—¡Mi padre! exclamó, haciendo un es-
fuerzo para levantarse.
Dirigióse la mujer hácia la ventana é hizo
una seña á una persona.
Un momento despues hallábase Ferrol jun-
to á la cama de su hija.
— ¡ Puedes amarme aun, Juana! preguntó.
—|¡Amaros! ¡oh! si, padre mio!
CONCLUSION.
Así que Juana hubo recobrado la fuerza
suficiente para emprender el viaje, embarcó-
se con su padre para América, y al poco tiem-
po llegaron á Boston, donde Ferrol habia
acumulado poco á poco una suma considera-
ble, segun dijo Harrowby en su.carta á la
pobre Elinor.
Aquel dinero estaba impuesto á nombre de
su esposa y de su hija y no podia disponer de
él. Con el pensamiento fijo en el porvenir,
nunca vió mas que dos alternativas en su si-
tuacion: la muerte que seguiria á la confesion
de su crimen, si las circunstancias le obliga-
ban á revelarlo , 6 el alejamiento de la única
persona en quien podian recaer sospechas de
haberlo cometido, lo cual le aseguraba la
impenetrabilidad del secreto. Pero nunca le
ocurrió la idea de sobrevivir á su esposa : el
destino, que es mas poderoso que los hom-
bres, habia echado por tierra sus planes, y
Ferrol no tenia un chelin, lo cual, por lo de-
más, nada le importaba,
Juana, pues, se encontró en posesion de
toda la cantidad, y tomó el nombre de bau-
tismo de su padre, con el cual se la designa-
ba en el acta que la conferia aquel dinero.
Ferrol quiso que su hija dispusiera libre-
mente de todo, á lo que accedió la jóven con
la mayor sencillez, no dejando por eso de pe-
dir á su padre consejos que para ella tenian
fuerza de ley, y que seguia como si fuesen
la expresion de su libre albedrío.
Entre padre é hija mo se cruzó nunca nin
guna alusion respecto á lo pasado; pero aun-
que hubiese recaido la conversacion sobre el
suceso causa de tantas desgracias, ni uno ni
otro hubieran experimentado el menor emba-
razo, pues no.era cosa de imputar 4 Ferrol
aquel crimen por mas que se reconociese co-
mo autor. Hubiérase dicho que habia dos
hombres en aquel padre que Juana amaba
siempre con la misma veneracion; uno que
habia cometido el acto, y otro que ni siquie-
ra le habia pensado.
Ferrol no hablaba nunca tampoco de aque-
lla cuyo nombre tenia siempre en los labios,
y al conversar con Juana nunca la dijo, « tu
madre;» pero su'silencio era harto elocuente,
470 PABLO F£RROL.
En todo lo relativo 4 su persona, Ferrol pa-
recia invulnerable, mas cuando se trataba de
ella era un hombre profundamente herido,
que ocultaba su llaga para evitar que la to-
casen.
No poseia nada de lo que en otro tiempo le
perteneciera, pues huyó para no salvar mas
que su existencia, y Juana pudo observar que
ya no cogía flores, ni cantaba, ni se paseaba
como otras veces por las mañanas, ni á Ja
luz de la luna,
Muy por el contrario, acostumbraba á cer-
rar los ojos ante las bellezas de la naturaleza,
como si no le fuese posible soportar sus es-
plendores, y era evidente que sufria en silen-
cio, Juana, que hubiera querido aliviar al-
gunas veces su corazon, sufria tambien por
aquel cuyo dolor era fácil de comprender.
El señor Ferrol, ó mas bien, el señor Pa-
blo, como le llamaban entonces, encontró fá-
cilmente donde utilizar su pluma,. y ganaba
así el dinero necesario para sus gastos perso-
nales. . , >
Aquella clase de trabajo le puso en contac-
to con varias personas que admirando su mé-
rito, manifestaron deseos de relacionarse mas
estrechamente con -él; pero, Ferrol no se dió
por entendido, pues no le era posible corres -
ponder como en otro tiempo á ninguna clase
de obsequios y finezas, y babia perdido las
brillantes facultades que desplegara antes en.
la conversacion. ,
No hablaba nunca, con Juana mas que de
literatura Ú de negocios,-y solo por casuali-
dad comprendia alguna vez la jóven lo que
pensaba y sentia su padre.
Juana tenia un devanador , hecho por su
madre , del cual se servia todas las noches al
trabajar , mo en bordados como en la Torre,
sino en cosas mas sérias. Ocurrióle un dia que
la vista de aquel objeto seria acaso penosa
para su padre, y reprendiendose por no ha-
ber pensado en ello antes, lo reemplazó in -
mediatamente con otro. Al dia siguiente, rom-
piendo Ferrol el silencio que hasta entonces.
guardara, dijo á su hija con voz breve si po-
dria darle un poco de seda que necesitaba.
- Juana alzó los ojos, tratando de adivinar el
sentido oculto de aquellas palabras, y dió á
su padre lo que pedia sin hacer la menor ob-
servacion; pero al dia siguiente sacó el deva-
nador , que habia envuelto cuidadosamente en
un papel de seda, y lo puso al lado de las
cartas que su padre iba á buscar muy pronto.
Alejóse de:pues, y tomando su sombrero de
paja, se fué á pasear por espacio de dos ho-
ras. ;
Al volver á casa hallábase su padre escri-
biendo, y Juana, despues de quitarse el som-
brero, comenzó á buscar un libro. Entonces
1