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con botones dorados. M. Tulkinghorn ocupa
otra vez su puesto en la, ventana; y en la os-
curidad que empieza á reinar, parece hacer
mas profundas aun las tinieblas que rodean á
milady.
, —Señor baron y vos, milady, dijo M.
Rouncewell despues de algunos momentos de
silencio , perdonadme si os he molestado por
segunda vez ; comprendo perfectamente cuán-
to ha debido este asunto fatigar á milady y
que sin deciros nada podia haberme llevado á
esa jóven; pero, exagerando quizás la impor-
tancia de la cosa, he creido deber exponeros
los hechos é informarme respetuosamente de
vuestros deseos. Espero, pues, que os dig-
nareis perdonarme la igriorancia en que estoy
de los usos del gran mundo.
Evocado el baron por estas palabras de las
profundidadez del frac azul, contesta 4 M.
Rouncewell que no habia necesidad de justi-
ficaciones por una ni otra parte, y se levanta
para recibir el saludo del maestro herrero. M,
Tulkinghorn tira del cordon de la campanilla;
preséntase otra vez Mercurio, y Rosa sale
del palacio en compañía del padre de Walt.
Aquel dia sir Leicester no comió en casa
por asuntos de la [cámara , y milady manda
que lesirvan la comida en su cuarto, está hor.
riblemente pálida , y se parece mas que nun-
ca á aquella reina de Shakespeare de que ha-
blaba el primo.
—j¡ Ha partido sir Leicester ? preguntó á
Mercurio.
—Si , milady.
— ¡Y M. Tulkinghorn ?
—No, milady.
— ¡Qué hace ?
Mercurio supone que estará escribiendo en
la biblioteca,
a milady que lo avise?
AN S
El procurador es quien desea hablar 4 Su
Señoría y quien solicita de ella el favor de
escuchar algunas palabras luego de haber co-
mido.
Milady consiente en recibirle inmediatamen-
te; el procurador entra trascurridos pocos
instantes y se excusa por presentarse durante
la comida de Su Señoría por mas que haya
recibido para ello permiso. Así que están so-
los, milady le indica con un movimiento de
mano que le dispensa de todas aquellas fór-
mulas de irrisorio respeto, y le pregunta qué
se le ofrece.
M. Tulkinghorn se sienta en un sillon á po-
ca distancia de milady, y le dice haberle cau-
sado gran sorpresa el partido que acaba de te-
mar. MT
— ¡ De veras ?
—Sí , lady Dedlock , no lo esperaba, y es-
LA CASA
to, que puedo yo considerarlo como una vio-
lacion de vuestra palabra, me coloca en si-
tuacion muy diferente y me obliga á deciros
que no apruebo vuestra conducta.
Al decir esto pónese las manos en las rodi-
llas y mira fijamente á milady; su aspecto es
el mismo de antes; sin embargo hay en sus
modales cierto viso indefinible de franqueza
que hace poco no habia, y lady Dedlock lo
conoce. -
— No os entiendo , le dijo,
—Sí, me entendeis, y es inútil fingir por
- mas tiempo; lady Dedlock, vos quereis mucho
á esa niña.
— ¡Y que? :
— Que no la habeis despedido por el moti-
vo alegado, sino para alejarla de vos antes del
escándalo que os amenaza, Perdonad si aludo
á un hecho referente a la misma esencia del
asunto. ]
— ¿Y qué mas ?!
—Que esto es precisamente lo que yo no
apruebo, continuó el procurador cruzando las
piernas y golpeándose la rodilla; considero '
ese paso imútil y peligroso, en cuanto no ha -
rá mas que despertar sospechas y dar orígen
á chismes alrededor vuestro. Por otra parte,
esto ha sido violar lo pactado entre nosotrús ;
prometisteis permanecer exactamente la mis -
ma que antes, y es evidente, hasta para vos,
lady Dedlock , que esta tarde ni vos misma
podiais conoceros.
— Sabiendo que mi secreto...
—Perdonadme, esto es la esencia del asun-
to, y en tal materia es preciso hablar muy
claro, No vuestro, milady, sino mio es el se-
creto que conservo fielmente por interés de
sir Leicester y de la familia; á ser vuestro,
lady Dedlock, no habria entre nosotros: la
presente conversacion.
— Sabiendo pues que el secreto estaba di-
vulgado, he querido que la vergúenza que me
espera no recayese en una niña inocente; fija
en mi imaginacion la historia que referistcis
á los convidados de Chesney-Wold , nada en
el mundo habria podido apartarme de mi re-
solucion.
Milady pronunció estas palabras con voz fir-
me y actitud impasible ; por lo que toca á M.
Tulkinghorn estaba pensando en el asunto co-
mo si la mujer que tenia delante no fuese mas
que una mera cosa en materia de procedi-
miento.
— De modo es, milady , dijo, que no es
posible fiarse de vos. Habeis divulgado lo
que segun nuestro trato debia estar oculto,
y, como digo, no puedo ya fiarme de vos.
— ¡ No os acordais de que en la conversa.-
cion que tuvimos en Chesney-Wold os mani-