Full text: 2.a série, tomo 7 (1866) (1866,7)

   
25 E , MEMORIAS 
ridge tenia una criatura de algunos meses, 
que ni ella ni su marido parecian amar mucho; 
esta criatura era un niño. 
A fuerza de perseverancia, logré enterarme 
del método de vida que llevaba el susodicho 
Burridge. Pasaba regularmente las veladas en 
una taberna , pero á despecho de todos mis 
»trabajos y esfuerzos, despues de tres semanas 
de constante asiduidad, solo pude saber una 
noticia en apariencia insignificante. Esta era 
que Williams tenia intencion, tan pronto co- 
mo recibiese la esperada visita de un pariente 
rico 6 influyente, de partir para América, Ó 
en todo caso de pasar al extranjero. Aparen- 
té no dar minguna importancia á esta preciosa 
noticia, pero tuve la prudente atencion de no 
perder de vista de dia ni de noche 4 Williams. 
Mi perseverancia quedó recompensada. Una 
mañana vi llegar á la taberna al doctor vestido 
mas elegantemente que de ordinario. Despues 
de beber un vaso de cerveza, dirigióse hácia 
el anden del camino de hierro, y alli, á la lle- 
gada de cada tren , púsose á examinar, con 
mirada viva é inquieta, todos los viajeros que 
bajaban de los coches de primera clase, 
Por fin, un caballero, que reconoci en se- 
guida por sir Cárlos Malvern, á pesar del ta- 
pabocas y del pesado traje en que iba envuel- 
to, llegó con el tren de Londres. Williams 
corrió á su encuentro; tomaron un coche y 
sir Cárlos subió á él con Williams. 
Yo seguí el coche hasta la puerta de la fon- 
da, en New street. Preguntábame cuál seria la 
causa de la llegada de sir Cárlos, cuando Wi- 
lliams salió de la fonda y tomó la direccion de 
su casa. Entonces me reuni con él. 
— No puedo aceptar vuestro ofrecimiento 
para mañana, me dijo contestando á la propo- 
sicion que yo le hacia de almorzar conmigo el 
dia siguiente, porque mañana mi mujer y yo 
tenemos un asunto muy importante de que 
tratar con el pariente que esperábamos, 6 in- 
dudablemente, en cuanto quede terminado es- 
te asunto, partiremos para el extranjero. 
Una hora despues de esta conversacion, el 
jefe de la policia de Birmingham y yo nos ha- 
ilábamos encerrados en un gabinete , con el 
dueño de la fonda de New street, Este era un 
hombre sumamente respetable y muy benéyo- 
lo, que nos prometió ponerse enteramente á 
nuestras Órdenes. Nos dijo que sir Cárlos se 
habia reservado un aposento particular á fin 
de poder ocuparse con tranquilidad de un 
asunto que tenia que arreglar el dia siguiente 
con algunas personas. 
Pracé rápidamente un plan de.conducta y 
nos separamos. 
Al dia siguiente, á las once, me dirigí con 
mi colega á la fonda de New street. 
El aposento que sir Cárlos se habia reser- 
vado, trasformado entonces en salon, habia 
sido antes un cuarto dormitorio y tenia á cada 
lado de la chimenea un armario para guardar 
ropa. No sin trabajo, nos escondimos en esos 
armarios, y nuestro huésped bajó, despues de 
anunciarnos la llegada de sir Cárlos, al cual 
acompañaban los esposos Williams. 
Es inútil reproducir aquí la conversacion de 
esos tres personajes, de la que resultó que, 
mediante una crecida suma de dinero, sir 
Cárlos habia persuadido al comadron y á su 
mujer que ocultasen el nacimiento de un niño 
que lady Redwood habia dado á luz. Este ni- 
ño, como yo sospechaba, no era otro que el 
muchacho educado por la señora Williams. 
Para hacer justicia al baronet debo decir 
que dió sérias órdenes para que se velase por 
la salud del niño. 
Los esposos Williams querian que el com- 
promiso hecho por sir Cárlos de pagar una su- 
ma anual fuese escrito por su propia mano, 
Sir Malyera se opuso con toda la fuerza de 
sus razonamientos, pero viéndose por fin pre- 
cisado á ceder á esta demanda, hizo compren- 
der á los dos esposos Williams que, si no tra- 
taban al niño como á su propio hijo, no les 
daria ni siquiera un chelin, teniendo intencion, 
añadió, de adoptarle en un tiempo dado y de- 
jarle una considerable fortuna. 
Un silencio de algunos minutos siguió á es- 
tas palabras, y este silencio solo fué interrum - 
pido por el ruido que hacia la pluma sobre el 
papel, 
Trascurrió cerca de media hora. 
— Creo que esto os satisfará , dijo sir Cár- 
log leyendo lo que habia escrito. 
Los esposos Williams contestaron que es- 
taban conformes. 
Mientras continuaban su conversacion, dí 
pausadamente vuelta ó la llave, y abrí sin 
ruido la puerta del armario. La amable com- . 
pañía me daba la espalda, y como la tupida 
alfombra que cubria el pavimento ahogaba 
completamente el ruido de mis pasos, me ade- 
lanté en el aposento sin ser visto. 
Imposible seria pintar el horror, el asom- 
bro, el espanto que trastornó la fisonomía de 
“estos tres personajes, cuando una mano ex- 
traña se apoderó del precioso papel. Una ex- 
elamacion feroz se escapó de los labios de sir 
Malvern, que se arrojó de. su silla; un grito 
convulsivo echó de nuevo á la señora Wi- 
lliams en el sillon que ocupaba antes, mien- 
tras que su marido dirigia en torno del apo- 
sento sus extraviados ojos, 
Durante este tiempo el jefe de la policía de 
Birmingham salia de su escondite. > 
Una sola mirada le bastó á sir Malvern pa- 
ra hacerle comprender el peligro de su posi- 
  
  
  
 
	        
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