6 HISTORIA
dirigió la señora de Saulnes contestó , apre-
tando entre los labios el tubo de su pipa, con
una enorme bocanada de humo, y luego re-
torció en silencio un mechon de su espesa bar-
ba gris, como si esperara que este movimien -
to le inspirara alguna resolucion. La vista de
una cadena de oro, que pendia del cuello de
la señora de Saulnes, apaciguó los temores
de su avaricia.
* —¡Quereis cenar! dijo repentinamente en
tono brusco. /
—No, os lo agradezco, contestó dulcemen- :
te la señora de Saulnes.
- —¿Quereis una cama?
—Una para mí y para mi hija y otra para
mi hijo. :
—Afortunadamente tengo ahí, contestó el
generoso patriota, fascinado por la cadena de
oro , tengo ahí en el armario una pierna de
carnero que casi no se ha tocado, muy apeti-
tosa, y podré añadir á ella una tortilla. Yo
estoy aquí solo. Mi mujer se ba marchado y
no tengo criada, Los sirvientes todos son unos
ládrones. Yo tengo la ventaja de saber go-
bernar por mí mismo mi casa y sé guisar con
áseo y limpieza. :
—Os3 doy de nuevo las gracias, replicó la
señora de Saulnes, que tenia ya un pesar de
haber entrado en aquella casa y quisiera ver-
se fuera de ella. Solo os pido dos camas! Si
no podeis proporcionármelas, me iré á otra
posada.
—Nada de eso, tranquilizaos, Aquí no hay
otra Ha mejor que la mia,
Al pronunciar estas palabras con el tono
enfático, al que le habian habituado las aren-
gas de los clubs, encendió una luz , subió por,
una escalera y abrió la puerta de un grande
aposento desmantelado en cuyas dos extremi-
Es se veian solamente dos camas y dos si-
as. d
—Hé aquí lo que yo llamo un magnifico apo-
sento. El año 11 de la República un enviado
de la Conyencion durmió en una de esas Ca-
mas y me dijo al dia siguiente que en su vida
habia dormido tan bien. :
Despues de haber recordado este glorioso
acontecimiento, colocó la luz encima de un
Sl y salió de la habitacion.
a señora de Saulnes empezó por cerciorar-
se de que el aposento no tenia otra salida que
la puerta quedaba á la escaléra, la cerró
dando doble vuelta á la llave, recitó en com-
pañía de sus hijos la oracion de la noche,
luego advirtió 4 Enrique que no se despojara
de sus vestidos y se acostó con Clotilde prac-
ticando lo mismo.
Así terminaba el primer dia de su regreso
á Francia, :
CAPITULO II.
El pasado,
¡ Qué diferencia diez y nueve años atrás !
Diez y nueve antes de la época de nuestia
historia, en una hermosa mañana del mes de
junio, colocaban en la cabeza de la señora de
Saulnes la corona nupcial. Hija única de M. de *
Herserange, se desposaba con el baron Luis
de Saulnes, único heredero y casi ya dueño
de un considerable patrimonio á causa de la
muerte de su padre, Ella tenia quince años y
él veinte y tres. Este grande suceso hizo ol-
vidar por algun tiempo en los créques, es de-
cir en las tertulias Óó reuniones de invierno,
los cuentos de viejas, las dramáticas historias
de brujas y aparecidos y la crónica diaria de
la aldea. iO
—¡Qué novia tan linda! decia Juan Laval,
uno de los principales narradores de consejas
de Saulnes; cuando la he visto entrar en la
iglesia, con su velo blanco y su ramillete de
flores, me ha parecido que veia á la Virgen.
—Y nuestro jóven señor! exclamó una ale-
gre arrendadora, ¡no teneis con quien compa-
rarle? Con su vestido de seda azul y la espada
ceñida, parece un san Jorge que he visto
bordado en una bandera. :
—¡ Qué soberbio casamiento ! decian otros.
¡Qué orquesta! jamás se ha visto reunido un
número igual de violines y clarínetes, ni se han
disparado tantos tiros Y el baile por la no -
che, y la cena debajo de los castaños! ¡ Ah!
M. de Harserange ha estado espléndido y hay
mas de uno que ha vuelto á su casa haciendo
eses por haber gustado con algun exceso el
vino de Chaill y.
Los arcianos tambien se complacian en re-
cordar que en el caoamiento de la señorita
Teresa de Herserange se habian observado.
algunas de las antiguas costumbres del país.
Por ejemplo, la mañana de su desposorio se
habia puesto el vestido de su tatarabuela,
conservado de generacion en generacion para
tan solemne acto, y segun otra costumbre
tradicional su doncella de honor le habia ata-
do el anillo nupcial á la muñeca haciendo mu-
chos nudos, para significar la indisolubilidad
del lazo representado por aquella sortija. En
virtud todavía de otra costumbre lorenesa,
hubo su pequeño simulacro de combate entre
los jóvenes de Herserange y de Saulnes, de-
mostrando los unos que no querian permitir
que partiera la que ellos llamaban reina de su
aldea, para lo que intentaban quitar las ruedas
de su coche y construir barricadas para im..