Full text: segunda série, tomo 8 (1866) (1866,8)

   
186. 
vantado una botella de tinta , algunas plumas 
de ave y varios anuncios de teatro rasgados y 
mugrientos. ; ' 
—¿Qué haceis en este aposento ? le pre- 
guntó mi tutor. 
—Aprendo á leer y escribir sin maestro , 
respondió M. Krook. 
—i¡ Y aprendeis algo 1 
—No mucho, repuso el viejo con aire de 
«descontento : es muy dificil á mi edad. 
—¡¿ Y porqué no tomais un maestro ? 
—Porque no estoy seguro de encontrar un 
buen maestro, respondió M. Krook cuyos ojos 
se clavaron con expresion de sospecha en mi 
tutor. He perdido mucho por no saber leer, 
pero no quisiera perder mas enseñándome á 
leer al revés, 
—;¡ Y quién os enseñaria 4 leer al revést 
preguntó mi tutor sonriendo. 
—No lo sé , señor Jarudyce, repuso el vie- 
jo encogiéndose de hombros y frotándose las 
manos. No supongo que nadie querria... pero 
es preferible que cada cual cuente consigo y 
no se fie en los demás, 
Todo esto era tan extraño que al salir con 
M. Woodcourt mi tutor le preguntó si M, 
Krook estaba loco como decia su inquilina, El 
_ médico contestó que no'tenia motivo alguno 
para creerlo, que M. Krook era exresiva- 
mente desconfiado como todas las personas 
ignorantes, y por otra parte, estaba casi 
“siempre bajo la influencia del aguardiente del 
que hacia un consumo enorme, como había- 
mos podido advertir por el olor que exhalaba 
su tienda y especialmente su persona , pero 
que nada veia en él hasta ahora que indicara 
la locura. ] 
Por el camino me eoncilié de tal modo el 
afecto de Pepe comprándole un pequeño mo- 
lino de viente con dos sacos de harina, que 
fué preciso colocarle á mi lado en la mesa, y 
su hermana se sentó junto á Eva. La pobre 
Carolina estaba radiante ; su alegría nos ani- 
maba, y mi tutor estaba tan alegre como nos- 
Otras. 
Por la noche Carolina se retiró á su casa 
en un coche de alquiler con Pepe, á quien 
habian llevado al carruaje profundamente dor- 
mido pero sin soltar de la mano su pequeño 
molino de viento. : 
_ Meolyidaba de decir, y si no lo he olvida- 
do, esto segura de no haberlo dicho, que 
M. Woodcourt, el médico de miss Flitte , era 
el jóven moreno que habíamos encontrado en 
casa del doctor Bayham Badger, que M. Ja- 
rudyce le convidó á comer con nosotros, que 
aceptó, y que al partir, habiendo dicho á 
Eva: «Señorita, hablemos de Ricardo ,» ella 
3e puso á reir y me dijo. . Pero ¡de qué ser- 
yiria repetir lo que me dijo la hermosa Eva? 
LA CASA 
¡ Era tan divertida ! ¡Le gustaba tanto reir 
y hacer broma! 
CAPÍTULO XV. 
Bell Sard, 
Durante nuestra permanencia en Londres 
M. Jarudyce se vió constantemente asediado 
por esa multitud de señoras y caballeros cuyas 
acciones y maneras nos habian causado siem- 
pre tanto asombro. 
Algunos dias despues de nuestra llegada 
vino á visitarle M. Quale, Nunca habia sido 
mayor la exaltacion de este caballero; se hu- 
biera dicho que queria proyectar las promi- 
nencias lustrosas de su frente y de sus sienes 
en todo lo que encontraba en su camino, y 
que sus cabellos echados con violencia hácia 
atrás aspiraban á volar de su cráneo en el 
ardor inextinguible de una filantropía insa- 
ciable. i 
Todas las comisiones le gustaban sin excep- 
cion y su inteligencia universal le hacia pro- 
pio para todo ; sin embargo, se sentia parti- 
cularmente destinado á la organizacion de los 
testimonios del reconocimiento público en fa- 
vor de cualquiera empresa ó persona. Sus fa- 
- cultades admirativas parecian haber absorbi- 
do la mayor parte de la fuerza de su alma y 
pasaba largas horas bañándose las sienes con 
delicia en las oleadas de luz que esparcia en 
torno suyo cualquiera antorcha. Le habia vis- 
to abismado en tanta admiracion por mistress 
Jellyby que habia supuesto que esta señora 
era el objeto exclusivo de su culto , pero muy 
pronto reconocí mi error al ver que era el 
panegirista, heraldo y pregonero entusiasta 
de una legion de individuos. 
acompañó un dia 4 mistress Pardiggle, 
que venia á yer á mi tutor con motivo de no 
só qué monumento , y nos elogió las perfec- 
ciones de aquella valerosa mujer con el mis- 
mo entusiasmo con que nos habia detallado 
las de mistress Jellyby. 
Algunos dias despues mistress Pardiggle 
escribió á mi tutor recomendándole á M, Gus- 
her, su elocuente amigo, que se presentó 
- muy pronto acompañado de M. Quale. Era un 
caballero obeso, colorado y cuyos ojos, de - 
masiado pequeños para su cara de luna llena, 
parecian haberse hecho para otra persona. 
sin embargo, apenas se sentó cuando 4 des- 
pecho de su exterior nada agradable ni sim- 
pático, M. Quale nos preguntaba á Eva y ó 
mi si admirábarnos la belleza moral que bri- 
llaba en toda la persona de M. Gusher, si D05 
llamaba la atencion la forma de su cabeza, € 
desarrollo de su frente, etc., etc., y nos ha- 
  
 
	        
© 2007 - | IAI SPK
Waiting...

Note to user

Dear user,

In response to current developments in the web technology used by the Goobi viewer, the software no longer supports your browser.

Please use one of the following browsers to display this page correctly.

Thank you.