á
como la piedra de una honda cuya cuerda
se rompe de súbito, hubieran ido 4 formar
al rededor del sol varios anillos concéntricos
semejantes al de Saturno, A su vez estos añi-
llos de materia cósmica, girando en torno de
la masa central, se habrian roto y descom-
puesto en nebulosidades de segundo órden, es
á saber, en planetas.
Si en seguida el observador hubiera con=
centrado su atención en esos planetas, habría-
los visto obrar exactamente como el sol y pro-
ducir uno Óó varios anillos cósmicos, origenés
de los astros de órden inferior que denomina -
mos satélites,
Así, pues, pasando del átomo á la molé-
cula, de la molécula á la masa nebulosa, de
la masa nebulosa á la nebulosa, de la ne-
bulosa á la estrella principal, de la estrella
principal al sol, del sol al planeta y del pla-
neta al satélite, tenemos toda la série de las
trasformaciones sufridas por los cuerpos ce-
lestes desde los primeros dias del mundo.
El sol parece eomo perdido en las inmensi-
dades del mundo sideral, y sin embargo per-
tenece á la nebulosa de la Via láctea, segun
las actuales teorías de la ciencia. Centro de
ua mundo, y por mas diminut> que parezca
en medio de las regiones etéreas, es empero
enorme , pues su tamaño es de un millon
euatrocientas veces el de la tierra. En tórno
suyo gravitan ocho planetas, salidos de sus
mismas entrañas en los primeros tiempos de
la creacion, y son, comenzando por órden
de proximidad al sol, Mercurio, 'Vénus, la
Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano y
Neptuno. Además, entre Marte y Júpiter cir-
culan regularmente otros cuerpos menos con-
siderables , quizá restos errantes de otro. as-
tro roto en varios millares de pedazos, de los
cuales el telescopio ha reconocido hasta hoy
ochenta y dos (1). :
De esos servidores que el sol mantiene en
su Órbita elíptica por la gran ley de la gra-
vitacion, algunos poseen tambien satélites.
Urano tiene ocho, Saturno ocho, Júpiter cua-
tro, Neptuno tres quizá, y la Tierra uno. Es-
te último, uno de los menos importantes del
mundo solar, se llama Luna, y es el mismo
que el genio audaz de los americanos preten -
dia conquistar.
El astro de la noche, por su proximidad
relativa y el espectáculo rápidamente repro -
ducido de sus diversas fases, ha compartido
siempre con el sol la atencion de los habita-
(1) Algunos de esos asteroides son bastan-
¡te pequeños para que se les pueda dar vuel-
ta en una sola jornada andando al paso gim-
nástico. $
184 DE LA TIERRA
.
y
dores de la tierra ; pero el sol cansa la vista;
y los resplandores de su luz obligan á sus
contempladores á bajar los ojos.
La rubia Febea, mas humana y mas com-
placiente, se deja mirar en su modesta gracia:
es grata á la vista, poco ambiciosa, y sin ent-
bargo á veces se permite eclipsar á su her*
mano el refulgente Apolo, 'sin ser nunca por
él eclipsada. Los mahometanos comprendie-
ron el agradecimiento que debiañ'á esa leal
amiga de la tierra, y ajustaron suá meses á
la revolucion de la luna (1). a
Los pueblos primitivos rindieron “un culto
particular á' esa casta diosa. Los egipcios la
llamaban Isis, los fenicios Astarté; los grie-
gos la adoraron con el nombre de Febea, hija
de Latona y Júpiter, y explicaban sus eclip-
ses con las misteriosas” visitas de Diana al
hermoso Endimion. Segun la leyenda mitoló-
gica, el leon de Nemea recorrió los campos de
la luna añtes de aparecer enla tierra, y el
poeta Agesianax, citado por Plutarco , cele-
bró en sús versos aquellos plácidos ojos, aque-
lla nariz encantadora y aquella graciosa boca
formadas por las partes luminosas de la he-
Chicera Selene,
Empero si los antiguos comprendieron bien
el carácter, el temperamento, en una pala-
bra, las calidades morales de la luna en el
órden mitológico , los mas sabios fueron muy
ignorantes en selenografía. :
Sin embargo, varios astrónomos de remotas
épocas descubrieron ciertas particularidades
confirmadas hoy por la ciencia. Si los arca-
dios pretendieron haber habitado la tierra en
una época en que no existia aun la luna; si
Simplicio la creyó inmóvil y ligada 4.la eris-
-talina esfera ; si Tacio la consideró como un
fragmento desprendido del discó solar; si
Clearco , disc pulo de Aristóteles, la supuso
un espejo terso en que se reflejaban las imá-
genes del Océano; si otrós en fin no vieron
en ella mas que un conjunto de vapores 'ex-
halados por la tierra, ó un globo mitad fue-
gó y mitad hielo que giraba sobre sí mismo;
algunos sabios , por medio de sagaces obser-
vaciones á falta de instrumentos ópticos, sos-
pecharon la mayor parte de las leyes que ri-
gen el astro: nocturno.
Táles de Mileto, por ejemplo, 460 años an-
tes de J. C. emitió la opinion de que la luna
era iluminad: por el sol. Aristarco de Samos
dió la verdadera explicacion de sus fases. Cleó-
menes enseñó que brillaba con luz reflejada.
El caldeo Beroso descubrió que la duracion
de su movimiento de rotacion era igual 4 la
(1) Veinte y nueve dias y medio á corta
diferencia,