Full text: segunda série, tomo 8 (1866) (1866,8)

  
  
  
LUGUBRE. 157 
¡Está el amo en casa? pregunta M, Tul- 
Aghorn. 
Está el amo en casa, y Augusta va á lla- 
. Marle, muy contenta de salir de la tienda que 
Mira con terror como un arsenal de espantosos 
instrumentos de tormento legal y en donde no 
Se debe entrar cuando está apagado el gas. 
M. Suagsby llega sin aliento, con las manos 
Slasientas y la boca llena, traga un pedazo de 
Pan y de manteca, y exclama: 
—¡ Vos en mi casa, M. Tulkinghorn ! 
—Necesito hablar con vos un momento, 
Suagsby. al 
—Cuanto gusteis, señor. ¡Por qué os ha - 
beis molestado 1 Ya sabeis que, enviando un 
recado, hubiera ido á vuestra casa inmediata- 
Mente. Tened la bondad de pasar á la tras- 
tienda. eS 
Suagsby está radiante de alegria. 
El cuarto donde entra y que huele á perga- 
mino, sirve á un tiempo de almacen , de de- 
Ppósito y de escritorio. 
M, Tulkinghorn se sienta en frente del pa- 
pelero. ' 
—El pleito Jarudyce, dice. 
—Voy á dároslo al momento, responde 
Suagsby. 
El papelero da mas luz al mechero de gas y 
tose modestamente tapándose la boca. 
M. Suagsby, como hombre timido, tiene 
«costumbre de toser con una variedad de ex- 
presiones que le dispensa de hablar. 
—Ultimamente copiasteis para mí algunos 
documentos concernientes á ese pleito. 
—Es cierto. 
—No se encuentra: la copia de uno de esos 
documentos, continua el impenetrable M. Tul- 
_Kinghorn registrándose con indiferencia el bol-. 
Sillo, y su letra tiene una particularidad que 
ha llamado mi atencion. Al pasar por aquí, 
Y creyendo que llevaba en el bolsillo ese do- 
Cumento , he entrado para preguntaros..... 
ero veo que lo he dejado sobre la mesa. Otro 
Ala será, no importa..... ¡Ah! ya dí con él. 
He entrado, pues, para preguntaros quién lo 
abia copiado. qa: : 
—¡ Quién ha hecho esta copia? dijo Suagsby 
tomando el manuscrito cuyas hojas volvió con. 
la agilidad caracteristica de los papeleros del 
tribunal; no se ha hecho en casa. Como tene=. 
mos tanto trabajo enviamos los documentos 
“era de casa, pero puedo deciros quién lo ha 
Copiado consultando mi libro. 
_M. Suagsby toma el libro de cuentas de co- 
Pla, hace un esfuerzo para tragar el bocado de 
Pan y manteca que al parecer se le ha atra- 
gantado en el gaznate, lanza una mirada al 
documento, y coloca el indice de la: mano de- 
techa en una de las páginas, 
—Jewby... Packer... Jarudyce... aquí es- 
kinghorn. 
tá. Sí, debia haberlo recordado; esta copia la 
ha hecho un escribiente que vive precisamen- 
te 4 dos pasos de aquí. : 
M. Tulkinghorn habia visto la apuntacion - 
antes que M. Suagsby, y la habia leido mien- 
tras el índice del papelero estaba recorriendo 
aun la columna. 
—¡ Cómo le llamais? ¡ Nemo? dijo M. Tul- 
—Si, señor, como estais viendo, folio cua- 
renta y dos; enviado el miércoles á las ocho 
de la noche y devuelto el jueves á las nueve 
y media de la mañana. 
—Nemo, repite M. Tulkinghorn, significa 
nadie en latin. 
—Pero significa álguien en inglés, al me- 
_nos lo supongo, insinua M. Suagsby con su tos 
de deferencia, porque es el nombre del escri- 
biente. ¿Lo veis, señor? Folio cuarenta y dos; 
enviado el miércoles á las ocho de la noche y 
devuelto. el jueves á las nueve y media de la 
mañana, 
El papelero descubre por el rabo del ojo la 
cabeza de mistress Suagsby que viene á la 
puerta de la tienda para saber por qué moti- 
vo se ha levantado de la mesa:su marido. 
M. Suagsby dirige una tos explicativa á su 
mujer como si le respondiese: «Es un parro- 
quiano, querida.» 
-—Si, señor, y devuelto á las nueve y me- 
dia; nuestros escribientes, que trabajan á des- 
tajo, continua M. Suagsby, son una turba de 
vagos y aventureros sin casa ni hogar, y es 
muy posible que no sea este su verdadero nom- 
bre, pero no usa otro. Bajo este nombre se dió 
á conocer en un aviso que puso en los perió- 
dicos y en las tarjetas que repartió entre los 
jueces, abogados, procuradores y porteros del 
tribunal. Ya sabeis cómo se redactan los tales 
avisos: «Fulano de tal desea encontrar, etc., 
ete.» S . 
M. Tulkinghorn se asoma á la ventana de 
la trastienda que da al café de Coayinse, y ve 
que la sombra de varios caballeros se dibuja 
vagamente en las cortinas del establecimiento. 
M. Suagsby aprovecha esta ocasion para 
volver la cabeza y lanzar por encima del hom- 
bro una mirada 4 su mujer, mientras articu- 
la estas palabras en voz muy baja y casi con 
los labios : : : 
—Tulkinghorn , rico 6 influyente. 
- El procurador se aparta de la ventana. 
—'¡ Habiais dado trabajo antes á ese hombre! 
pregunta con indiferencia, y: ES 
—Sí, señor.. ES 
—¡ Dónde decis que vive? Lo he olvida - 
do ya. go) 
—En la acera de enfrente, la casa donde... 
M. Suagsby hace un nuevo esfuerzo para tra- 
gar el bocado de pan y manteca que no quie- 
di 
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