Full text: segunda série, tomo 8 (1866) (1866,8)

  
  
  
LA CASA LÚGUBE 
  
ESCRITA EN INGLÉS 
POR 
CARLOS DICKENS. 
CAPÍTULO PRIMERO. 
Ojeada sobre la cancillería, 
Hemos llegado al dia de san Miguel, se han : 
abierto los tribunales y el gran canciller ocu- 
Pa su sillon en la gran sala de Lincoln's Inn. 
Hace un tiempo de perros, y hay tanto lo- 
do en las calles como si las aguas del diluvio 
acabaran de abandonar la superficie de la 
tierra, de modo que no sorprenderia el en- 
contrar un megolosauro (1) subiendo entre el 
lodo la colina de Holborn. El humo cae de 
los tubos de las chimeneas en forma de niebla 
fspesa y negra mezclada de pequeños pedazos 
de hollin que parecen copos de nieve que lle- 
Van luto por el sol. No se reconocen ya los 
Perros debajo del cieno que los cubre, y los 
Caballos llenos de barro hasta las orejas, no 
acen mejor figura que los perros. Los para- 
£uas se chocan, y los transeuntes, que circu- 
an de mal humor, se deslizan en cada esqui- 
ha donde miles de personas han tropezado 
esde el principio del dia —si es que puede 
ecirse que ha principiado el dia —añadiendo 
Nuevos depósitos á las capas sucesivas del 
o 
  
- (1) Lagarto gigantesco y antidiluviano. 
barro tenaz que se adhiere al empedrado don- 
de se acumula en intereses compuestos. 
Reina por todas partes la niebla; en los 
pantanos de Essex y en las colinas del Kent, 
encima del Támesis donde se extiende'sobre 
los islotes y las praderas, y debajo del rio 
donde se despliega en medio de los buques 
que envuelve y se ensucia con el contacto de 
las inmundicias que vierten en la orilla las 
cloacas de una ciudad inmensa y cenagosa; 
se desliza en la cámara de los buques de alto 
porte, se enrosca en torno de los mástiles, 
pesa sobre la cubierta de las barcas, y está 
en todas partes, en la garganta de los pensio- 
nistas de Greenwich que oprime y en la pipa 
que el patron irritado fuma en el fondo de su 
camarote, punza los dedos del grumete que 
tiembla de frio sobre el puente, y los tran- 
seuntes que desde el pretil de los puentes di- 
rigen una mirada al cielo encapotado, envuel- 
tos tambien por la niebla, parece que están 
en un globo aerostático suspendidos entre las - 
nubes. 
Las luces de gas aparecen á intervalos y 4 
lo léjos en la ciudad, como en los campos em- 
papados en agua deja apercibir el sol al labra- 
dor antes de asomar sus rayos velados por la 
sombra. Parece que el gas reconoce que lo 
encienden demasiado pronto, y en su enojo, 
presta casi por fuerza su luz á las tiendas.” 
  
 
	        
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