Full text: segunda série, tomo 8 (1866) (1866,8)

  
  
LÚGUBRE. 
habia preparado con todo esmero, miss Flitte 
me pareció tan contenta y tan dispuesta á ha- 
blar, que creí complacerla instándole para que 
Nos contase su historia, pues habia advertido 
que siempre estaba preparada para reeordar 
los incidentes de su vida. Principié, pues, pre- 
guntándole si hacia mucho tiempo que acudia 
4 las audiencias del tribunal. 
—¡Oh! muchos años, querida, muchos 
años. Pero aguardo una sentencia que ya no 
Puede tardar. 
La inquietud que manifestaba al expresar 
esta esperanza me hizo temer que habia hecho 
mal en traer á este terreno la conversacion y 
hubiera deseado darle otro giro, pero ya no era 
posible. 
—Mi padre esperaba la misma sentencia, 
prosiguió, y mi hermano , mi hermana , todos 
esperaron y yo la espero ahora. 
—j Y han muerto? : 
—Sí, querida, todos han muerto. 
—¡No seria mas prudente desistir del pleito? 
—¡Oh! mucho mas prudente, respondió 
con vivacidad. 
—¿ Y no asistir mas 4 la audiencia? 
—Seguramente, señorita. ¡Es tan penoso 
esperar siempre lo que no llega nunca... es 
tan penoso! Querida Fitz-Jarudyce, no po- 
deis figuraros lo que envejece esperar tanto, 
Y al pronunciar estas palabras me enseñó 
el brazo que estaba en efecto horriblemente 
dl 
y 
flaco. 
—Pero ¿qué he de hacer? prosiguió com 
misterio, Eso es mas fuerte que yo, ¡ Chito! 
No hablemos de este asunto á la muchacha 
cuando vuelva al aposento, porque le causa- 
ria miedo, y con razon. Es un poder irresis- 
tible. No podeis libraros de él; es preciso que 
volvais, es preciso esperar, esperar siempre, 
Traté de demostrarle que no era tan irre- 
sistible como se figuraba, y me escuchó gon - 
riendo con paciencia. 
—Lo sé, lo sé; lo creeis así, respondió, 
porque divago algunas veces, Es un absurdo 
divagar, ¡no es cierto! es un absurdo tener 
la cabeza trastornada; pero hace muchos años 
que voy allí, y no he podido conyencerme; 
eso es efecto del sello y de la maza que hay 
sobre la mesa. 
—iQué efecto pueden tener? le pregunté, 
—0Os atraén, respondió, os atraen á pesar 
vuestro. ¡ Adios tranquilidad del alma, razon, 
bondad del corazon , salud y voluntad propia! 
Todo lo he ide perdiendo poco á poco con el 
resto del sueño de mis noches. Exe sello y esa 
rl son demonios que os deslumbran y hie- 
an 
Me tocó ligeramente en el hombro hacién- 
dome un ademan de cabeza afectuoso como 
para darme á comprender que nada tenia que 
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temer de ella 4 pesar de las terribles palabras: 
que acababa de pronunciar. 
—Antes de ver ese sello y esa maza, aña- 
dió, cosia 6 bordaba y mi hermana tambien.. 
Mi padre y mi hermano eran arquitectos , y 
vivíamos todos juntos de una manera muy res- 
petable. Mi padre fué atraido en un principio 
lentamente... lentamente hasta que perdió to- 
da su voluntad ; algunos años despues estaba. 
descarnado y pálido, se encolerizaba, se po- 
nia furioso por el motivo mas fútil y llegó á 
hacerse insufrible. Sin embargo, ¡habia sido 
siempre tan bueno y de carácter tan pacífico! 
Hizo quiebra, le llevaron á la cárcel por deu - 
das, y allí murió. Entonces mi hermano fué: 
atraido tambien... aprisa, aprisa... hácia la. 
embriaguez , les harapos y despues hácia el 
sepulcro. Despues fué atraida mi hermana... 
¡chist! no pregunteis hácia qué fué atraida, 
Yo estaba enferma y en la mayor miseria ;. 
me repitieron lo que habia oido decir muchas- 
veces, que todos esos males procedian de la: 
cancillería, Cuando estuve restablecida fui á- 
ver el monstruo... Y fuí atraida tambien há- 
cia las audiencias del tribunal. 
Habia pronunciado estas palabras en voz: 
baja, con tono breve y forzado, como si se 
- hallara aun bajo la impresion de las desgra- 
cias que habian caido sobre su frente en su: 
juventud, pero cuando acabó el relato , reco- 
bró gradualmente el aire de amable importan-- 
cia que le caracterizaba, 
—No me creeis, Fitz Jarudyce, me dijo son- 
riendo. ¡Bien , bien! Ya llegará el dia en que: 
no dudareis, Divago un poco, pero os repito. 
que lo conozco, He visto muchas caras nuevas. 
que no desconfiaban, y que sin embargo han: 
sucumbido á la influencia de la maza y del 
gran sello. Venian como habia venido .mi pa- 
dre, mi hermano y mi hermana, y oia 4 Ken- 
ge y á los demás que les decian: «No habeis 
estado nunca en el tribunal; es preciso que: 
os presente á miss Flitte.» Estoy muy orgu- 
llosa de tanta honra, de tanta distincion, Y se- 
reian, pero sabia que no reirian siempre, Fitz: 
Jarudyce. Veia antes que ellos el momento en: 
que empezaba á producir su efecto el hechizo, 
conocia sus indicios, y los veia asomar en ca- 
sa de Gridley para verlos despues extinguir- 
se con la muerte. Los descúbri, querida, pro-- 
siguió bajando la voz, en nuestro amigo, en: 
el pupilo del tribunal Jarudyce contra Jaru- 
dyce. Que le contengan , porque si no lo ha- 
cen será atraido como los demás. 
Me miró en silencio durante algunos mo- 
mentos, y como si temiera haberme asustado» | 
Ó tal vez porque perdió el hilo de sus ideas, 
añadió con expresion afectuosa: 
—Sf, querida, como os decia antes, espe- 
ro un fallo que se dará muy pronto. Entonces 
 
	        
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