LA CASA LÚGUBE
ESCRITA EN INGLÉS
POR
CARLOS DICKENS.
CAPÍTULO PRIMERO.
Ojeada sobre la cancillería,
Hemos llegado al dia de san Miguel, se han :
abierto los tribunales y el gran canciller ocu-
Pa su sillon en la gran sala de Lincoln's Inn.
Hace un tiempo de perros, y hay tanto lo-
do en las calles como si las aguas del diluvio
acabaran de abandonar la superficie de la
tierra, de modo que no sorprenderia el en-
contrar un megolosauro (1) subiendo entre el
lodo la colina de Holborn. El humo cae de
los tubos de las chimeneas en forma de niebla
fspesa y negra mezclada de pequeños pedazos
de hollin que parecen copos de nieve que lle-
Van luto por el sol. No se reconocen ya los
Perros debajo del cieno que los cubre, y los
Caballos llenos de barro hasta las orejas, no
acen mejor figura que los perros. Los para-
£uas se chocan, y los transeuntes, que circu-
an de mal humor, se deslizan en cada esqui-
ha donde miles de personas han tropezado
esde el principio del dia —si es que puede
ecirse que ha principiado el dia —añadiendo
Nuevos depósitos á las capas sucesivas del
o
- (1) Lagarto gigantesco y antidiluviano.
barro tenaz que se adhiere al empedrado don-
de se acumula en intereses compuestos.
Reina por todas partes la niebla; en los
pantanos de Essex y en las colinas del Kent,
encima del Támesis donde se extiende'sobre
los islotes y las praderas, y debajo del rio
donde se despliega en medio de los buques
que envuelve y se ensucia con el contacto de
las inmundicias que vierten en la orilla las
cloacas de una ciudad inmensa y cenagosa;
se desliza en la cámara de los buques de alto
porte, se enrosca en torno de los mástiles,
pesa sobre la cubierta de las barcas, y está
en todas partes, en la garganta de los pensio-
nistas de Greenwich que oprime y en la pipa
que el patron irritado fuma en el fondo de su
camarote, punza los dedos del grumete que
tiembla de frio sobre el puente, y los tran-
seuntes que desde el pretil de los puentes di-
rigen una mirada al cielo encapotado, envuel-
tos tambien por la niebla, parece que están
en un globo aerostático suspendidos entre las -
nubes.
Las luces de gas aparecen á intervalos y 4
lo léjos en la ciudad, como en los campos em-
papados en agua deja apercibir el sol al labra-
dor antes de asomar sus rayos velados por la
sombra. Parece que el gas reconoce que lo
encienden demasiado pronto, y en su enojo,
presta casi por fuerza su luz á las tiendas.”