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pinándose sobre los estribos. ¡ Hé aquí la re-
gion de los pinos !
—| Y la de los salvajes! respondió el ma-
yor
En efecto , en el horizonte aparecian algu-
nos seminoles; se agitaban , corrian de uno Á
otro en sus veloces caballos , blandiendo lan-
zones Ó disparando sus fusiles de sordo estam-
pido; pero se limitaron á esas demostraciones
hostiles , Sin molestar á Barbicane y sus com-
pañeros,
Hallábanse estos á la sazon en medio de un
pedregoso llano , vasto espacio descampado de
muchos acres de extension , que el sol inun-
daba de abrasadores rayos. Formábalo una
ancha estumecencia del terreno, que al pare-
cer ofrecia á los individuos del Club del Ca-
ñon todas las, condiciones requeridas para el
establecimiento de la columbiad.
—| Alto! dijo Barbicane parándose. ¡Tiene
nombre este punto en el país?
—Se llama Stone's-Hill (colina de pie-
dras ), respondió uno de los fioridanos,
Barbicane sin pronunciar palabra echó pié
á tierra, tomó sus instrumentos y comenzó á
notar su posicion con precision extremada; la
escolta, formada en derredor suyo , le con-
templaba guardando profundo silencio.
A esta sazon el sol pasaba al meridiano.
Tras algunos instantes Barbicane apuntó
rápidamente el resultado de sus observaciones
y dijo:
—Este lugar está situado á trescientas toe-
sas sobre el nivel del mar, á los 2707' de la-
titud y á los 597* de longitud Oeste (1); por
su naturaleza árida y pedregosa hallo que
ofrece todas las condiciones favorables al ex -
perimento. Por consiguiente en este llano se
alzarán nuestros almacenes , nuestros talleres,
nuestros hornillos, las chozas de nuestros
obreros, y ¡de aquí, de aquí mismo, repitió
dando con el pié en la cima de Stone'“s-Hill,
se lanzará nuestro proyectil á los espacios del
mundo solar |
CAPITULO XIV.
Azadon y paleta.
Aquella misma tarde Barbicane y sus com-
pañeros entraban de regreso en Tampa-Town,
y el ingeniero Murchison volvia á embarcarsz
.en el Tampico para Nueva Orleans. Debia
«contratar un ejército de operarios y traer la
mayor parte del material. Los miembros del
(1) Segun el meridiano de Washington.
DE LA TIERRA
Club del Cañon se quedaron en Tampa-Town
“4 fin de organizar los primeros trabajos con
ayuda de la gente del país.
Ocho dias despues de su partida volvia el
Tampico á la bahía de Espíritu Santo con una
flotilla de buques de vapor.
Murchison habia reunido mil quinientos tra-
bajadores.
En los malos dias de la esclavitud hubiera
perdido tiempo y molestia; mas desde que la
América, tierra de la libertad, no contaba ya
sino hombres libres en su seno, estos acu-
dian á do quiera les llamaba una ocupacion
largamente retribuida.
Y no le faltaba dinero al Club del Cañon ;
ofrecia 4 sus hombres una crecida paga , con
buenas y proporcionales gratifiaciones. El
obrero contratado para la Florida podia con-
tar, despues de terminados los trabajos, con
un capital depositado en su nombre en el Ban-
co de Baltimor.
Con que Murchison no tuvo mas que esco-
ger, y pudo mostrarse severo sobre la inteli -
gencia y habilidad de los trabajadores. Motivo
hay pues para creer que alistó en su laborio-
sa legion la náta y flor de los mecánicos, fue-
lleros , fundidores, caleros, mineros, ladri-
lleros y peones de toda clase, negros Ó blan-
cos, sin distincion de color, Muchos de ellos
se llevaban consigo su familia. Era una ver-
dadera emigracion.
A las diez de la mañana del 31 de octubre
desembarcó toda esa gente en los muelles de
Tampa-Town , y es de comprender el movi-
miento y actividad que reimaron en aquella
pequeña ciudad, cuya poblacion se duplicaba
en un dia. En efecto, Tampa-Town debia ganar
muchísimo en esa iniciativa del Club del Cañon,
no por el número de los obreros que se envió
inmediatamente á Stone'“s- Hill, sino merced á
la afluencia de curiosos que convergieron poco
á poco de todos los puntos del globo á la pe- -
nínsula floridana.
Durante los primeros dias se ocuparon en
descargar los útiles y enseres traidos por la
flotilla , las máquinas , los víveres , así como
una buena cantidad de casas de palastro he-
chas de piezas desmontadas y numeradas. El
propio Barbicane fijaba los primeros jalones
de un ferro-carril de quince millas destina-
do á enlazar á Stone's-Hill con Tampa Town.
Notorio es en que condiciones se construye
el camino de hierro americano. Caprichosa en
sus curvas, atrevida en sus rampas, despre-
ciando los pretiles y obras de fábrica , esca-
lando las colinas, rodando y casi brincando
por los valles, la via férrea corre á ciegas y
sin curarse de la línea recta. No es costoso ni
engorroso; pero el tren descarrila y salta á
sus anchuras.