Full text: segunda série, tomo 8 (1866) (1866,8)

  
  
358 : LA CASA 
M. Wholes dirigiéndose 4 mi. No yeo que 
pueda hacerse nada para cambiar la situacion 
actual, y no he dicho que pudiera intentarse 
algun medio, no; he venido únicamente para 
informaros de una manera confidencial de la 
posicion en que se encuentra M. Carstone, 
para que se sepa en dónde está y á dónde va, 
pues tengo la costumbre de obrar con fran- 
queza en los negocios y mi único deseo esle- 
gar un nombre sin mancha á mis hijas. Si no 
hubiera consultado mas que mis propios inte- 
reses, me hubiese abstenido de dar este paso 
que no tiene nada de oficial y no entra en 
manera alguna en mis atribuciones; hasta 
me atrevo á decir que personalmente soy ex-, 
traño á este negocio, que solo me interesa co- 
mo individuo de sociedad , como hijo y 
como padre de familia. . 
No dudaba desgraciadamente de la verdad 
de las palabras del procurador sobre la triste 
posicion de Ricardo , y mientras el digno le- 
gista se acercaba al fuego para calentar sus 
guantes fúnebres, propuse en voz baja á mi 
de 
- tutor que me permitiera irá ver á nuestro 
pobre amigo para que él mismo me dijese lo 
que podíamos hacer en favor suyo. 
M, Jarudyce me presentó la objecion del 
cansancio del viaje, pero como no encontró 
ninguna otra razon que dar para oponersé, y 
le aseguré que por el contrario tendria un 
verdadero placer en desempeñar aquel encar - 
go, respondió á M. Wholes que iria yo á ver 
á M. Carstone , cuya situacion esperábamos 
salvar. 
-—¿ Quuereis tomar alguna cosa ? añadió mi 
tutor. Permitidme, caballero, que os haga 
servir un ligero almuerzo. 
—Mil gracias, respontió el procurador con- 
teniendo el brazo que M. Jarudyce extendia 
hácia el cordon de la campanilla ; no tomaré 
nada, ni siquiera un vaso de agua. Tengo el 
estómago delicado , y soy en general un con- 
vidado que hace muy poco honor á quien le 
obsequia. Si hubiera de comer actualmente, 
no sé cuál seria la consecuencia, y.habién- 
doos dicho con franqueza lo que tenia que co- 
municaros, os pediré , caballero, el permiso 
de retirarme. 
—¡ Pluguiera al cielo, respondió M. Jaru- 
dyce con amargura, que nos fuera permitido 
á todos retirarnos tan fácilmente del malhada.- 
do pleito en que nos hallamos engolfados ! 
M. Wholes , cuyo traje negro humeaba de- 
lante del fuego despidiendo un olor poco agra- 
dable, inclinó ligeramente la cabeza. 
—Los que no tenemos, caballero, otra 
ambicion que dejar una reputacion intacta, 
hacemos esfuerzos incesantes por el triunfo 
de los intereses que nos confian; al menos, 
asi lo he hecho siempre por mi parte, y creo 
que todos mis colegas siguen la misma con” 
ducta. Ya comprendeis, miss Summerson, que 
no deberia hablarse de mí en la conversacion 
que tendreis con M. Carstone. 
—Os prometo evitarlo, caballero , le res- 
pondi. 
—Os lo agradeceré mucho. Adios, señori- 
ta ; adios, caballero, 
El procurador tocó la mano de mi tutor y 
la mia con su guante que parecia no contener 
mas que los secos dedos de un esqueleto, y se 
llevó su sombra que me figuré verla cruzando 
en la diligencia el paisaje inundado de sol 
que nos separaba de Londres y helando las 
semillas de la tierra en los sitios por donde 
pasaba. : 
Era imposible no decir ¿ Eva el motiyo de 
mi viaje. Mi pobre amiga se entristeció mu- 
cho cuando supo la posicion de Ricardo, pero 
solo habló de él con ternura y excusándo!le, y 
mas amante que nunca, le escribió una lar- 
ga carta que me suplicó le entregase. 
Mi tutor deseaba que Carlota me acompaña- 
se, aunque me fuera inútil, y aquella misma 
noche, encontrando dos asientos en la silla cor- 
reo del condado de Kent, corriíamos hácia el 
mar en la hora en que acostumbrábamos es- 
tar acostadas. 
En aquella época, en que se viajaba aun 
en diligencia, se pasaba toda la noche en el 
camino , pero íbamos solas en el carruaje , y 
estaba muy preocupada con el paso que debia 
dar para que el viaje me pareciese muy largo. 
¡Se hallaba Ricardo en una situacion tan 
desesperada como pretendia M. Wholes! ¿Qué 
le diria yo y cómo recibiria mis palabras? Ora 
creia serle útil, ora, reflexionando despacio, 
no veia medio alguno de sacarle de apuros. 
Pasaba de la esperanza al desaliento; algunas 
veces aplaudia mi determinacion, y un ins- 
tante despues me parecia una locura En una 
palabra , la noche habia trascurrido sin aper- 
cibirme cuando entramos en las estrechas ca- 
lles de Deal en una mañana tan nebulosa que 
apenas se divisaban los objetos á algunos pa- 
sos de distancia. 
La plaza , ródeada de casitas de irregular 
construccion y obstruida en ciertos puntos de 
anclas, mástiles, barcas, remos y cuerdas, 
en medio de los cuales se veian anchos esp2- 
cios en que la yerba cubria la playa, ofreci2 
un tristísimo aspecto. El mar se alzaba peno; 
samente bajo la densa niebla que lo velaba 4 
“ nuestros ojos, y nada se movia en la orilla á 
no ser algunos cordeleros madrugadores que», 
rodeados de un cinturon de cáñamo , parecial 
resueltos por hastio de su vida presente $ hi- 
larse á sí propios en forma de cable y de cuer”. 
da para cambiar de existencia; pero cuando 
estuvimos sentadas junto á un buen fuego» 
  
  
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