Full text: segunda série, tomo 8 (1866) (1866,8)

   
Y” 
200 
todos estamos expuestos al error, pero es una 
rezon mas para que no vuelva á suceder, y!lle- 
garé á ser un legista como hay pocos, si real- 
mente, añadió cayendo otra vez en la incer- 
tidumbre , creeis que vale la pena el cambiar. 
Le repetimos con tanta insistencia y grave- 
dad como pudimos dar 4 nuestras. palabras 
todo lo que acabábamos de decirle, y le ins- 
tan:os con tanto empeño á hablar sin tardan - 
za á mi tutor, que entramos inmediatamente 
en su cuarto, y le confesó el estado de las 
cosas con toda la franqueza que le era natu- 
ral. 
- —Podemos, le dijo M. Jarudyce, hacer 
una retirada honrosa, y no debemos vacilar, 
pero por amor á Eva, Ricardo , ten cuidado 
de no volver á equivocarte. Por eso soy de 
parecer de no obrar con precipitacion, y de 
hacer cierto noviciado antes de entrar en la 
nueva carrera, > 
Obedeciendo siempre al impulso del mo- 
mento' con una energía tanto mas viva cuan- 
to mencs perseverante era, Ricardo hubiera 
querido por el contrario ir inmediatamente á 
casa de M. Kenge y firmar en el acto el 
compromiso. Sin embargo , se sometió á las 
observaciones de mi tutor, y sentándose á 
nuestro lado, principió á hablar de sú nueva 
profesion como si nunca hubiera tenido mas 
deseofque estudiar el procedimiento. 
Mi tutor se mostró con él benévolo y cor- 
dial, pero conservó un semblante bastante 
grave para que por la noche, en el momento 
de retirarnos á nuestro cuarto, Eva le dijera : 
—Primo John, ¡estais enojado contra Ri- 
cardo ? 
—No, hija mia , contestó M. Jarudyce. 
—Es muy natural que se haya equivocado, 
¡No le sucede 4 todo el mundo ? 
—Sí, hija mia ; no te dé cuidado eso; vete 
á la cama, 
-—¡ Oh! no me da cuidado, primo John, 
dijo Eva sonriendo y poniendo la mano sobre 
el hombro de mi tutor, pero seria muy des- 
graciada si estuvierais enfadado con Ricardo. 
—Solo podria estar enojado con él, hija 
mia , respondió mi tutor, si un dia hubieras 
de padecer por su culpa, y aun entonces lo 
estaria mas bien conmigo por haberos hecho 
amigos, Pero todo eso no vale la pena; es jó- 
vea y tiene porvenir. No, hija mia, no estoy 
enfadado con él ni tú tampoco. 
—¡ Estar enfadada con él, primo John! 
Me seria imposible aunque todo el mundo le 
censurase ; por el contrario, seria una razon 
de mas para amarle con pasion. 
- Pronunció estas palabras con una dulzura 
y una calma angélicas, con las dos manos 
apoyadas en el hombro de mi tutor á quien 
miraba con ojos radiantes de franqueza. 
a 
  
4 
LA CASA S 
—¡ Debe estar escrito en alguna parte, di-- 
jo M. Jarudyce dirigiendo á Eva una mirada 
pensativa, que las virtudes de las madres se: 
perpetuarán en sus hijos lo mismo que las fal-- 
tas de sus padres? Buenas noches, Eva; bue- 
nas noches, Ester. Dormid bien y tened sue- 
ños de ángeles. ¡ 
Por vez primera vi su mirada benévola en- 
tristecerse al fijarse en Eva, y recordé la que: 
habia dirigido á ella y 4 Ricardo el dia de su 
llegada, mientras Eva cantaba el resplandor 
vacilante de la llama de la chimenea. Poco 
tiempo habia trascurrido desde el dia que les 
habia seguido con la vista cruzando la sala in- 
mediata inundada de luz y desapareciendo em» 
la sombra, pero su mirada no era ya la mis- 
ma, y la que me dirigió al verla alejarse no 
tenia la calma y la confianza que expresaba en 
otro tiempo. ; 
Cuando estuvimos en nuestro cuarto, Eva 
me hizo el elogio de Ricardo con mas insis- 
tencia que nunca, No se quitó para acostarse: 
el brazalete que le habia ragitáto , y creo que 
soñaba con él cuando una hora despues la dí 
con tiento un beso en la mejilla. ¡ Estaba tam» 
tranquila y tenia una fisonomía tan alegre ! 
Yo no tenia sueño y me puse á trabajar. 
Circunstancia muy poco importante en sí, pero: 
no tenia sueño y estaba como hastiada. No sé: 
porqué. Creo al menos que no sé porqué... Ó 
si lo sé, no vale la pena de decirlo. 
Sea lo que quiera, resolví trabajar con tan- 
to ardor como sí no tuviese tiempo pata en-. 
tregarme á mi tristeza, y era hora ya, porque, 
mirándome en el espejo, vi que estaba á pun-- 
to de llorar. 
—¡ Cómo , Ester! exclamé, ¿tú triste y 
desgraciada cuando todo parece contribuir á 
tu felicidad ? ¡ Qué ingrata eres | 
Y sacando del canastillo la alfombra que 
bordaba , prometi trabajar hasta el momento- 
en que se me cerrasen los ojos vencidos por el 
sueño. 
Muy pronto me distrajo la labor, pero ha- 
bia dejado uno de los ovillos de seda en el ga- 
binete de M. Jarudyce, y no pudiendo con- 
tinuar sin él, tomé una luz y bajé de punti- 
llas á buscarlo. Con gran sorpresa encontré ú- 
«mi tutor cerca de la chimenea, mirando la ce- 
niza y abismado en profunda meditacion. Te- 
nia á su lado el libro cerrado , los cabellos le 
caian por la frente, estaba muy pálido, y me 
hubiera retirado sin hablarle 4 no haberme: 
visto. 
—¡Ester ! exclamó estremeciéndose. 
Le dije el objeto que me llevaba á su ga- 
binete. E 
—¡ Tan tarde trabajas, hija mia ? 
—No hubiera podido dormir y he preferido: 
no acostarme. Pero tambien vos velais, que- 
  
AX 
  
  
  
     
   
  
  
   
      
	        
Waiting...

Note to user

Dear user,

In response to current developments in the web technology used by the Goobi viewer, the software no longer supports your browser.

Please use one of the following browsers to display this page correctly.

Thank you.