Full text: segunda série, tomo 8 (1866) (1866,8)

” 
  
4 
LUGUBRE. 
“bajo, voy sin perder un momento con mis 
hijos á visitar á un ladrillero de las cercanías, 
un hombre muy malo y antipático , y tendria 
un placer en que me acompañarais , señori- 
tas. 
Cambié una mirada con Eya y acepté la 
oferta porque de todos modos habiamos de 
dar un paseo. 
Cuando volvimos al salon , despues de ha- 
ber ido á buscar los sombreros y los chales, 
encontramos á la filantrópica prole sentada en 
un rincon , en tanto que mistress phd se 
Piseaba á grandes pasos derribando todos los 
muebles de poco peso que habia -en él apo- 
“sento. 
Se puso al lado de Eva y las seguí con to- 
dos los niños, 
Soy apasionada por los niños y siempre me 
he considerado muy feliz en gránjedrme su pe- 
tulante confianza, pero en aquella ocasion por 
el contrario me causaron gram molestia los hi- 
Jos de mistress Pardiggle. Apenas habiamos 
salido de casa cuando Egberto , interpelándo- 
me como lo hubiera hecho un mendigo, me 
pidió un chelin bajo el pretexto de que le ha- 
bian robado su dinero. Me tomé la libertad de 
hacerle observar que un niño bien educado no 
debia hablar de aquel modo, pues habia aña- 
«dido designando 4 su madre que pen se lo 
habia robado «era ella.» da 
—Qluisiera ver lo que hariais si os hallaseis 
“en mi puesto, me dijo; ¡por'qué meengaña di- 
_ciéndome que me da dinero si luego me lo 
quita ? ¿por qué dice que es mio si no me per- 
mite que lo gaste? ¡4 qué viene el alabarse 
que me da tanto por semana ! : 
Estas preguntas le exasperaron de tal modo 
“Así como 4 Osvaldo y á Francisco que me pe- 
llizcaron todos á un tiempo con tanta crueldad 
e me costó trabajo contener un grito de 
Motor, j 2 hs 
Y en tanto Felix me pisaba los talones y el 
Mas pequeñito, cuyo dinero desaparecia en 
Suscriciones y se hallaba por lo tanto condena- 
So á abstenerse de golosinas al mismo tiempo 
Que de tabaco, se puso tan encendido de có- 
¿cra al pasar por delante de una confitería que 
temi le diera un accidente. 
+ No habia tratado nunca con niños mas mo- 
Estos, de modo que senti una verdadera ale- 
sta cuando llegamos á la casa del ladrillero, 
“SO que era una pobre casucha que forma- 
¿A parte de un grupo de miserables chozas 
.Sdificadas en un terreno arcilloso, con un 
uerto delante de la puerta que solo producia 
«arcos de agua cenagosa , una zahurda para 
¿08 cerdos cerca de las ventanas rotas , y al- 
Sun cubo para recibir cuando llueve el agua 
QUe cae del tejado. En las puertas y ventanas 
“abia varios hombres y mujeres que parecia 
T. VIH. 
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que nos miraban , y sin embargo principiaron 
- 4 burlarse cuando pasamos por delante de 
ellos y á decir que las señoras estaban muy 
desocupadas cuando dejaban los quehaceres 
- de sus casas para ensuciarse los zapatos con el 
único objeto de yer lo que pasaba en las ca- 
sas ajenas. 
Mistress Pardiggle abria la marcha con 
ademan resuelto, y sin cesar de hablar en yoz 
alta de los hábitos de desórden y desaseo de 
las personas que nos escuchaban (creo que la 
mas aseada de nosotras no hubiera podido 
conservar la limpieza en aquel pantano arcillo- 
so), nos condujo á una de las casuchas mas 
apartadas y cuyo piso bajo apenas era capaz 
para contenernos á todas. En este aposento hú- 
medo y nauseabundo encontramos una mujer 
con un ojo cárdeno é hinchado, sentada junto al 
fuego y con un niño de pechos en el regazo, 
un hombre de facha innoble con el traje man- 
chado de lodo , sentado en el suelo y con la 
pipa en la boca, un muchacho que ponia un 
collar á un perro y una jóven desvergonzada 
que estaba lavando en una artesa llena de 
agua cenagosa. Nos miraron cuando entra- 
_mos, y la mujer volvió el rostro para ocultar 
el ojo amoratado, pero nadie nos dió los bue- 
DOS AS 
- —¡ Cómo os va, amigos mios? preguntó 
miss Pardiggle con voz breve y dura que na- 
da tenia de afectuoso; aquí me teneis otra vez; 
ya os dije que soy incansable, que busco las 
dificultades y los obstáculos, y ahora os con- 
_vencereis de que cumplo lo que digo. 
—¡0s3 acompaña alguna otrá persona mas 
de las que han entrado? murmuró entre dien- 
tes el hombre sentado en el suelo que sin le- 
vantarse apoyó la cabeza en una de sus manos 
para mirarnos á su gusto, 
—No, amigo mio, respondió mistress Par- 
diggle que derribó uno de los banquillos al 
sentarse en otro. A 
—Lo digo porque me parece que llevais ” 
"poca comitiva, dijo el ladrillero sin' quitarse 
la pipa de la boca y mirándonos con expresion 
nada favorable. ] 
—No me cansareis, buenas gentes , repuso | 
mistress Pardiggle; me burlo de todas las di- 
- ficultades, y cuanto mas penosa hagais mi ta- 
“rea mas me la hareis amar. ó 
—Pues bien, haced lo que gusteis , dijo el 
“ladrillero; por eso no reñiremos, Hacedme sin 
“embargo el favor de despachar cuanto antes. 
No me gustan las libertades que las personas 
“como yos se toman en mi casa ¡estais 1 ¡Se os 
figura que soy algun conejo para venir á per- 
seguirme hasta en mi madriguera ? Sois muy 
“aficionada á entraros en todas partes á pre- 
guntar lo que no os importa, Os conozco y sé 
lo que venís á decirnos. Quiero ahorraros , 
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