ví los ronquidos sonoros de nuestro huésped,
_ y entonces intenté “una cosa difícil, la de fi-
- gurarme al anciano tal como debió ser en.
otro tiempo y adornarle con todas las gracias
de la juventud, pero me dormí antes de conse-
guirlo y soñé en la época eri que vivia con mi
madrina, La ciencia de los sueños me es muy
poco familiar para que pueda saber si existia
en este hecho algun indicio significativo, pero
con mucha frecuencia me trasladaba en mis
sueños á aquella época de mi vida,
A la mañana siguiente una carta de M, Ken-
ge y Carboy anunció 4 M. Boythorn que uno
de sus pasantes vendria á darle cuenta del
estado de su pleito. Como era precisamente
el dia de la semana en que despachaba mis
cuentas y los negocios de'mi administracion
que acumulaba con intencion para arreglarlos
de una vez, permaneci en casa mientras mi
tutor, Eva y Ricardo se aprovechaban de un
tiempo magnífico para dar un largo paseo. M.
Boythorn debia esperar al pasante de M. Ken-
ge y salir á reunirse con los paseantes luego
que terminase la conferencia,
Me hallaba, pues, engolfada en mis cuen-
tas, examinando cuadernos, haciendo apuntes
y reuniendo recibos, cuando me anunciaron
á M. Guppy. Me ocurrió desde luego la idea
de que el pasante de M. Kenge seria tal vez
el jóven que me habia recibido en Londres, y
me alegré de haberlo adivinado y de volverle
á ver, porque su nombre estaba unido en mi
memoria á mi felicidad actual.
Iba tan elegante que me costó trabajo reco-
nocerle; vestia un traje nuevo y flamante de
piés á cabeza, sombrero lustroso, guantes
«amarillos, corbata de vivos colores, un ramo
de flores en el ojal de la levita, anillo de oro
en el dedo meñique, y esparcia además en
torno suyo los efluvios de mil pomadas y esen-
cias que perfumaron el comedor, Le supliqué
que se sentase y le pregunté por M. Kenge
sin atreverme á levantar los ojos , porque me
miraba de una manera tan penetrante que me
dejó confusa y ruborizada. :
Cuando entraron á anunciarle que M. Boy-
thorn le esperaba y que se tomase la molestia
de pasar al cuarto de este caballero, le dije
que cuando terminase su encargo encontraria
? el almuerzo dispuesto por órden de M. Jaru-
dyce..
—i¡ Tendré la honra de encontraros aun.
aquí, señorita 1 preguntó.
- —SÍ, señor , contesté.
Y salió lanzándome una mirada y volvien-
do á saludar.
Suponia que naturalmente era timido y en-
cogido, porque apenas podia sacarse las pala-
bras de la boca mientras me hablaba , y espe-
ré que volviese con intencion de cuidar que
139 LA CASA
nada le faltase y de retirarme en seguida
Trajeron el almuerzo, pero la entrevista era
larga y, segun imagino, borrascosa, porque:
á pesar de estar distante el cuarto de M. Boy-
thorn, oia alzarse de vez en cuando la robusta
voz de nuestro huésped que mugia como el
tiempo en la tempestad y lanzaba probable-
mente una descarga cerrada de recriminacio-
nes 6 injurias superlativas. al
Volvió por fin M. Guppy con el aspecto
mas desconcertado que antes á consecuencia
de aquella animada discusion.
—Es un hombre feroz, me dijo en voz
baja.
.—Dignaos, caballero, tomar una friolera,
respondí indicándole el almuerzo.
Se sentó á la mesa y se puso á afilar con-
vulsiyamente el cuchillo sobre el tenedor sin
apartar de mi la mirada; estaba bien segura de
ello aunque tenia los ojos bajos, El afilamien-
to del cuchillo se prolongaba tanto que me creí:
obligada 4 levantar los ojos para romper el
encanto al cual parecia encadenado. En efec-
to, inmediatamente miró el plato que tenia.
delante y empezó á cortar el asado. P
—¡ Me bhareis el favor, señorita, de acom-
pañarme ? me preguntó.
-—Gracias, le dije.
—¡ No aceptareis nada de mí? volvió á pre-
guntar apurando un yaso de vino.
. —Nada, caballero; os he esperado única-
mento para saber si necesitabais algo.
—Os doy las mas rendidas gracias, seño-
rita; tengo todo lo que puedo desear, á no
ser que..... quiero decir que..... por el con-
trario. :
Se bebió dos vasos de vino uno tras otro,. y
creí que lo mas prudente seria dejarle solo,
—Perdonad , señorita, mi esadía, me dijo
levantándose al yer que yo lo hacia para re-
tirarme, pero hacedme el fayor de conceder-
me un minuto de conversacion.
No sabiendo lo que tenia que decirme con-
sentí en volverme á sentar.
—Con toda reserva ¡no es cierto , señorita?
me preguntó M. Guppy con ansiedad acercán-
dose á mi mesa,
—No os entiendo, repuse con sorpresa.
—Lo creo, es una locucion forense, seño-
,
rita ; quiero decir con esto que espero que no->
. hareis uso en detrimento mio de las palabras
que voy á pronunciar en casa de Kenge y
Carboy ni en ninguna otra parte; que en el
- caso de que esta conversacion no tuviera re-
sultado alguno, continuaria en la posicion en
que me encuentro actualmente y'no me cau-
sará perjuicio alguno en lo presente ni en lo
porvenir; en una palabra, que se trata de una.
comunicacion enteramente confidencial.
—No adivino qué es lo que podeis decirm*