Full text: 2.a série, tomo 7 (1866) (1866,7)

  
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hasta dos millas 4 la redonda. Ya era dema- 
siado tener que preservar aquellas masas de 
fulmialgodon contra los ardores del sol, aun 
en noviembre. Así es que se trabajaba con 
preferencia de noche, á la claridad de una 
luz producida en el vacio, la cual por medio 
de los aparatos de Ruhmkoríf creaba un dia 
artificial hasta el fondo del cañon mónstruo, 
AIN se colocaban los cartuchos con perfecta 
regularidad , atándolos entre sí con un alam- 
bre destinado á llevar simultáneamente la 
chispa eléctrica al centro de cada uno de 
ellos. 
En efecto, por medio de la pila debia CO- 
municarse el fuego á la masa de fulmialgo- 
don. Todos aquellos alambres, rodeados de 
una materia aislante, iban á unificarse en un 
estrecho oido practicado á la altura donde ha- 
bia de sostenerse el proyectil; allí atravesa- 
ban la gruesa pared de hierro y subian hasta 
la superficie del suelo por uno de los respira- 
deros del revestimiento de piedra que con es- 
te objeto se habia dejado. Una vez llegado á 
la cima de Stone's-Hill, el alambre, soste- 
nido con palos en. un trecho de dos millas, iba 
á parar en una poderosa pila de Bunsen , pa- 
sando por un aparato interruptor. Bastaba 
pues apretar con el dedo el boton del aparato 
para restablecer instantáneamente la corriente 
que debia pegar fuego á las cuatrocientas mil 
libras de fulmialgodon. Por supuesto que la 
pila no debia entrar en actividad hasta el últi- 
mo momento. 
A 28 de noviembre estaban colocados los 
ochocientos cartuchos en el fondo de la colum- 
biad. Esta parte de la operacion habia ido 
bien; pero ¡ qué de afanes, qué de inquietu- 
des , qué de pugnas habia costado al presi- 
dente Barbicane'! En vano habia prohibido la 
entrada en Stone's-Hill; cada dia escalaban 
los curiosos las empalizadas, y llevando al- 
gunos la imprudencia hasta la insensatez, 
hasta la barbaridad , venian á fumar entre los 
paquetes de fulmialgodon. Barbicane se daba 
al diablo cada dia. Maston le imitaba lo me- 
jor que sabia y podia, dando caza á los intru- 
ses con grande afan y recogiendo las puntas 
de cigarro aun encendidas que los yankees ti- 
raban al suelo. ¡ Improba tarea | pues se api- 
ñaban mas de trescientas mil personas en der- 
redor de las empalizadas. Miguel Ardan ya 
se habia ofrecido para escoltar los cajones 
hasta la boca de la columbiad; pero habién- 
dole sorprendido tambien con un enorme ci- 
garro en la boca mientras acosaba á los im- 
prudentes á quienes daba tan funesto ejem- 
plo, el presidente del Club del Cañon vió 
claramente que no podia fiarse de aquel in- 
trépido fumador, y tuvo que hacerle vigilar 
Iuuy especialmente, 
Le 
536 DE LA TIERRA 
En fin, como hay un Dios para los artillo- 
ros , nada voló ni saltó, llevándose la carga á 
feliz término. Poco seguro debia pues estar 
el capitan NicholNl de ganar la tercera apuesta. 
Faltaba introducir el proyectil en la colum- 
«biad y ponerlo sobre el alto lecho de fulmial- 
godon. 
Mas antes de proceder á esa tarea dispu - 
siéronse con órden en el wagon-proyectil los 
objetos necesarios para el viaje. Eran mu- 
chos , y si se hubiese dejado hacer 4 Miguel 
Ardan , presto habrian ocupado todo el lugar 
reservado á los viajeros. Nadie es capaz de 
figurarse lo que el bueno del francés queria 
llevar á la luna: una verdadera pacotilla de 
fruslerias. Pero intervino Barbicane, que solo 
admitió lo estrictamente necesario, 
Metiéronse varios barómetros, termómetros 
y anteojos en la caja de los instrumentos. | 
Los curiosos viajeros se propcnian exami- 
nar la luna durante la travesía , y para facili- 
tar la exploracion de aquel mundo nuevo se 
llevaban un excelente mapa de Beer y Muoed- 
ler, la Mappa selenographica, publicada en 
cuatro láminas , que pasa con razon por una 
verdadera obra maestra de observacion y de 
paciencia, Reproducia con escrupulosa exacti- 
.tud los menores detalles de la cara del astro 
vuelta á la tierra, viéndose en el los montes, 
valles, circos, cráteres , picos y ranuras con - 
sus dimensiones exactas, su orientacion fiel y 
su denominacion, desde los montes Doerfel y 
Leibnitz, cuya eminente cima se levanta en 
la parte oriental del disco, hasta el Mare fri- 
goris , que se extiende en las regiones cir- 
cumpolares del Norte. 
Era pues un precioso documento para los 
expedicionarios, pues podien ya estudiar el 
país antes de pisarlo. 
Llevábanse tambien tres rifles y tres esco - 
petas de sistema y de balas explosivos, con 
muy crecida cantidad de pólvora y plomo. 
—No sabemos con quién nos las habremos, 
decia Miguel Ardan. Hombres ó bestias, pue- 
den llevar á mal que vayamos á visitarles, y 
por consiguiente conviene tomar precaucio- 
Nes. 
Por lo demás, los instrumentos defensivos 
iban acompañados de picos, azadones, sierras 
y otras herramientas indispensables, sin men- 
tar los vestidos adecuados á todas las tempe- 
raturas, desde los frios de las regiones pola- 
res hasta los calores de la zona tórrida. 
Miguel Ardan hubiera querido lleyar cierto 
número de anima!es, no úna pareja de todas. 
las especies, pues no veia la necesidad de 
aclimatar en la luna las serpientes, los tigres, 
los aligadores y otras alimañas. 
—No, decia á Barbicane; pero algunas 
bestias de carga, buey Ó vaca, asno Ó caba. 
  
  
 
	        
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