Full text: segunda série, tomo 8 (1866) (1866,8)

Gi” 
  
LÚGUBRE. : 235 
Mete del procurador cuando se para estreme- 
Ciéndose. 
—¿ Qué te sucede ? le pregunta M. Bucket 
en voz baja. > 
—] Es ella | ] : 
—¡ Quién 1 
—La señora. o 
En medio de la sala hay una mujer cubier- 
ta con un velo, inmóvil, silenciosa y con el 
rostro vuelto hácia la puerta, pero parece que 
Do repara en los que entran como si fuera una 
estatua. 
—¿ En qué reconoces á esta señora ? pre- 
gunta alzando la voz M. Bucket, 
—La conozco por el velo , responde Jo, y 
además por el sombrero y el vestido. 
—Ten cuidado con lo que dices, añade M. 
Bucket observando á Jo con la mayor atencion; 
mira bien y no te apresures. 
—Miro bien, dice Jo abriendo desmesurada- 
mente los ojos, y ese es el velo, el sombrero 
y el yestido, 
—¿ Y los anillos de que hablabas ? 
—Eran muy brillantes , responde Jo pasan- 
do los dedos de su mano derecha sobre las 
últimas falanges de la otra mano sin apartar 
los ojos de la señora. - : > 
Esta se quita el guante y presenta la mano 
derecha, 
—No eran esos anillos, dice Jo moviendo 
la cabeza, ni tampoco la mano. 
—¿ Qué dices? Miralo bien, continua M. 
Bucket cuya satisfaccion sin embargo es evi- 
dente. 
—La mano de aquella señora era mas blan- 
ca , mas pequeña y mas linda. 
—¿/ Te acuerdas de la voz de aquella se- 
fora ? 
—Creo que sí. 
—¿Se parece á la mia? dice la mujer en- 
cubierta ; hablaré tanto como quieras si no 
estás seguro. ¿Es esta la yoz que oiste ? 
Jo mira á M. Bucket con asombro, 
—No es esa su voz, : 
—Pues ¿ cómo dices que la reconoces? pre- 
gunta el oficial de policia señalando á la des- 
conocida. 
—Porque lleya su velo, su sombrero y su 
vestido , responde Jo con seguridad á pesar 
de estar confundido ; es ella y no lo es; no 
tiene su mano, sus anillos ni su voz, pero 
lleva su sombrero, su vestido y su velo, y 
me parece cuando no habla que es la que me 
dió un soberano y desapareció. 
—Bien, dice M. Bucket con indiferencia, 
no nos has sacado de dudas, pero aquí tienes 
cinco chelines, Mira cómo los gastas y sé hom- 
bre de bien. 
. M. Bucket pone los cinco chelines en la 
mano de Duro de Cocer, lo vuelve á coger 
4 
del brazo y le hace salir del gabinete donde se 
queda M. Suagsby solo con la mujer velada 
y Muy poco tranquilo en medio de aquel mis- 
terio. Pero casi al mismo tiempo aparece 
M. Tulkinghorn, y la desconocida alza el velo 
y descubre un rostro bastante lindo aunque 
hay cierta expresion poco simpática en su fi- 
sonomía, : : E 
—Gracias , señorita Hortensia, dice M. 
Tulkinghorn con su calma habitual'; no os 
molestaré mas por esta apuesta. 
—¿ Me hareis el favor de acordaros de que 
estoy sin colocacion ? dice Hortensia. 
—No lo olvido , señorita. : : 
_—¿ Puedo contar con vuestra proteccion ? 
—Con toda confianza, E 
—|¡ Tiene tanto valimiento una palabra de 
M. Tulkinghorn! 
—Estad segura de mi recomendacion. 
- —0s doy las gracias anticipadas y disponed 
de mí en cuanto valga. : 
Hortensia se retira con ademan de distin- 
cion natural, y el oficial de policía, 4 quien 
el cargo de maestro de ceremonias parece 
tan familiar como todos los que desempeña 
segun las circunstancias, acompaña á la se- 
ñorita Hortensia hasta el pié de la escalera 
con cierta galanteria. ; 
—¿Qué os parece, Bucket? le pregunta 
M. Tulkinghorn cuando vuelve al gabinete, 
—Creo que concuerda perfectamente con 
lo que os habia dicho. No cábe duda alguna; 
era la otra con el traje de ésta. Jo es exacto 
en todo lo que cuenta. Señor Suagsby, os 
habia prometido que nada tenia que temer. 
¿ Estais ahora tranquilo ? 
—Completamente, caballero, dice M. 
Suagsby, y si soy inútil 4 M. Tulkinghorn... 
ereo que mi mujer estará impaciente... 
—Gracias, señor Suagsby, no os necesito 
ya, responde el procurador, y no olvidaré 
jamás la molestia que habeis dignado toma- 
ros. 
—¡Oh ! no ha sido molestia , caballero ; 
tengo el gusto de saludaros. 
—Lo que mas admiro en vos, dice el ofi- 
cial de policía acompañando á M. Suagsby y 
dándole sendos apretones de mano, es que 
sois uno de esos hombres enérgicos y de con- 
ciencia que cumplen con su deber de una ma- 
nera inflexible. Cuando haceis bien, os basta 
la satisfaccion de haberlo hecho y no yolyeis 
á acordaros. ¿No es cierto ? 
—Me esfuerzo en hacer todo el bien que 
puedo di responde M. Suagsby. 
—Y el éxito corona vuestros laudables es- 
fuerzos , dice M. Bucket; eso es precisamen- 
te lo que aprecio mas en un hombre de vues- 
tra profesion. 
M. Suagsby se despide del oficial de policía 
 
	        
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