Full text: segunda série, tomo 8 (1866) (1866,8)

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«prosigue M. Tulkinghorn poniéndose los guan- 
“tes en el bolsillo, que la mayor parte de los 
hombres obrarian con prudencia permane- 
" «ciendo solteros, porque el matrimonio es en 
«el fondo la causa principal de sus disgustos. 
Asi lo creia ya cuando se casó sir Dedlock y 
lo creo aun en el dia. Pero volvamos á nues- 
tro negocio. Las circunstancias decidirán de 
«mi conducta, y en cuanto á yos, milady , os 
«+Ssuplicaré que hagais lo que habeis hecho siem- 
pre, y que os dejeis llevar por vuestras pro- 
pias inspiraciones, 
_ —¡Se ha de arrastrar pues mi vida dia por 
dia segun vuestro capricho? pregunta sin vol- 
«ver la cabeza. 
—Mucho lo temo, lady Dedlock, 
—¡ Creeis que es necesario mi martirio ? 
—Esto y seguro de las cosas que recomiendo. 
- —¡ He de continuar en este brillante teatro 
«donde he hecho durante tanto tiempo un mi- 
«serable papel, únicamente para que se des- 
morone todo cuando se os antoje? 
—No sin que os avise antes, lady Dedlock; 
«no haré nada sin avisaros. 
—(¿Nos veremos como antes? 
—Del mismo modo. 
—¡ Y habré de guardar mi secreto como lo 
“hago hace tantos años ! 
—No hubiera vuelto á tocar ese punto, pe- 
ro me permitireis que os diga, milady, que 
vuestro secreto no es mas pesado de lo que 
«era antes, y que las cosas quedan en el mis- 
mo estado. Es verdad que sé lo que he igno- 
«rado durante mucho tiempo, pero no creo que 
hayamos tenido nunca gran confianza uno de 
«OtrO. 
Milady , que ha hecho todas estas pregun- 
tas como en sueños , permanece algunos ins- 
«tantes silenciosa, y pregunta á M. Tulkin- 
ghorn si tiene que decirle alguna otra cosa. 
—Tendria un placer , responde el procura- 
«dor frotándose las manos , en que me asegu- 
«rarajs que aceptais mi arreglo. 
—Os lo aseguro , caballero, 
—Muy bien; terminaró pues repitiendo que 
«lo único que tendré en cuenta en el caso de 
«verme obligado á enterar á sir Leicester será 
el honor del baron y el de la familia. Hubiera 
tenido una satisfaccion en poder tumar igual- 
mente en consideracion los intereses de Vues- 
tra Señoría , pero desgraciadamente es impo- 
«sible. : 
—Podré, caballero, dar testimonio de vues- 
tra adhesion y fidelidad. 
Milady permanece inmóvil durante algunos 
.momenio, y despues se vuelve y cruza el 
.aposento con la. gracia majestuosa que no la 
«abandona nunca. : 
M. Tulkinghorn le abre la puerta del mismo 
«modo que lo hubiera hecho diez años atrás , 
  
LA CASA 
y se inclina hasta el suelo cuando pasa po 
delante de él. 
Una mirada extraña contesta en la oscuri- 
dad al saludo del procurador; la puerta se 
cierra, y M. Tulkirghorn dice para sl : 
—Gran firmeza de caracter ha de tener esta 
mujer cuando ha sabido dominarse de ese 
modo. 
Pensaria otra cosa si la viera recorrer to- 
das las salas de su habitacion con el cabello 
suelto, las manos crispadas detrás de la cabe- 
za y el rostro desfigurado por el dolor; es- 
pecialmente si pudiera saber que andará has- 
ta el amanecer sin interrupcion y sin fatiga, 
seguida del paso fiel que resuena en el paseo 
del Fantasma. 
Pero el procurador cierra el balcon, corre 
la cortina y se duerme, y á la luz pálida que 
reemplaza las estrellas y penetra en su cuarto 
parece bastante viejo para que el sepulturero 
avisado tome el azadon y vaya á abrir su tum- 
ba. 
Esta luz pálida que le alumbra se insinua 
en la quinta donde todo el mundo sueña aun; 
donde sir Dedlock , en un acceso de majes- 
tuosa condescendencia, está dispuesto á per- 
donar al país arrepentido, y los primos á 
aceptar empleos públicos, principalmente los 
que proporcionan crecidas subvenciones; don- 
de la casta Volumnia lleva una hacienda de 
mas de cincuenta mil libras á un general feo 
cuyos dientes postizos parecen teclas de piano 
y que es hace mucho tiempo la admiracion de 
Bath y el terror de otros sitios de recreo; 
donde las buhardillas, las caballerizas y los 
patios son teatro de sueños de ambicion mas 
modestos, pues solo se desea la felicidad de 
un pabellon de guarda-bosque ó los lazos de 
matrimonio'con John ó con Betty. 
Los John y las Betty , los vapores matuti- 
nos , las hojas y las flores, las aves y los in- 
sectos, los jardineros, la yerba de los bos- 
ques , el terciopelo de las praderas y la llama 
del hogar de la cocina, cuyo humo se eleva y 
se arremolina en el aire, y finalmente las 
chimeneas y las ventanas proclaman alegre- 
mente á lo léjos que sir Leicester y lady Ded- 
lock están en la quinta y que se hallará hos- 
pitalidad en esta venturosa morada, 
CAPÍTULO XLII. 
En casa de M. Tulkinghorn. 
El procurador se aleja de las verdes ondu- 
laciones de las grandes encinas para ir $ re- 
crearse con-el calor nauseabundo y el polyo 
de Lincoln's Inn. ba 
  
  
 
	        
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