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do en cuando, tan pronto cerca de úna mise-
rable tienda ambulante , eomo' enfrente de un
elegante “almacen , cerca de un jugador de
eubiletes 6 delante de un “cuerpo de guardia,
como si estuviera encargado de observarlo y
“de notarlo' todo. /
—Yowno sé, señor Guillermo, lo' que es ún
espía , replicó la cocinera, admirada de oir
pronunciar una expresion que no comprendia;
pero lo “que puedo deciros con éntera frán-
queza es: que nuestro amo es: un viejo tacaño,
¿Se puede'comprender un hómbre “rico y po-
deroso que'nó da ninguna comida ? ¿Se figu-
ra“acaso que una mujer hóntada , cómo yo,
«que ha pasado lo'mejor de-su vida achicharrán-
dose la"sangre “delante de los'hornillos para
aprenderá guisar, pueda contentarse con per-
cibir su reducido salario al'cabo del més?'¡Con
qué reunirá "algunos 'ahorrillos para cuando
sea vieja, “si de cuando en “cuándo “no tiene
que trufar algun pavo, ni comprar algun re-
quisito? He estado en muchas casas, pero no
he visto nunra una como esta: una sopa y un
par de'huevos para almorzar; una sopa y Un
trozo de vaca para comer; hé'ahí todo lo que
necesita 'M. Mazerolle, y aun algúnas veces
parece que ni sábe lo que come.
—Señorita Toniétte, olvidais 'el domingo,
replicó cón aire Burlon el ayuda de cámara,
—Sí, es verdad que el domingo, cuando
tiene aquí á su hija , el pobre hombre se tra-
4a como cuerpo de rey. Pero el domingo, que
auna tiene panas de engalanarse y 'salir, ese
día precisamente es cuando estoy mas ata-
reada. : :
—; Os quejais ? dijo Guillermo. Pues qué !
¿acaso creeis que yo debo darme por conten-
40? En una buena casa, el ayúda de cámara
tiene siempre que desempeñar comisiones que
le producen algunos cuartejos y está éncarga-
do de diversas compras que le dejan , honra-
damente, algun beneficio, Recibe tambien por
un lado ú otro algunas gratificaciones de los
amigos de la casa, y tiene los desechos del
amo. Aquí, bada: ni compras, ni amigos;
aquí no se ve 4 nadie. En cuanto á sus dese-
chos, siá M.' Mazerollé se le ocurriera dár-
melos , estoy segúro que ho sacaria de ellos
dos piezas de cien sueldos, Desde que estoy
en su casa, lleva el mismo sombrero de 'fiel-
tro, el mismo pantalon gris , el mismo leviton
pardo , lo que hace que en el barrio le Ha-
roen el tio Pardo. Yo por mi parte, le califico
de un viejo avaro, y se lo digo 4 todo el”mun.-
do. Esta es mi opinion. ,
—La mia tambien , exclamó Toniette.
El abominable defecto de 'M. Mazerolle
quedaba patentemente demostrado , y Sus dos
- inocentes víctimas convinieron en que debian
desquitarse cuanto fuera posible de su codicia,
HISTORIA
y que cometérian una gran torpeza si no le sí-
saban' algo cuando se les presentara la 0ca-
“sion.
“M. Mazerolle no era avaro. Los pobres que:
encontraba en sus, paseos cotidianos podian:
“atestiguar lo contrario, A todos daba limosña
“con liberalidad, y mas de una vez'se tendie-
'ron lazos á su generosidad, sin que se afligie-
“ra por hater caido en ellos, ye
M. Mazerolle tenia muy pocas necesidades:
personales. En su aposento no se veia, un:
mueble de lujo. Pero, al lado de este habia
“otro reservado para su hija, y en el no se ha-
- bian escatimado: las tapicerías ni los espejos, n%
las colgaduras ni los objetos de fantasía mas-
elegantes.
"Durante 'la semana comia frugalmente. Pe-
ro el domingo , cuando su hija estaba con, él,
era necésario due Toniette hiciera requisitos
“como para un banquete regio, y presentara
'en la mesa los primeros frutos de 'cada esta-
cion, la caza escogida en casa de los mas acre-
ditados vendedores de comestibles ; los dulces
y los mejores pastelillos encargados, especial-
mente á los pásteleros de mas reputacion en el
arte.
"Toda la “semana en fin, M, Mazerolle no
ténia mas que una especie de movimiento ma-
quinal , y se apoderaba de él de hora en hora:
úna torpe pesadez y un sombrio abatimiento.
El domingo , renacia '4 la vida, E
El domingo se levantaba muy temprano,
se kfeitaba, se ataviaba cuidadosamente , sá-
caba veinte veces el reloj, aguardaba con im-
paciencia el momento en que se abria el locu-
torio del colegio, y finalmente se ponia en
marcha , conduciendo en triunfo á su hija. En
cuanto entraba en el aposento , la hacia sen-
tar delante de él, la cogia las manos y la con-
templaba como un enamorado. En seguida la
interrogaba sobre lo que habia hecho durante:
la semana, si habia sufrido alguna contraie-
dad , si habia experimentado alteracion 'en la
salud y finalmente si le habia faltado algo de
lo que pudiera desear, Queria saber cuánto
le había acontecido, cuánto habia hecho dia
por dia , hasta en sus mas insignificantes de-
“talles, y no se cansaba de oirla relatar la sen-
éilla crónica de lo acaecido en el convento, En
seguida le. preguntaba en qué pensaba em-
plear su asueto, y se ponia á sus “órdenes
para pasearla por donde quisiera, á pié ó en.
carruaje. Cuañdo el mal tiempo era un obs-
táculo para pasear, Uno de sus mayores pla-
céres éra seritarse muellemente en uno de los.
grandes sillones que habia en el lindo apo-
séñto en que Maria reinaba como soberana, y"
leer con élla las cartas de Robeíto, que guar-
daba en una cartera, ordenadas cuidádosa-
mente por órden de fechas, subrayando pri-