DE UN HEREDERO. 23
su buque debia partir para la Oceania, y
hablaba con su habitual entusiasmo de las pers-
Pectivas que le iba á ofrecer aquel viaje Á
tierras tan lejanas. Una desgracia inesperada
destruyó sus nuevas ilusiones. Mientras esta-
ba todavía en las costas del Perú, tuyo cono-
«Cimiento , no por medio de una larga y sim-
Pática carta de Enrique, sino por una concisa
Nota oficial, que su padre acababa de morir
repentinamente en París, Esta catástrofe le
imponia varias y graves obligaciones , sobre
todo hácia su jóven hermana , á la que se re-
presentaba debilitada, languideciendo y de-
ssolada en su orfandad. En pocos momentos
adoptó su resolucion, Su deber le obligaba á
renunciar á la exploracion de la Oceania, y
Poseia en alto grado el sentimiento del deber.
Expuso su situacion y sus temores Á su co-
mandante , el cual le concedió con una viva
Muestra de interés el permiso de separarse de
/'Alcyon , y se embarcó, en el Callao, en un *
buque mercante que partia para el Havre.
M. Mazerolle, socio de una fábrica de fila-
fura en la cual habia adquirido una fortuna
<onsiderable, despues de algunos años, se
habia retirado de los negocios, diciendo que
£ra bastante rico, que tenia necesidad de re-
poso, y en realidad no descansaba nada , por-
que se le encontraba sin cesar andando por
los caminos. Despues de la admision de Ro-
berto en la escuela nayal, resolvió trasladar
su domicilio á París, por cariño ásu hija, á
la que consideraba ya bastante aislada en su
pension. Eligió, cerca del colegio donde esta-
ba, una habitacion en la calle de Notre-Dame-
des Champs, y seinstaló en ella con una co-
Cinera y un ayuda de cámara que le indica-
on en una agencia de colocacion de sirvien-
tes.
Su primer pensamiento al llegar 4 Paris,
fué i1 Á visitar 4 la señora de Saulnes. Fué
allá con María; la encontró sola, pero tan
Séria, tan glacial, que no podia razonablemen-
te pensar en arrostrar tanto rigor. A pesar de
la extremada sequedad con que habia sido
ya recibido en casa de la baronesa algunos
años antes, se lisonjeaba de ser esta vez me-
JOr acogido, aun cuando no fuera mas que
Por razon de la amistad que unia á Roberto y
Enrique, Vió desvanecidas sus esperanzas y
'Xperimentó tal pesar que se hubiera dicho
Que esta decepcion le habia herido en el cora-
zon como pudiera hacerlo la mayor desgracia,
esde este dia llevó una vida solitaria, si-
“enciosa , extraña, de la que no debia des -
Viarse mas hasta su muerte. No hizo ya nin-
SUna otra visita, ni recibió tampoco ninguna.
Or la mañana leia indolentemente.un perió-
1CO, almorzaba con frugalidad , luego salia y
10 regresaba hasta la hora de comer. Despues
de haberlo practicado, salia de nuevo y volvia
regularmente á las diez de la noche para acos-
tarse. ¿ Adónde iba durante el dia? Cuando
el tiempo era bueno , andaba errante á la ven-
tura mirando vagamente los aparadores de las
tiendas y las fachadas de los edificios públi-
cos, Iba algunas yeces bajo los árboles del
Luxemburgo á presenciar una partida de
pelota , y con mas frecuencia al boulevard de
los Italianos al sitio donde se reunen los afi-
cionados á ese juego popular que llaman co-
chonnet. Sentado en un banco, con las manos
apoyadas en el baston, observaba al parecer
atentamente el puesto que ocupaba cada bola,
de tal manera que un dia, habiéndose trabado
una disputa entre los jugadores, creyeron que
lo mejor que podian hacer para resolverla ,
era apelar al juicio de un espectador tan asi-
duo, y quedaron estupefactos cuando el taci-
turno anciano les confesó , con ademan atónito
y confuso , que nada habia visto, Lo que le
llamaba con preferencia la atencion era el Pa-
lacio de Justicia. Cuando el periódico anun-
ciaba la vista de una causa, iba allá, en
cuanto se abria la audiencia , y volvia asidua-
mente hasta que se daba por terminado el
asunto. Cuando la lluvia ó la nieve le impe-
dian salir á pié , tomaba un coche y ordenaba
al cochero que le condujera tan pronto hácia
un lado y tan pronto hácia otro, con la ma-
yor velocidad posible, como si procurara atur-
dirse con el movimiento. Porla noche, se me-
tia en un reducido café, y se sentaba á una
mesa retirada , que los mozos, observando su
asiduidad, habian acabado por reservarle, Allí
bebia una botella de cerveza, fumaba una pi-
pa, leia otra vez algun periódico, y luego se
retiraba á una hora fija sin haber dicho una
palabra á nadie. Un repentino y misterioso
impulso le conducia algunas veces á la calle
de Varennes. Se paseaba en todos sentidos
por delante del hotel donde habitaba la seño-
ra de Saulnes; se adelantaba hácia la puerta
cochera como si quisiese traspasar el umbral,
luego se alejaba de allí súbitamente y volvia
á su casa. Entonces escribia con precipitacion,
poseido de una especie de febril agitacion ,
largas páginas que leia en seguida con expre-
sion de amarga tristeza rompiéndolas luego en
mil pedazos.
Sus criados , admirados de aquel singular
género de vida , hacian sobre esto toda espe-
cie de comentarios y suposiciones poco cari-
tativas, aun cuando él fuera muy indulgente
con ellos y no les obligara mas que á un servi-
cio muy'poco pesado,
—Es un espía, dijo una noche el ayuda de
cámara , que habiéndole seguido durante al-
gunas horas sin ser visto, habia observado
que vagaba por las calles y se paraba de cuan-