LÚGUBRE.
"aba. Los dos caballeros cuya pluma ávida
escribe las gacetillas de los periódicos recor-
“xen los contornos á todas horas , evitando sin
embargo el encontrarse porque se ha disuelto
su sofiedad. El director de las .4rmas de Apo-
«do explota con destreza el interés dominante
Para atraer la multitud á sus conciertos noc-
“turnps, y el pequeño Swills, cuyas alusiones de
actualidad están expresadas eñ un lenguaje
* convencional que se ha hecho célebre, es salu-
dado con éstrepitosos aplausos é improvisa
sobre Smallweed y su familia como un inspira-'
do. La misma miss Melvilleson en la melodía
escocesa Todos dormimos , vuelve Ue cierto
inodo la cabeza con malicia hácia la casa veci-
ía, acentuando esta frase: « A los perros les
gusta la sopa, » que se,la hacen repetir siem -
pre, porque significa con toda claridad que M.
Smallweed tiene aficion al dinero.
Pero madie ha podido descubrir. nada , y
como dice mistress Perkins al antiguo inquili-
no de M. Krook, cuya llegada provoca una
reunion general, es un motivo mas para que
-se quiera saber todo.
M. Weevle y M. Guppy, seguidos de las
miradas y de los deseos de toda la plaza, lla-
man á la puerta de la casa del difunto, donde
'su admision imprevista les hace perder inme-
diatamente la popularidad que habian adqui-
ido, y sospecha todo el mundo de sus inten-
<Ciones. >
Están cerradas las ventanas de la casa don-
de entran, y en el piso bajo reina tanta oscu-
ridad que no puede verse sin luz artificial,
Introducidos de pronto én medio de esta os-
curidad y viniendo de fuera donde brilla el
sol, nuestros dos amigos andan un rato á
tientas, pero poco á poco distinguen los ob-
jetos que les rodean y reconocen al abuelo
Smallweed sentado en un sillon cerca de un
monton de papeluchos donde la virtuosa Judith,
hundida basta la cintura, registra con ardor;
“no léjos de ella, mistress Smallweed, sentada
'en el suelo, desaparece bajo un monton de
papeles que probablemente le ha lanzado á
la cabeza su afectuoso marido; todos los indi-
viduos de la familia, sin exceptuar á Bartoli-
lo, están cubiertos de un polvo negro que les
da cierto aspecto infernal en relacion con el
“sitio en que se encuentran, mas sucio, mas
revuelto que nunca y que lleva aun las hue-
llas fúnebres que dejó el difunto. :
—¡Ah! ¡ah! dice el abuelo Smallweed al
“ver entrar álos dos amigos, cuya llegada sus-
pende las pesquisas de Judith. ¡Cómo estais,
caballero, cómo estais? ¡Venís á buscar vues-
“tros efectos, señor Weevle? Nos hubiéramos
“visto precisados á venderlos para cobrarnos el
“alquiler si hubierais tardado mucho. Me alegre
-mucho de veros, caballero, me alegro mucho,
Y. VIA.
-M. Weevle da las gracias á M. Smallweed
y mira en torno suyo , y los ojos de M. Gup-
py siguen la mirada de M. Weevle, que vuel-
ve á su punto de partida sin haber descubier-
to nada. Los ojos de M. Guppy hacen lo mis-
mo y encuentran los de M. Smallweed.
—i¡ Cómo estais ? repite el viejo; ¡ cómo...
Se para bruscamente como una caja de mú-
sica cuyo resorte necesita recomposicion.
Un silencio profundo sueede á las palabras
automáticas del avaro, y M. Guppy da un
salto al ver delante de élá M. Tulkinghorn,
impasible en la sombra y con los brazos cru-
zados.
—Este 'caballero tiene la bondad de ayu-
darme como consejero legal , dice M, Small-
weed para responder á la sorpresa que mani -
fiesta M. Guppy. Es verdad, añade, que no
soy digno de tener por consejero un jurista
tan importante, pero es tan bueno este caba-*
llero |
M. Guppy toca con el codo á M, Weevle
para advertirle que mire segunda vez en tor-
mo del aposento, y saluda á M. Tulkinghorn
que hace un ligero ademan de cabeza. El emi-
nente jurista tiene el aspecto de ser completa-
mente extraño á lo que pasa en torno suyo y
de no excitar en él interés alguno.
—Habreis encontrado muchas cosas en esta
casa, señor Smallweed, hace obseryar M.
Guppy.
—Montones de papeles y trapos viejos,
querido amigo, ebjetos sin «valor. Bartolillo,
Judith y ye trabajamos para hacer inventario
de lo que puede venderse, y no hemos en-
contrado aun gran cosa , no hemos...
El resorte está descompuesto y M, Small-
weed se para.
—No queremos estorbaros por mas tiempo,
dice M. Weevle, y os pido permiso para
subir al aposento que habitaba antes de la
muerte de M. Krook. '
—Subid , amigo mio, id á donde gusteis,
pensad que estais en vuestra propia casa.
Al subir la escalera M. Guppy interroga
con la mirada á M. Weevle que hace un ade-
man negativo,
Llegan al antiguo aposento de Tony que les
parece horrible, Está aun la ceniza del fuego
que encendieron en la chimenea durante
aquella noche memorable , todo lo que tocan
les inspira una repugnancia indecible , se dan
prisa á empaquetar los pocos objetos que han
venido á recoger, y hablan en voz baja,
—¡ Ves allá... ese'gato' que acaba de én-
trar 1 dice M. Weevle retrocediendo econ ter-
ror, '
—Horrible animal en efecto , responde M.
Guppy que se retira detrás de la silla. Small
me ha contado que despues de haber estado
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