Full text: segunda série, tomo 8 (1866) (1866,8)

  
  
  
  
LÚGUBRE. 
razon, amigo mio? Porque soy un obrero, un 
segador, porque me has sido enviado y entre 
mis manos te convertirás en un precioso ins- 
trumento. | Ojalá pueda emplear, amigos 
mios , este instrumento en beneficio vuestro, 
para daros bienestar, para aseguraros la di- 
Cha celestial !,.. Siéntate en este taburete, 
amigo mio. 
Jo, que se figura que el reverendo va á 
«cortarle el cabello, protege la cabeza con sus 
brazos y opone la mas vigorósa resistencia á 
los esfuerzos que hacen para obligarle á sen- 
tarse. 
Cuando M, Chadband consigue al fin colo- 
«carlo como un maniquí, el santo yaron se 
sienta detrás de la mesa y levanta la mano 
sleosa diciendo : > 
— ¡ Amigos mios ! 
Despues de esta advertencia cada cual se 
establece cómodamente; los aprendices se to- 
can con el codo; Gunter abre distraida los 
ojos y la boca, y su atencion se reparte entre 
la admiracion que le inspira M. Chadband y 
la eompasion que le causa el pobre huérfano 
abandonado y miserable; mistress Suagsby 
prepara en silencio sus baterías, y mistress. 
Chadband se compone un rostro adecuado á 
la circunstancia, mientras se sienta cerca del 
fuego y se calienta las rodillas , sensacion que 
le parece muy favorable para recibir con fru- 
to la sagrada palabra. : 
M. Chadband tiene la costumbre cuando 
pronuncia un discurso de fijar la mirada en 
uno de los individuos de su auditorio, y de 
entrar en comunicacion particular con esta 
persona que, cediendo á su propia emocion, 
deja escapar á veces un gemido, un gruñido, 
un bostezo ó cualquier otro testimonio sensi- 
ble de una inspiracion penosa , testimonio li- 
sonjero del que se hace eco fiel alguna vieja, 
y que, trasmitiéndose de uno á otro entre los 
pecadores inflamables del concurso, reempla- 
za las arlamaciones parlamentarias y lanza á 
todo vapor la nave Chadband. Así pues, en 
la ecasion presente el reverendo ha fijado la 
mirada al principiar en el pobre Suagsby, y 
3e prepara á convertir á este desgraciado, que 
está ya bastante confundido, en recipiente 
inmediato de su elocuente homilía. 
-— Tenemos entre nosotros, continua M, 
Chadband , un gentil, un pagano, un habi- 
tante de Tom all. alone's , un vagamundo so- 
bre la tierra ; tenemos entre nosotros... 
Y el santo varon , que apoya el hecho con 
un movimiento expresivo de la uña del dedo 
pulgar, envia á M Suagsby una sonrisa que 
indica que va á lanzar á su adversario un ar- 
gumento irresistible que le dejará anonadado. 
— Tenemos entre nosotros, prosigue, un 
hermano, un niño sin familia, sin padres, sin 
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redil, desprovisto de todo recurso , que no 
tiene oro, plata ni piedras preciosas. ¡Y por- 
qué está privado de todos estos bienes % ¿ Por 
que ?! : 
M. Chadband dirige esta pregunta á M. 
Suagsby como si le propusiera un enigma en- 
teramente nuevo y le suplicara que lo desci- 
frase. : 
El pobre tendero, á quien causa grande 
inquietud la mirada misteriosa que le ha lan- 
zado su mujer precisamente al pronunciarse 
la palabra «sin familia,» responde con modes- 
tia : ' 
—- No lo sé. 
Esta interrupcion le atrae una fulminante 
mirada de mistress Chadband y arte de 
su mujer un ¡ chisti enérgico é i ado. 
— Oigo una voz, dice M. Chadband , una 
- voz débil en verdad , porque creo que no se 
atreverá á afirmar... : 
La señora Suagsby prorumpe en un ¡ay! 
doloroso. : ¿ 
—Una voz debil que responde: «No lo sé.» 
Pues bien, voy á deciroslo, amigos mios; ese 
hermano aquí presente no tiene oro, plata ni 
piedras preciosas porque está privado de la 
luz que irradia en el alma de algunos de nos- 
otros. ¡Y qué luz es esa ? ¿Qué luz es ? Os lo 
pregunto, amigos mios. — : 
El reverendo se inclina hácia atrás y hace 
una pausa, pero M. Suagsby no cae por se- 
gunda vez en la tentacion y guarda silencio. 
M. Chadband vuelve á inclinarse sobre la 
mesa y dirige al amo de la casa las palabras 
siguientes que apoya con el movimiento ex- 
presivo del pulgar anteriormente mencionado. 
—+Es el rayo de los rayos, dice , la luna de 
las lunas, el sol de los soles , el astro de los 
astros ; es la luz de la verdad. 
M. Chadband se levanta y arroja una mi - 
rada triunfante sobre M. Suagsby como para 
preguntarle qué le parece aquella definicion. 
— De la verdad , prosigue dirigiéndose siem- 
pre al desventurado Suagsby, y_no me digais 
que es la lámpára de las lamparas , porque os 
responderé que es la luz de las luces, os lo 
repetiria cien veces, un millon de veces aun- 
que no os gustase oirlo; y cuanto menos con- 
sintieseis mas insistiria, y tomaria una boci- 
na, y os diria que si os alzais contra ella se- 
reis derrocados, azotados , rotos, molidos, 
completamente aplastados. 
Este movimiento oratorio, cuyo poder es 
muy admirado por los discipulos de M. Chad- 
band, no solo produce el efecto de hacer su- 
dar copiosamente al santo varon, sino tambien 
de presentar por hipótesis al inocente Suagsby 
como un enemigo de toda virtud , de frente 
de bronce y de corazon de piedra. 
El desgraciado Suagsby, cada vez mas ano- 
  
  
 
	        
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