Full text: segunda série, tomo 8 (1866) (1866,8)

  
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otra parte? y aun cuando lo lograsen ¿qué 
precio habria de tener para mi? 
Dicho esto dió algunos pasos por el aposen- 
to, y acercándose é la mesa junto á la cual 
estábamos, añn£dió : 
— Gracias mil, señorita, por vuestra aten- 
cion, y á vosotros, señores, otras tantas por 
el interés que por mí os tomais. Así yeo yolas 
cosas, y si mas no alcanzo pensad que soy un 
veterano cuyo juicio no tiene mas filo que el 
corte de un sable viejo. En mi vida no he he- 
cho nada bueno sino mi deber como soldado, 
y si al fin de mi camino está la horca recoge-" 
ré lo que he sembrado. Luego de desvanecida 
la primera impresion que me ha causado el 
verme preso como asesino por un hombre que 
como yo ha corrido y hecho de todo, he con- 
_siderado friamente la cosa, y he venido 4 pa- 
rar al punto en que me veis, y en él me que- 
do. Nadie será deshonrado porque me conde- 
nen; á nadie parará por ello perjuicio. Nada 
mas tengo que decir, 
Al empezar á hablar el maestro de armas 
se habia abierto la puerta, y un hombre en- 
juto y seco, en apariencias militar antiguo, 
entró en el aposento acompañado de una mu- 
jer,'la cual, con una cesta debajo del brazo, 
“ de ojos vivos y brillantes, de cutis curtido por 
el aire y el sol, habia escuchado á M. Georges 
con gran atencion. El maestro de armas se li- 
mitó 4 saludarlos con una mirada afectuosa y 
continuó su discurso, pero luego de terminar- 
lo dió 4 los recien llegados un cordial apreton 
de mano y nos los presentó diciendo que era 
el uno Mateo Baquet, su mas antiguo camara- 
da, y la otra su mujer, mistress Baquet. 
—Son buenos, verdaderos amigos, aña- 
dió; en su casa me prendieron. 
-- Con motivo de un violoncelo de lance, 
dijo M. Baquet moviendo con indignacion la 
cabeza, de buena afinacion..... para un ami- 
gO0..... sin reparar en el precio, 
— Mateo; repuso M. Georges, has oido lo 
que acabo de decir y espero que habrá sido de 
tu aprobacion. 3 
Despues de reflexionar un instante, M. Ba- 
quet se volvió hácia su mujer. 
—Esposa, dijo, contesta 4 Georges, y dile 
mi opinion. 
—Pues bien , no lo aprueba, exclamó mis- 
tress Baquet, la cual habia sacado de la cesta 
un pedazo de jamon, té, azúcar y pan. Pues 
no falta otra cosa sino que-os figureis salir 
del paso con tales razones... Solo con oiros 
hay para volverse loca! ¡Qué significan esas 
aprensiones que no tienen sentido cemun? Os 
digo que no son mas que tonterías, 
—No me aporreeis así, pensad .enmis infor- 
tunios, dijo M. Georges sonriendo, 
—¡Llévese el diablo vuestrosinfortunios si 
A 
LA CASA 
asi os hacen perder el juicio ! En mi vida mé” 
han causado tanta vergiienza las palabras de- 
un hombre como al oir las locuras que acabais- 
de decir. ¡ Abogados | ¡porqué no habeis de- 
tomar una docena si el gentleman que está. 
presente considera que asíes necesario? 
—Hablais como un ángel, señora, dijo mi 
tutor , y estoy: seguro de que habeis de per- 
suadirle, 
—¡ A 6l1? Bien se ve que no le conoceis... 
Así como le veis, continuó mistress Baquet 
designando á Georges con la cesta; es el 
hombre mas testarudo que ha vivido nunca. 
debajo del cielo; con mas facilidad os carga- 
riais al hombro un cañon de cuarenta y ocho - 
que quitar de su cabeza lo que una vez ha 
puesto en ella. Yo le conozco; ¡ah! sí, os- 
conozco, amigo Georges, desde el primer dia. 
en que os ví, y ya sabeis que es fecha, 
Al decir esto mistress Baquet se habia vuel- 
to varias veces hácia mi, y en sus miradas- 
comprendí el deseo de que hiciera yo algo, 
pero po atinaba en qué. * 
—Pero tambien hace mucho tiempo , con- 
tinuó, que nada os digo en bien ni en mal, y- 
lo mismo harán los demás así que os conoz- 
can como yo; no ha de haber nadie que se: 
mezcle en vuestros asuntos... ¿Llevareis yues-: 
tra obstinacion hasta negaros á comer un bo-- 
cado? añadió la buena mujer presentándole 
un pedazo de jamon. € 
—No seguramente; lo acepto de buen grado. 
y os doy gracias, contestó M. Georges. 
—¡Vaya una suerte! exclamó con buen” 
humor mistress Baquet; no vuelvo de mi: 
sorpresa... Admirome que no hayais pensado - 
en morir de hambre para obrar á yuestro an- 
tojo , asi como lo haceis en lo de vuestra de=- 
fensa ; pero todo se andará ¡no es cierto ? 
Dirigióme, mistress Baquet otra mirada y“ 
acabé por comprender que me incitaba á salir. 
con mi tutor y M. Woodcourt y á esperarla: 
en la puerta. Hice, pues, la misma seña á 
mis compañeros, y me levanté diciendo á M, 
Georges que volveríamos á verle y esperaba. 
hallarle mas puesto en razon. 
—Sea como sea , respondió, nunca podreis- 
hallarme mas agradecido. ' 
—Pero sí mas condescendiente, añadí des- 
de el umbral de la puerta ; y además permi- 
tid que os diga que la aclaracion del misterio - 
y el descubrimiento del verdadero asesino es. 
de la mayor importancia no solo para vos sino* 
para otras personas, , 
Georges me escuchó con respeto, y des- 
pues de mirarme con particular atencion, 
dijo : : 
—Es singular, ya habia pensado yo esto.. 
Mi tutor le preguntó qué queria decir com: 
esas palabras, 
  
  
 
	        
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