DE UN HEREDERO. —. | 11
brero en Leipzig. Las mujeres tambien gana-
on su subsistencia por medio del trabajo. Or-
ganizaron almacenes de ropa blanca, confec-
cionaron sombreros y cortaron vestidos. Du-
rante algunos años, en varias ciudades de Ale-
mania, las buenas ciudadanas disfrutaron del
honor de verse vestidas por marquesas y du-
quesas. Las encantadoras damas francesas del
siglo diez yocho, tan vivas, tan alegres, tan
“elegántes, habituadas al gran lujo, y á tan
ligeras y agradables conversaciones, ¡qué no-
ble corazon ocultaban bajo su aparente frivoli-
dad! Cuando llegó el dia de prueba, admira-
ron al mundo por su virtud. Unas han muerto,
como heroinas ó santas, en las carceles Ó ba-
jo el hacha del verdugo. Las otras, en su des-
tierro, han dado á los pueblos extranjeros
conmoyedores ejemplos de paciencia: y resig-
nacion. En Berlin se ha conservado por mu-
-cho tiempo el recuerdo de una jóven de la al-
ta aristocracia que, trabajando sin descanso
en hacer flores, aseguró el bienestar de sus
padres enfermos. En Londres, en un estable -
<imiento benéfico se conservan los cántaros y
la cincha de otra jóven, que para subvenir á
las necesidades de su padre ciego, llevaba
agua á las casas,
El espantoso torrente revolucionario inun-.
dó á la Francia de cieno, de sangre, de mias-
mas pestilentes ; pero en medio del desborda-
miento de las pasiones desenfrenadas, se vie-
ron resplandecer, como perlas purisimas, las
mas admirables afecciones, las mas religiosas
abnegaciones, y esto es lo que debemos ad-
mirar y venerar,
Gracias á su conocimiento de la lengua ale-
mana, M. de Saulnes entró fácilmente en re-
laciones con los habitantes de Hamburgo.
Agradó en seguida por la amenidad de su ca-
rácter, interesó por el sentimiento del deber
«que se reconoció en él desde un principio, y.
bien pronto tuvo mas discípulos de los que ne-
«cesitaba para procurarse una honrosa subsis-
tencia. Algun tiempo despues, habiendo que-
«dado vacante una plaza de catedrático de lite-
ratura, algunos padres de familia, que habian
“visto el concienzudo esmero con que daba lec-
cion á sus hijos, aunaron sus esfuerzos para
hacérsela obtener. Su cátedra, bien retribuida,
le permitió salir de la estrecha y umbría calle,
en la que por economía se habia visto obliga -
do á buscar una habitacion, y establecerse cer-
ca del Jungferniticq, frente á los estanques .
«del Alster, de los cuales la niña Clotilde con-
servaba aun la memoria en Saulnes entregada
al sueño.
Para los corazones contristados por el in-
fortunio , Ó propensos á la melancolía, la ve-
getacion del Norte tiene un atractivo particu-
lar. No los ofusca, como la del mediodía, por +
su demasiada animacion Ú por colores brillan-
tes. Al contrario los tranquiliza por su propia
apariencia de tristeza y recogimiento, invitán-
doles £ la meditacion en sus sombrías soleda-
des. Párece que se asocia á su dolor con el
tinte gris de su cielo , por la pálida flores: en-
cia de sus campos, y que se compadecen de
“ellos las corrientes de agua que suspiran en
sus sombrías torrenteras, las brisas que agitan
las largas ramas de sus abedules y los vientos
que gimen en sus bosques de abetos,
Luis y Juana habian llegado á encariBarse
con aquel pais del Norte , donde habian em-
contrado una benéfica hospitalidad; al cual
estaban ligados tambien hacia algunos años
por haber muerto en él dos hijos de tierna
edad y por el nacimiento de otros dos en los
que fundaban todas sus esperanzas.
En la humildad de su situacion, habian lle-
vado una vida retirada, silenciosa , ocupada
en gran parte por sus deberes ordinarios, ha-
ciéndola llevadera su mutuo cariño. Una de
-sus diversiones favoritas erair á pasear á orl-
llas del Alster, ó en las verdes campiñas que
rodean la antigua ciudad de Hamburgo, al
molino de Wohldorf 6 á la aldea de Eimsbut-
tel. Algunas veces llegaban hasta Blanken-
nes, se sentaban en la colina, al pié de la cual
se esparraman las aguas del Elba, recordan-
do el tiempo en que desde el terraplen de
Dresde, contemplaban la corriente del mismo
rio, estrechándose la mano. Despues de todas
las pérdidas que habian sufrido, todavía se
sentian frecuentemente felices, no precisa-
mente como en los primeros dias de su matri-
monio ; pero es menester convencerse que hay
muchas maneras de serlo.
- En 1802, cuando fueron amnistiados los
emigrados, Luis y Juana vieron partir á todos
sus compatricios que estaban en Hamburgo
y ho pensaron ni por un momento en seguir-
los. Sin embargo no decian movidos por un
mezquino y seco egoismo; Ubi dene , 1bi pa-
tria. Se acordaban sin cesar de su querida Lo-
rena y la echaban menos , pero lo que consti-
tuye la patria no es solo el suelo donde uno
ha nacido, es el hogar de nuestros mayores, los
lazos de familia , la tradicion, manifiesto vYo
de lo pasado, y enseñanza para el porvenir,
el órden social que uno ha conocido, las amis-
tades que ha frecuentado, y la Casa que se ha
poseido. a
Para Luis y Juana, todos estos tesoros ha-
bian quedado reducidos á la nada, sus amigos
y parientes habian muerto , sus Casas estaban
demolidas , su patrimonio dividido y enajena-
do. Al regresar á su pais no podian encontrar
«mas que ruinas y sepulcros ; por tanto perma-
necieron en Hamburgo. j
Todavía discurrieron algunos años. Una no-