios de Ferrol al terminar la
lectura de aquella carta.
—¡ Y bien, caballero !? dijo el capitan Rede.
—Partamos, repuso Ferrol.
Y doblando la carta de Hugues iba á me-
- térsela en el bolsillo, pero reflexionando un
ins:ante, entregósela á Juana diciendo :
—¡Ay de mi! pobre niña, eso es todo lo
" que te queda de tu felicidad aquí abajo. *
Juana tomó la carta y la besó varias veces,
vertiendo amargas lágrimas; pero dominande
al fin su emocion, permaneció silenciosa en.
tanto que el capitan ponia á su padre el capo-
ton de Larotte.
Antes de salir con su prisionero, el gober-
nador fué á mirar si habia alguno que pudie-:
se ver salir al supuesto francés del calabozo:
donde no habia entrado, y volvió pocos mo-
mentos despues:4 buscar á Juana y á su pa-
dre. Despues de pasar por la habitacion del
capitan, se consideraron ya salvados, pues
era natural que el doctor se hubiese unido á -
Juana en aquel sitio para acompañarla á su
casa. ;
El capitan respiró libremente despues de:
haber franqueado aquel paso difícil que mira-
ba como el mas peligroso que pudiesen temer.
Daba el brazo á Juana y admirábale' su! fir=::;
meza, pues la jóven no tembló ni aun al en- .
contrar á varios empleados de la, cárcel, 'que
pasaron á su lado; pero cuan 190; ;
esperar á que el conserje abrié: a puerta;
inscribiendo antes en el registro por,segunda
e
+
t
vez sus nombres, el capitan sintió que los;
dedos de Juana le oprimian el brazo. , 4
— Peters, gritó el gobernador con voz Tu-
da, tengo que salir y estaré ausente lo menos
media hora; si viene alguno á buscarme de-
cid que estoy con lord Ewyas y que volweré
tan pronto como pueda... ¡El coché dela se-.
ñorita Ferrol! gritó el capitan cuando se hu- *
bo cerrado la puerta de la cárcel. ale
El groom interrumpió la conversación que.
- ”
tenia con una docena de personas é hizo avan- :
zar inmediatamente el coche.
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