Full text: 2.a série, tomo 7 (1866) (1866,7)

  
  
—¡Mi padre! exclamó, haciendo un es- 
fuerzo para levantarse. 
Dirigióse la mujer hácia la ventana é hizo 
una seña á una persona. 
Un momento despues hallábase Ferrol jun- 
to á la cama de su hija. 
— ¡ Puedes amarme aun, Juana! preguntó. 
—|¡Amaros! ¡oh! si, padre mio! 
CONCLUSION. 
Así que Juana hubo recobrado la fuerza 
suficiente para emprender el viaje, embarcó- 
se con su padre para América, y al poco tiem- 
po llegaron á Boston, donde Ferrol habia 
acumulado poco á poco una suma considera- 
ble, segun dijo Harrowby en su.carta á la 
pobre Elinor. 
Aquel dinero estaba impuesto á nombre de 
su esposa y de su hija y no podia disponer de 
él. Con el pensamiento fijo en el porvenir, 
nunca vió mas que dos alternativas en su si- 
tuacion: la muerte que seguiria á la confesion 
de su crimen, si las circunstancias le obliga- 
ban á revelarlo , 6 el alejamiento de la única 
persona en quien podian recaer sospechas de 
haberlo cometido, lo cual le aseguraba la 
impenetrabilidad del secreto. Pero nunca le 
ocurrió la idea de sobrevivir á su esposa : el 
destino, que es mas poderoso que los hom- 
bres, habia echado por tierra sus planes, y 
Ferrol no tenia un chelin, lo cual, por lo de- 
más, nada le importaba, 
Juana, pues, se encontró en posesion de 
toda la cantidad, y tomó el nombre de bau- 
tismo de su padre, con el cual se la designa- 
ba en el acta que la conferia aquel dinero. 
Ferrol quiso que su hija dispusiera libre- 
mente de todo, á lo que accedió la jóven con 
la mayor sencillez, no dejando por eso de pe- 
dir á su padre consejos que para ella tenian 
fuerza de ley, y que seguia como si fuesen 
la expresion de su libre albedrío. 
Entre padre é hija mo se cruzó nunca nin 
guna alusion respecto á lo pasado; pero aun- 
que hubiese recaido la conversacion sobre el 
suceso causa de tantas desgracias, ni uno ni 
otro hubieran experimentado el menor emba- 
razo, pues no.era cosa de imputar 4 Ferrol 
aquel crimen por mas que se reconociese co- 
mo autor. Hubiérase dicho que habia dos 
hombres en aquel padre que Juana amaba 
siempre con la misma veneracion; uno que 
habia cometido el acto, y otro que ni siquie- 
ra le habia pensado. 
Ferrol no hablaba nunca tampoco de aque- 
lla cuyo nombre tenia siempre en los labios, 
y al conversar con Juana nunca la dijo, « tu 
madre;» pero su'silencio era harto elocuente, 
470 PABLO F£RROL. 
En todo lo relativo 4 su persona, Ferrol pa- 
recia invulnerable, mas cuando se trataba de 
ella era un hombre profundamente herido, 
que ocultaba su llaga para evitar que la to- 
casen. 
No poseia nada de lo que en otro tiempo le 
perteneciera, pues huyó para no salvar mas 
que su existencia, y Juana pudo observar que 
ya no cogía flores, ni cantaba, ni se paseaba 
como otras veces por las mañanas, ni á Ja 
luz de la luna, 
Muy por el contrario, acostumbraba á cer- 
rar los ojos ante las bellezas de la naturaleza, 
como si no le fuese posible soportar sus es- 
plendores, y era evidente que sufria en silen- 
cio, Juana, que hubiera querido aliviar al- 
gunas veces su corazon, sufria tambien por 
aquel cuyo dolor era fácil de comprender. 
El señor Ferrol, ó mas bien, el señor Pa- 
blo, como le llamaban entonces, encontró fá- 
cilmente donde utilizar su pluma,. y ganaba 
así el dinero necesario para sus gastos perso- 
nales. . , > 
Aquella clase de trabajo le puso en contac- 
to con varias personas que admirando su mé- 
rito, manifestaron deseos de relacionarse mas 
estrechamente con -él; pero, Ferrol no se dió 
por entendido, pues no le era posible corres - 
ponder como en otro tiempo á ninguna clase 
de obsequios y finezas, y babia perdido las 
brillantes facultades que desplegara antes en. 
la conversacion. , 
No hablaba nunca, con Juana mas que de 
literatura Ú de negocios,-y solo por casuali- 
dad comprendia alguna vez la jóven lo que 
pensaba y sentia su padre. 
Juana tenia un devanador , hecho por su 
madre , del cual se servia todas las noches al 
trabajar , mo en bordados como en la Torre, 
sino en cosas mas sérias. Ocurrióle un dia que 
la vista de aquel objeto seria acaso penosa 
para su padre, y reprendiendose por no ha- 
ber pensado en ello antes, lo reemplazó in - 
mediatamente con otro. Al dia siguiente, rom- 
piendo Ferrol el silencio que hasta entonces. 
guardara, dijo á su hija con voz breve si po- 
dria darle un poco de seda que necesitaba. 
- Juana alzó los ojos, tratando de adivinar el 
sentido oculto de aquellas palabras, y dió á 
su padre lo que pedia sin hacer la menor ob- 
servacion; pero al dia siguiente sacó el deva- 
nador , que habia envuelto cuidadosamente en 
un papel de seda, y lo puso al lado de las 
cartas que su padre iba á buscar muy pronto. 
Alejóse de:pues, y tomando su sombrero de 
paja, se fué á pasear por espacio de dos ho- 
ras. ; 
Al volver á casa hallábase su padre escri- 
biendo, y Juana, despues de quitarse el som- 
brero, comenzó á buscar un libro. Entonces 
  
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