A LA LUNA. ] 511
ron menester nada menos que quince dias para
que se enfriase. ¡ Cuánto tiempo pues la des-
comunal columbiad, coronada de sus vaporo-
sos torbellinos y defendida por su calor inten-
so , iba á ocultarse á los ojos de sus admira -
dores ? Difícil era calcularlo.
- Durante aquel trascurso de tiempo fué
puesta á dura prueba la impaciencia de los
socios del Club del Cañon. Mas no era posible
remediarlo.
J. T. Maston en su ardiente afan por poco
perece asado.
Quince dias despues de la fundicion alzá-
base todavía á las nubes un inmenso penacho
de humo, y el suelo abrasaba los piés en un
radio de doscientos pasos en torno de la cima
de Stone*s- Hill. -
Pasaron dias y mas dias, semanas y mas
semanas. No habia modo de enfriar el colo-
sal cilindro. Acercarse era imposible. No ha-
bia mas remedio que esperar, y los indivi-
duos del club tascaban el freno.
—Estamos 4 10 de agosto, dijo una maña-
na J. T. Maston. ¡Apenas nos separan cuatro
meses del primero de diciembre ! ¡ Y aun fal-
ta quitar el molde interior, y arreglar el cali-
bre de la pieza, y cargar la columbiad !
; Nunca estaremos prontos | ¡Ni siquiera po-
demos aproximarnos al cañon | | Mas si ni se
enfriase nunca | ¡Cruel chasco nos llevaría-
mos |!
En vano trataban de calmar al impaciente
secretario. 5
Barbicane no desplegaba el labio, pero su
silencio ocultaba una sorda irritacion. Verse
absolutamente detenido por un obstáculo que
solo el tiempo vencer podia, el tiempo , ene-
migo temible en tales circunstancias, y hallar-
se 4 discrecion de este enemigo, era duro para
tan valientes militares.
Con todo , las observaciones cotidianas per-
mitieron averiguar cierto cambio en el estado
del suelo. Hácia el 15 de agosto los vapores
habian disminuido notablemente en intensidad
y densidad , y al cabo de pocos dias el terre-
no solo exhalaba un ligero vaho, último alien-
to del mónstruo encerrado en su ataud de pie-
dra. Calmaron poco á poco los estremecimien-
tos del suelo , estrechándose el circulo de ca-
lórico. Acercáronse los espectadores mas im-
pacientes. Un dia avanzaron dos toesas, al
siguiente cuatro, y el dia 22 de agosto Bar-
bicane, sus colegas y el ingeniero pudieron
poner las plantas en la capa de metal que lle-
gaba al nivel de la cima de Stone's-Hill, lugar
muy higiénico de fijo, donde aun no era per-
mitido tener frio en los piés.
—¡ Gracias á Dios! exclamó el presidente
del club con un grandísimo suspiro de satis-
faccion.
Aquel mismo dia se prosiguieron los traba-
jos.
Procedióse inmediatamente á la extraccion
del molde interior á fin de limpiar el alma de
la pieza, y funcionaron sin descanso el pico,
el azadon y demás herramientas necesarias.
La tierra arcillosa y la arena habian adquiri-
do una extremada dureza á la accion del ca-
lor; pero con ayuda de las máquinas sacó-
se aquella mezcla aun ardiente al contacto de
las paredes metálicas ; los materiales extraidos
fueron cargados en carros movidos al vapor, -
y diéronse los operarios tan buena maña, tra-
bajaron con tal ahinco, tanto instó Barbicane
y tanto esforzó sus argumentos en forma de
dollars, que el dia 3 de setiembre habia des-
aparecido todo vestigio del molde.
Acto continuo comenzó la pulimentacion
del alma ; colocáronse sin dilacion las máqui-
nas y movieron rápidamente poderosas barre-
nas que cortaban. las rugosidades del metal.
Algunas semanas mas tarde la superficie in-
terior del inmenso tubo era perfectamente ci-
líndrica, y el alma de la pieza quedaba bien
lisa y pulida.
Finalmente, el dia 22 de setiembre, menos
de un año despues de la comunicacion Barbi-
cane, el colosal ingenio , rigurosamente ajus-
tado su calibre y puesto en absoluta vertica-
lidad, estuvo dispuesto á funcionar. Solo se
debia aguardar la luna, y no habia miedo de
que faltase á la cita,
Ya no conoció limites la alegría de J. T.
Maston; se las pelaba de gozo, y en poco es-
tuvo que no cayese y se desnucase hundiendo
la vista en el tubo de novecientos piés. Á no
ser el brazo derecho de Blomsberry, que el
digno coronel afortunadamente habia conser-
vado , el secretario del club , como otro Erós-
trato, hubiera encontrado la muerte en las
profundidades de la columbiad.
Acabado estaba pues el cañon, y sobre su
perfecta fabricacion no cabia ya duda alguna;
así que el dia 6 de octubre el capitan Nicholl,
aunque la abrigase, hubo de cúmplir con el
presidente Barbicane, quien apuntó en sus
libros la cantidad de dos mil dollars en la co-
lumna de los ingresos. Hay motivo para creer
que el capitan llegó á enfermar de sus acce-
sos de ira. Sin embargo aun tenia tres apuestas
de tres mil, cuatro mil y cinco mil dollars, y con
tal que ganase dos, si no hacia un excelente
negocio , tampoco lo hacia malo. Pero no en-
traba el dinero en sus cálculos, y el éxito ob-
tenido por su rival en la fundicion de un ca-
ñon al cual no habrian resistido planchas de
diez toesas', era para él mas sensible que una
mortal puñalada.
Desde el 23 de setiembre abrióse al públi.
co el recinto de Stone's-Hill, y se compren -