LUGUBRE. E 161
solo á uno de los parientes de este hombre,»
“tendria que callar y resignarme á perderlas.
Nada sé. Hará unos diez y ocho meses, si
“mal no recuerdo, que vino á vivir á esta ca-
a A
—Diez y ocho meses, dice M, Krook inter-
Tumpiéndole con un ademan de aprobacion.
—Hará unos diez y ocho meses, continua
M. Suagsby animado con esta aprobacion, que
“el hombre de quien nos ocupamos vino á nues-
tra casa un dia cuando salíamos de almorzar.
Encontró á mi mujer en la tienda, y le pre-
“sentó una muestra de su letra diciéndole que
desearia dedicarse á hacer copias, porque le
Apremiaba la necesidad. Mi mujer es natural-
Mente poco amiga de las gentes extrañas , en
especial cuando piden algun favor, pero este
hombre tenia una apariencia tan distinguida
y simpática, que desde el primer momento le
cobró cariño. ¿Era porque llevaba toda la
barba y el cabello á la romana ó por otro mo-
tivo apreciado tan solo del bello sexo! Lo ig-
Moro, pero lo cierto es que admitió la muestra,
el nombre y las señas de la habitacion, y co-
Ino ella tiene la maldita costumbre de estro -
Pear los nombres creyó que Nemo queria de- .
Cir Nemrod, y todos los dias me decia cuan-
do comíamos: «Suagsby, ¡aun no has dado tra-
Bajo á Nemrod t» ó bien: «¡Porqué no das á ,
Nemrod esos treinta pliegos del pleito de Ja- -
rudyce?» Y de este modo le dimos ocupacion.
No sé respecto á ese hombre mas que escribia
con velocidad y lo mismo le importaba traba-
jar de noche que de dia. Le dabais por ejem-
Plo cuarenta y cinco fojas el miércoles por la
Noche y las traia el jueves por la mañana, lo
Cual parece materialmente imposible 4 no ser
- Que no cerrase los ojos en toda la noche.
—Hariais bien, dijo Tulkinghorn al viejo
“Krook, que vierais si tiene algun documento
QUe pudiera daros alguna luz, porque se ins-
tuirá proceso y se os interrogará. ¡Sabeis
deer?
—No, respondió el anciano haciendo una
Mueca.
_ —Suagsby, continuó M. Tulkinghorn, exa-
-minad por él todos los objetos que hay en este
Cuarto; así le evitareis algun disgusto , y ya
¿Jue me hallo aqui, esperaré que hayais termi-
ado. Desearia sin embargo que despachaseis
Pronto. Si mas adelante fuera necesario podria -
Servir de testigo y afirmar que se ha cumplido
<on todas las formalidades. Tomad la luz, mi
“buen amigo, dijo á M. Krook, y M. Suagsby
Verá si existe algun papel que pueda seryiros
Para haceros cobrar los alquileres que os de-
“M ese desgraciado.
—Hay aquí una maleta vieja, dijo Suagsby.
—En' efecto, respondió M. Tulkinghorn
Manifestando la mayor sorpresa.
LU.
El ropavejero se acerca con la luz, Suags-
by procede al registro, el médico se apoya
en el borde de la chimenea, miss Flitte, que se
ha retirado cerca de la puerta, dirige una mi-
rada de terror al aposento , y el hábil procu -
rador permanece en el mismo sitio y en la
misma actitud. e
La maleta contiene tan solo algunas prendas
de ropa de ningun valor, un paquete de re-
cibos de un prestamista sobre alhajas, triste
salvoconducto del camino de la miseria, una
- hoja de papel que huele á opio en que hay al-
gunas apuntaciones, como: «Tantos granos tal
dia , tal otro una dosis mas fuerte,» y otras
por el estilo, memorandum principiado con la
. intencion de continuarlo con exactitud, pero
abandonado muy pronto; finalmente, algunos
fragmentos de periódicos mugrientos, relativos >
todos á suicidios. ,
Suagsby busca por todas partes, registra to-
- dos los rincones, pero no encuentra «carta ni
documento alguno.
El médico registra los bolsillos de la leyita
-. del escribiente, y saca de ellos un cortaplumas
y algunas monedas de cobre.
Se adopta entonces la proposicion del alma -
cenista de papel, se resuelye llamar al bedel
de la parroquia ; miss Flitte va á buscarle, y
salen todos del aposento, : in EP
—Llevaos el gato, dice el médico á M.'
Krook; no debe quedarse aquí. :
El ropavejero llama á lady Juana que baja
furtivamente la escalera haciendo ondear la
cola y lamiéndose el hocico, y
—Buenas noches, dijo M. Tulkinghorn que
se retiró á su casa á entregarse á sus medita -
ciones. :
La noticia ha circulado ya por todo el bar-
rio, se forman grupos para discutir este ex-
traño acontecimiento ; y la vanguardia de ob-
seryacion, compuesta de muchachos calleje -
ros, invade las ventanas de M. Krook.
Un agente de policia ha subido á la habita-
cion y ha bajado á la puerta de la tienda, don-
de se establece firme como una torre, Janzan-
do de vez en cuando sobre los pilluelos que
rodean su base una mirada cuyo efecto inme -
diato es provocar una retirada tumultuosa,
Mistress Perkins y mistress Pipes , que no
“se hablaban hacia tres semanas , y cuya ene-
mistad nació de una batalla entre sus dos hijos,
aprovechan con placer esta ocasion favorable
para reanudar sus antiguas relaciones.
.. El mozo del café de la esquina, aficionado
privilegiado , que debe á su posicion la venta -
ja de tener que habérselas con frecuencia con
borrachos y de estar versado en el arte de las
prácticas de la policía , entabla con el agente
'una conversacion confidencial. Las ventanas
están abiertas, se hablan de una puerta á otra, -
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