Full text: segunda série, tomo 8 (1866) (1866,8)

  
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con botones dorados. M. Tulkinghorn ocupa 
otra vez su puesto en la, ventana; y en la os- 
curidad que empieza á reinar, parece hacer 
mas profundas aun las tinieblas que rodean á 
milady. 
, —Señor baron y vos, milady, dijo M. 
Rouncewell despues de algunos momentos de 
silencio , perdonadme si os he molestado por 
segunda vez ; comprendo perfectamente cuán- 
to ha debido este asunto fatigar á milady y 
que sin deciros nada podia haberme llevado á 
esa jóven; pero, exagerando quizás la impor- 
tancia de la cosa, he creido deber exponeros 
los hechos é informarme respetuosamente de 
vuestros deseos. Espero, pues, que os dig- 
nareis perdonarme la igriorancia en que estoy 
de los usos del gran mundo. 
Evocado el baron por estas palabras de las 
profundidadez del frac azul, contesta 4 M. 
Rouncewell que no habia necesidad de justi- 
ficaciones por una ni otra parte, y se levanta 
para recibir el saludo del maestro herrero. M, 
Tulkinghorn tira del cordon de la campanilla; 
preséntase otra vez Mercurio, y Rosa sale 
del palacio en compañía del padre de Walt. 
Aquel dia sir Leicester no comió en casa 
por asuntos de la [cámara , y milady manda 
que lesirvan la comida en su cuarto, está hor. 
riblemente pálida , y se parece mas que nun- 
ca á aquella reina de Shakespeare de que ha- 
blaba el primo. 
—j¡ Ha partido sir Leicester ? preguntó á 
Mercurio. 
—Si , milady. 
— ¡Y M. Tulkinghorn ? 
—No, milady. 
— ¡Qué hace ? 
Mercurio supone que estará escribiendo en 
la biblioteca, 
a milady que lo avise? 
AN S 
El procurador es quien desea hablar 4 Su 
Señoría y quien solicita de ella el favor de 
escuchar algunas palabras luego de haber co- 
mido. 
Milady consiente en recibirle inmediatamen- 
te; el procurador entra trascurridos pocos 
instantes y se excusa por presentarse durante 
la comida de Su Señoría por mas que haya 
recibido para ello permiso. Así que están so- 
los, milady le indica con un movimiento de 
mano que le dispensa de todas aquellas fór- 
mulas de irrisorio respeto, y le pregunta qué 
se le ofrece. 
M. Tulkinghorn se sienta en un sillon á po- 
ca distancia de milady, y le dice haberle cau- 
sado gran sorpresa el partido que acaba de te- 
mar. MT 
— ¡ De veras ? 
—Sí , lady Dedlock , no lo esperaba, y es- 
LA CASA 
to, que puedo yo considerarlo como una vio- 
lacion de vuestra palabra, me coloca en si- 
tuacion muy diferente y me obliga á deciros 
que no apruebo vuestra conducta. 
Al decir esto pónese las manos en las rodi- 
llas y mira fijamente á milady; su aspecto es 
el mismo de antes; sin embargo hay en sus 
modales cierto viso indefinible de franqueza 
que hace poco no habia, y lady Dedlock lo 
conoce. - 
— No os entiendo , le dijo, 
—Sí, me entendeis, y es inútil fingir por 
- mas tiempo; lady Dedlock, vos quereis mucho 
á esa niña. 
— ¡Y que? : 
— Que no la habeis despedido por el moti- 
vo alegado, sino para alejarla de vos antes del 
escándalo que os amenaza, Perdonad si aludo 
á un hecho referente a la misma esencia del 
asunto. ] 
— ¿Y qué mas ?! 
—Que esto es precisamente lo que yo no 
apruebo, continuó el procurador cruzando las 
piernas y golpeándose la rodilla; considero ' 
ese paso imútil y peligroso, en cuanto no ha - 
rá mas que despertar sospechas y dar orígen 
á chismes alrededor vuestro. Por otra parte, 
esto ha sido violar lo pactado entre nosotrús ; 
prometisteis permanecer exactamente la mis - 
ma que antes, y es evidente, hasta para vos, 
lady Dedlock , que esta tarde ni vos misma 
podiais conoceros. 
— Sabiendo que mi secreto... 
—Perdonadme, esto es la esencia del asun- 
to, y en tal materia es preciso hablar muy 
claro, No vuestro, milady, sino mio es el se- 
creto que conservo fielmente por interés de 
sir Leicester y de la familia; á ser vuestro, 
lady Dedlock, no habria entre nosotros: la 
presente conversacion. 
— Sabiendo pues que el secreto estaba di- 
vulgado, he querido que la vergúenza que me 
espera no recayese en una niña inocente; fija 
en mi imaginacion la historia que referistcis 
á los convidados de Chesney-Wold , nada en 
el mundo habria podido apartarme de mi re- 
solucion. 
Milady pronunció estas palabras con voz fir- 
me y actitud impasible ; por lo que toca á M. 
Tulkinghorn estaba pensando en el asunto co- 
mo si la mujer que tenia delante no fuese mas 
que una mera cosa en materia de procedi- 
miento. 
— De modo es, milady , dijo, que no es 
posible fiarse de vos. Habeis divulgado lo 
que segun nuestro trato debia estar oculto, 
y, como digo, no puedo ya fiarme de vos. 
— ¡ No os acordais de que en la conversa.- 
cion que tuvimos en Chesney-Wold os mani- 
  
  
 
	        
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